CINE EN SALAS
La Isla de los Faisanes es, como recuerda la gacetilla de la película, el condominio más pequeño del mundo. Situada en medio del río Bidasoa, que hace frontera entre España y Francia, desde finales del siglo XIX los dos estados pactaron que se encargarían de su administración y cuidado durante seis meses cada uno, de febrero a julio por parte de los españoles, y de agosto a enero por la de los galos. La historia que se nos cuenta en la película se inicia precisamente en el cambio semestral de administración, en el transcurso del cual (hecho con la pompa y circunstancia tan típica del protocolo entre estados, con fuerzas militares por ambas partes para la simbólica entrega del testigo) un fotógrafo observa que en una de las orillas de la isla hay un cuerpo humano. A partir de ahí, en flashback, veremos lo ocurrido. Conocemos a Laida y Sambou, ella vasca de pura cepa, él también, nacido en Irún, pero de padres africanos, y, obviamente, de raza negra; ambos son pareja sentimental y también profesional, regentando un taller que se encarga, entre otras cosas, de construir imágenes de gigantes y cabezudos, muy típicas del norte de España. Viven en Hendaya, en la orilla francesa del Bidasoa, y no es infrecuente que los policías franceses le pidan la documentación a Sambou, sospechando que pueda ser un inmigrante que pretende pasar la frontera ilegalmente. En un paseo de ambos por la orilla del río, ven que hay dos africanos ahogándose en la corriente fluvial; Laida no lo duda un instante y se lanza a intentar salvarlos, pidiendo a Sambou que haga lo mismo, aunque este se queda paralizado y no se lanza al río. Laida consigue salvar a Nessim, uno de los chicos, mientras que el otro, Omar, parece haber sido arrastrado por la corriente. Desde entonces, Laida está enfadada con Sambou, al que trata con frialdad, cuando antes su relación era muy cálida...
Asier Urbieta (Errentería, 1979) es un realizador publicitario vasco que desde 2005 también ha iniciado una carrera como director de cine, si bien hasta ahora solo había hecho algunos cortos y un par de miniseries. Es licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Nebrija, de Madrid. En esta película parece evidente que busca contar una historia que conciencie sobre el tema de la inmigración, situando la acción en una zona, la frontera entre España y Francia, y más concretamente en ese condominio tan peculiar de la Isla de los Faisanes, para expresar lo artificial que supone toda frontera (cantaba Rosa León, medio siglo atrás, aquello de “la frontera separa tu hambre y la mía”). Hasta ahí bien; lo que ya no está tan bien es la historia que se nos cuenta, vista desde la perspectiva de Laida, la chica a la que pronto veremos que cojea del pie de la perfección absoluta: a la galdosiana manera, podríamos decir que es doña Perfektua, una doña Perfecta de manual, que no concibe que los demás no actúen como ella cree que hay que hacer: así, ante la paralización de su pareja Sambou (¿miedo? ¿algún tipo de trauma vinculado al agua, como apunta otra escena?) en el momento de salvar a los inmigrantes que se ahogan, lo trata con creciente desprecio, como si ya toda su relación de cariño y complicidad no valiera nada; ante la militante de una ONG que ayuda en el tema de la inmigración, para informar a la familia del africano ahogado, la menosprecia porque no pueda hacer más que lo que hace; a su antigua mentora también la desconsiderará... en fin, lo que viene siendo una persona con una fanática visión del mundo, al que cree que puede cambiar, sin saber (¡ay, la juventud, la única enfermedad que se cura con el tiempo, como decía Borges!) que será el mundo el que la cambiará a ella.
Menos mal que Urbieta, conforme va avanzando la historia y se va acercando a su final, parece hacer que su iluminada protagonista vaya dándose cuenta de que todo no es blanco y negro (no es un chiste fácil...), de que en todo hay matices, y que la postura de cada uno no es la Verdad Revelada. Un final que resulta un tanto divertido, por la ladina forma en la que consiguen colar de matute a varios inmigrantes en la celosa Francia fronteriza, es quizá de lo mejor, en un film de aspecto feo, con un tono como de herriko-taberna (¡si hasta beben kalimotxo, la bebida nacional “abertzale”!), que nos hace imaginar que la peli podría haber sido hecha por los herederos de los que hace un cuarto de siglo pegaban tiros en la nuca y ponían bombas en los bajos de los coches, para imponer “su verdad”. En eso, desde luego, hemos mejorado: si hemos cambiado la bala de 9 milímetros “parabellum” y la Goma-2 por, simplemente, el desprecio o la desconsideración, hemos avanzado bastante, sí... Pero sigue habiendo en esta postura, en esta actitud fanatizada, una visión unívoca del mundo, que sigue sonando a aquel sueño (más bien pesadilla...) albanés del (Aznar dixit) Movimiento Nacional de Liberación Vasco... Ahora ya no te pego un tiro, pero tendrás mi desprecio eterno aunque seas mi amado...
La película está narrada con cierta profesionalidad, pero es fea de cojones, con una oscuridad permanente, una tristeza que no parece buscada, sino inmanente, una historia que no da asideros, ni morales ni mentales, probablemente porque se les da una higa los unos y los otros. Por supuesto, como era de prever, no ahorra el zurriagazo a España, en la escena en la que la protagonista, y su mentora, leen en voz alta la leyenda de un monolito en el que se habla de “las Españas”... “como si no tuviéramos suficiente con una”... En fin, lo dicho: mejor esto que luchar heroicamente matando gente indefensa...
Jone Laspiur, a la que habíamos visto en otros films, como Ane (por el que recibió el Goya a la Mejor Actriz Revelación) y Maixabel, se ajusta adecuadamente a su papel (no sé si esto es, en puridad, un elogio...); Sambou Diaby, efectivamente vasco de nacimiento con ancestros africanos, resulta creíble en su papel, el hombre zarandeado entre su realidad actual, la de un vasco como otro cualquiera (aunque de piel negra) y la realidad de los que son de su raza pero vienen de África para intentar mejorar su precaria vida. Otros veteranos actores euskaldunes, como Josean Bengoetxea y la popular (por La casa de papel) Itziar Ituño tienen papeles pequeños, que resuelven con profesionalidad.
(02-05-2025)
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