Pelicula:

Esta película forma parte de la Sección Oficial del 46 Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

El amor lésbico a edades avanzadas es un tema poco tratado en cine; no queremos decir que en la pantalla, grande o pequeña, no se haya hecho nada al respecto (a estas alturas, tras 125 años de cine, se ha hecho de todo...), pero es cierto que, en volumen, el número de películas que han tocado el tema es insignificante con respecto a, por ejemplo, el amor homófilo (hombre o mujer) en edades jóvenes o medianas. Sobre ese amor sáfico en la tercera edad recordamos, a bote pronto, un par de ejemplos, ambos en el área hispanoparlante, el corto El encanto de la luna llena (1995), de Benito Zambrano, y el largometraje uruguayo Las herederas (2018), de Marcelo Martinessi, pero no mucho más.

La realizadora chilena Nicol Ruiz Benavides (Lautaro, 1988) estudió en la Universidad Mayor en Providencia, Chile. Debuta en la dirección cinematográfica con este largo, La nave del olvido, de larga gestación (empezó a rodarse en 2016 y no se estrenó hasta 2020). Lo cierto es que Ruiz Benavides se muestra como una cineasta interesante, con buena mano para la puesta en escena. Su película tiene dos vectores fundamentales, uno de paisaje, el de unas luces que, inopinadamente aparecen en el cielo de Lautaro, la población de la Araucanía chilena donde sucede la acción del film, en lo que pudieran ser mensajes o signos de visitantes extraterrestres, y otro de fondo, la relación homófila que emprende Claudina, septuagenaria recién enviudada cuando ha de mudarse a casa de su hija Alejandra por ser su vivienda propiedad de la empresa para la que trabajaba su marido. En su nuevo hogar, Claudina conoce a Elsa, una sexagenaria casada cuyo esposo pasa largas temporadas fuera por trabajo, una mujer de una notable liberalidad. Entre ambas, Clau y Elsa, se forja un vínculo más allá de la amistad...

Es curioso porque el tema de las luces, los avistamientos, los signos de supuestas visitas alienígenas, en puridad, no tienen mayor significación en el film, aparecen como un atrezzo vistoso y esotérico, pero realmente no tienen una incidencia apreciable en la historia, ni siquiera desde el punto de vista de que pudieran haber influido de alguna manera en la conducta de la protagonista. Entonces habrá que tomarlo como la excusa de (entre otras cosas) el título del film, con esa metafórica nave del olvido que, finalmente, no será sino la posibilidad, para Claudina, de empezar de nuevo siendo ella, lo que siempre quiso ser, como siempre quiso amar.

Film en el que contiende el famoso conflicto libertad vs. apariencias, es en ese sentido bastante previsible: como es de esperar, la cateta población de Lautaro no entenderá que dos mujeres de edad más bien provecta intimen hasta niveles impensables en sus mentes más bien mojigatas, y la hija, que cobija a la madre tras la pérdida de esta de su hogar familiar, también conspirará para evitar maledicencias y, sobre todo, los hechos que podrían generarlas. En ese sentido, La nave del olvido opta, como quizá no podía ser de otra forma en estos tiempos (qué bueno que pasaron ya los de La calumnia, de Wyler, en el que el amor sáfico terminaba como el rosario de la aurora...), por la liberación de Claudina.

Hay espacio también, aunque muy “sotto voce”, para una cierta denuncia de lo que podríamos llamar el síndrome de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, los charlatanes que, a rebufo de las dichosas luces supuestamente extraterrestres, intentarán pescar con su metafórica caña en las mentes ignorantes e incautas para llevar el agua a su molino, para pastorearlas a favor de sus intereses.

Voluntariosa y bienintencionada, la película de Ruiz Benavides apuesta por una cierta pansexualidad, por una libertad absoluta en el terreno amatorio. A ratos algo acartonada y poco creíble en el desarrollo de la historia, es cierto que no busca el naturalismo (aunque su comienzo parece no hacer ascos a cierto costumbrismo cotidiano), aunque ello hace que resulte un tanto artificiosa.

Una penúltima escena en plan “Viva la gente” no es precisamente un buen broche final, aunque el último plano quizá lo redima. A citar el curioso antro conocido como “El porvenir”, situado “al otro lado del puente”, como dicen eufemísticamente los lugareños para no citar expresamente el nombre, un tugurio donde se ven las protagonistas y donde toda sexualidad es posible, que parece una versión cutre y garrula del sofisticado club privado de Eyes wide shut.

Ruiz Benavides, como decimos, tiene buen ojo para la puesta en escena, con una realización elegante y fina. Habrá que esperar más cosas de ella, pero de entrada promete mucho. En cuanto al elenco interpretativo, el peso recae sobre Rosa Ramírez, actriz de largo recorrido (debutó en 1982), y, en menor medida, en Romana Satt, de la que podríamos decir, parafraseando el famoso film de Billy Wilder con Marilyn Monroe, que la tentación vive al lado.

Durante el film, Claudina, que no tiene (cosa rara...) el número del móvil de Elsa, utiliza como forma de llamarla un curioso sistema, arrojar piedrecitas al tejado de la casa de su amada, que al caer por la pendiente a dos aguas, produce un leve, característico ruido que alerta a la vecina del llamado (como deliciosamente dicen en Hispanoamérica) de su amante: esa sutileza no es la norma en el film, pero sí evidencia que hay materia prima en la directora y guionista para empeños de mayor enjundia que, además, no requieran un período de rodaje y producción tan extenso (casi cuatro años), que sin duda ha jugado en contra de la cohesión del film.

La nave del olvido consiguió el Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, así como el Premio Camilo a la Mejor Película de Temática LGTBIQ+, de la Asociación Cultura con Orgullo.

(22-11-2020)


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71'

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La nave del olvido - by , Nov 22, 2020
2 / 5 stars
Las piedrecitas rodantes en el tejado