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Aunque es evidente que el mejor James Bond ha sido el que encarnara Sean Connery en los inicios de la exitosa saga del agente 007, cuando este, con buen criterio, renunció al papel que le estaba haciendo de oro pero también le estaba encasillando, los productores Harry Saltzman y Albert Broccoli, propietarios de la franquicia, probaron con un actor australiano, George Lazenby, que hizo una única película de la saga, 007 al servicio secreto de Su Majestad (1969), que se pegó una gran costalada en taquilla, siendo obvio que este intérprete de las antípodas no era el adecuado para el personaje. Se fue entonces sobre seguro para no volver a meter la pata (que, en la industria del cine, se cuenta en millones de dólares de pérdidas), y se reclutó para el personaje del agente del MI6 con licencia para matar a Roger Moore, a la sazón muy popular en los años sesenta como protagonista de la serie televisiva El santo y, en menor medida, de Los persuasores, donde compartía protagonismo con Tony Curtis.

Moore encarnó al agente secreto James Bond en un total de siete ocasiones, siendo la primera Vive y deja morir (1973) y la última Panorama para matar (1985), con 58 años, cuando ya era evidente que no daba más de sí. Roger Moore confirió al personaje de 007 un tono menos serio que el que le imprimió Connery; con Moore era posible la ironía, y su forma de seducir a las mujeres era mucho más delicada que las del “macho” Connery. Por el contrario, no contó con guiones demasiado buenos ni con directores de relieve, así que su etapa se puede considerar como discreta.

Así, Moore encarnó aquí por tercera vez al personaje del doble cero, en este film dirigido por el mediocre Lewis Gilbert, cineasta que contribuyó al adocenamiento de 007, saga de cuya puesta en escena se encargó en tres ocasiones.

En esta ocasión la historia se inicia con el peligroso hecho de que alguien esté robando los submarinos nucleares de las grandes potencias, por lo que los mejores agentes secretos se ponen manos a la obra...

Como es habitual en la serie, hay grandes paisajes (Italia, Escocia, Canadá, Suiza, Egipto, Japón...), aunque poco aprovechados; hay también, por supuesto, acción y aventuras, aunque bastante faltas de ritmo. Barbara Bach es una excelente chica Bond, y el malo de turno le correspondió al germano Curd Jürgens, quizá demasiado intelectual y, por ello, poco apropiado para el papel; de todas formas, la auténtica estrella del film terminó siendo el sorprendente gigantón Richard Kiel, apareciendo posteriormente también en Moonraker (1979), la incursión bondiana en el espacio sideral que había puesto de moda La guerra de las galaxias. (1977).

(17-05-2021)


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125'

Año de producción

La espía que me amó - by , May 17, 2021
1 / 5 stars
¿Quién está robando los submarinos nucleares?