Alan Bridges es un cineasta británico que no se ha prodigado mucho en la gran pantalla, aunque sí en la pequeña, pero que tiene tras de sí algunos títulos en cine más que estimables, como Breve encuentro, nueva y apasionada versión del clásico de David Lean; El equívoco, Palma de Oro en Cannes de 1973; y El retorno del soldado, complejo melodrama con formidable reparto.
En La cacería tampoco se privó Bridges de la flor y nata de la interpretación: nada menos que un James Mason próximo a morir encabeza el "cast", en una actuación espléndida en su sobriedad, tan alejada de tics y gesticulaciones juveniles; sir John Gielgud, la quintaesencia del actor shakespeariano; Edward Fox, exquisito en las tablas y ante las cámaras.
El filme retrata el ambiente denso de una típica cacería en la campiña inglesa a principios de siglo: la diferencia de clases, las turbias relaciones entre castas, el fin de una estirpe que se resiste a morir, la tragedia agazapada a la vuelta del camino...
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