La leyenda de Bagger Vance

Robert Redford debutó como director con la estimable Gente corriente, allá por 1980, y desde entonces ha ido simultaneando su carrera como cotizado actor con una trayectoria como realizador mucho más espaciada, pero que contiene títulos a recordar, como Quiz Show (El dilema), o su anterior El hombre que susurraba a los caballos.

Ahora vuelve sólo tras la cámara para contarnos una historia de los años treinta, en plena depresión económica de los Estados Unidos, el relato de un torneo de golf a celebrar en la ciudad sureña de Savanah, precisamente para servir de salvación a la maltrecha economía de la joven dueña de un campo.

Con una estética y una fotografía muy cuidadas, con una impecable ambientación, La leyenda de Bagger Vance hace, sin embargo, aguas en su propio argumento, demasiado blando y previsible, y en sus personajes, estereotipados y faltos de vida. Centrando el relato en una gloria local que volvió frustrado de la Primera Guerra Mundial, y que ahora ha de volver a ponerse a tono para defender a su ciudad frente a dos reconocidos campeones, Redford no termina de convencer en la tipología de sus personajes, y carga demasiado el lado místico en la figura que encarna Will Smith, una especie de profeta misterioso, Bagger Vance, que es el encargado de transformar y concienciar al protagonista.

Una endeble labor interpretativa de Matt Damon y de Charlize Theron termina por hacer naufragar el film, que se queda en una colección de estampitas y puestas de sol y, sin duda, es el peor trabajo de Redford como director.