Tras presentarse en el pasado Festival de Cine de Toronto, donde recibió buenas críticas, llega a las carteleras españolas La conspiración del silencio, que supone el debut en la dirección del actor italo-germano, procedente del teatro, Giulio Ricciarelli, y lo hace con un thriller en el que cuenta unos hechos históricos ocurridos en la Alemania de 1958, como fue la investigación judicial realizada por unos hombres al frente de los cuales estaba el fiscal Johann Radmann, el periodista judío Thomas Gnielka y Simon Kirsch, un ex prisionero que identificó a un guardián como uno de sus torturadores, que hicieron que se juzgara a varios agentes de las SS y la Gestapo por sus crímenes cometidos en el campo de concentración de Auschwitz, el mayor lugar de exterminio nazi, en una historia poco conocida de valor, responsabilidad y lucha por la justicia, que cambió la manera de tratar el pasado del pueblo alemán y que acabó con la vista oral del segundo juicio de Auschwitz celebrado en Frankfurt en 1963.
El film afronta temas como la guerra, la memoria social y cómo se escribe la historia, siendo la primera vez que estos hechos son llevados al cine, a diferencia de los juicios de Nüremberg que sí se vieron en Vencedores o vencidos (1961), de Stanley Kramer.
Tras las muchas dificultades que hallaron, ya que nadie quería mirar atrás, parecía que todo el mundo estuviera inmerso de alguna forma en aquellos horrendos hechos o quisieran olvidarse de ellos, por sentirse culpables, desde los dirigentes del gobierno a la policía y el ciudadano medio, ya que era rara la familia en la que algún miembro no hubiera estado implicado en aquellas atroces barbaridades, como se dice en determinado momento de la cinta, en la que se persigue al mayor criminal conocido, que fue Josef Mengele, quien se convierte en el objetivo principal de la investigación, así como Adolf Eichmann.
En esos momentos las directrices del gobierno y de otras instituciones germanas, en plena recuperación económica y social, eran las de olvidar los crímenes nazis cometidos durante la guerra y así algunos asesinos quedaron en libertad.
El guion de Elizabeth Bartel y Giulio Ricciarelli cuenta una historia poco conocida, con parte ficticia, pero con un fondo real de los hechos lo más fiel posible. En Johann se condensan los tres jóvenes fiscales que llevaron a cabo la investigación en la realidad bajo las órdenes del Fiscal General del Estado de Hesse Fritz Bauer; tampoco existió la relación del protagonista con su novia.
La realización lleva la narración con el ritmo preciso, de manera clásica, aunque resulta un tanto plana en algunos momentos, lo que hace que el público tenga conocimiento de los hechos pero no llegue a emocionarse.
La dirección hace un buen uso de los actores que tiene a su cargo y logra que su comportamiento sea el más correcto posible, y que funcionen dado sus conocimientos adquiridos en el teatro.
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