CINE EN SALAS
La primera película de Kung Fu Panda se filmó en el año 2008, a la que siguieron dos entregas más. Ahora, pasados ocho años, regresa el oso Po, el guerrero del dragón, el maestro del Kung Fu, a las pantallas con el capítulo cuarto de esta saga de producción animada, con una nueva y divertida aventura, con el protagonista derrotando a los villanos y poniendo paz entre los suyos, utilizando las artes marciales, en lo que es un auténtico experto.
En estos momentos es llamado a tomarse un respiro, ya que el destino le tiene reservado convertirse en el líder espiritual del Valle de la Paz, para lo que le es entregado el Báculo de la Sabiduría, ascendiendo así al puesto de maestro espiritual. Pero el nuevo cargo no le satisface, ya que lo que a él le complace es estar en la lucha, por lo que trata de encontrar y entrenar a un nuevo guerrero del dragón, para que le sustituya en ese nuevo puesto.
Por otra parte ha aparecido recientemente una poderosa malvada llamada la Camaleona, que puede transformarse en cualquier criatura para hacer el mal, para lo que pretende apropiarse del Báculo de la Sabiduría, a la que Po, necesariamente, tendrá que hacerle frente.
Cinematográficamente la saga se ha hecho conservadora, ya que apenas hay innovación en este sentido, pero no obstante sigue estando fresca y con un gran sentido del humor.
La raposa Zhen, amiga de Po, y la Camaleona, enemiga de Po, son los dos nuevos personajes más destacados de esta producción, a los que habría que añadir también el maestro Shifu y el ganso Ping, entre otros.
Aunque tiene algunos momentos violentos, están expuestos con humor, cumpliendo en todo momento con lo que promete en diversión desde el primer minuto, a lo que hay que añadir que el guion depara pocas sorpresas. La historia se marca la meta de que hay que avanzar en la vida siempre con un nuevo horizonte por alcanzar.
En cuanto a la realización, lo que ha funcionado hasta aquí para qué tocarlo, continuando así con los principales protagonistas. En esta ocasión, este nuevo capítulo tiene un montaje excesivamente rápido, lo que resulta mareante en ocasiones.
La escena de la pelea en la taberna, que se encuentra en una casa situada en una roca al borde un precipicio, recuerda a una similar de La quimera del oro (1925), de Charles Chaplin, a la que le presta homenaje.
Los más pequeños de la casa volverán a disfrutar con este héroe infantil, con valores positivos, que regresa con nuevas aventuras, aunque sus acompañantes adultos no se aburrirán.
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