Valeria Bruni Tedeschi es una actriz turinesa que está interpretando en la gran pantalla desde mediados de los años ochenta. Ha trabajado a las órdenes de algunos directores de prestigio, como Tanner, Chéreau, Bellocchio y Ozon, e incluso ha hecho cosas en Hollwyood, como Munich (2005), de Spielberg. Desde 2003 viene desarrollando también una interesante carrera como guionista y directora, ejerciendo ambas funciones hasta ahora en tres largos de ficción, un documental y una TV-movie. Ahora nos llega con su cuarto largometraje de ficción, esta La casa de verano, que se reputa una película veladamente (o quizá no tan veladamente...) autobiográfica de la propia Bruni Tedeschi.
Anna, una directora italiana, como todos los años, marcha de vacaciones a la casa solariega que posee en la Costa Azul; viaja con su hija pequeña y allí se reúne con familiares y amigos. Pero antes de la partida se encuentra con que su novio y padre de su hija, Luca, la deja por otra mujer. Además, Anna tiene que preparar durante esas vacaciones su nuevo proyecto cinematográfico, con lo que su situación sentimental no es precisamente la mejor para acometer semejante empeño.
Pero lo cierto es que La casa de verano es una película fallida: la historia que se nos cuenta, la verdad, nos trae mayormente al pairo, una casa como de locos en la que los personajes gritan bastante (muchas veces no se sabe por qué...), están todos como una cabra y lo que se nos cuenta tiene escaso interés. La directora y guionista parece que opta por un humor entre el “slapstick”, el “nonsense” y unas gotas de absurdo, con un fondo de armario con elementos de la comedia de enredo. Pero la mezcla resulta indigerible, con un personaje central, el de la directora que crípticamente se (auto)interpreta, y al que, si hay que creérselo, tendríamos que entender que Valeria es tan apreciable actriz como mujer de una pasmosa fragilidad existencial, con algunas escenas que, ciertamente, producen sonrojo por la autohumillación que ella sola se inflige.
Pero, con independencia de que cada cual es libre de ponerse a caldo a sí mismo, si le place (el masoquismo y la baja autoestima, que se sepa, no son todavía delitos, ni siquiera pecados), lo cierto es que La casa de verano no termina de interesar nunca, y casi lo que es peor, parece no terminar nunca: qué larga, qué pesada, cuántas mentecateces se dicen. Incluso se incurre en una extraña frivolización de la violación a menores, diálogo en el que, curiosamente, el único que pone las cosas en su sitio es precisamente el personaje más odioso de todos, el que compone Pierre Arditi.
Valeria Bruni Tedeschi, según lo visto, se autointerpreta, con lo que no tenemos muy claro si se la puede valorar como actriz, o no. Del resto me quedo con el mentado Arditi, un veterano que compone muy acertadamente su rol, y en todo caso la presencia episódica, en un personaje secundario sin mucho relumbrón, de Vincent Perez, una de las escasas estrellas masculinas del cine francés de los últimos treinta años.
127'