Tras encadenar varios memorables melodramas (alternándolos con films de otros géneros), como Esos tres (1936), Jezabel (1938), Cumbres borrascosas (1939), La carta (1940) y La loba (1941), Wyler se pone al frente de un proyecto muy apropiado para el tiempo de guerra en el que se rodó: en 1942 Estados Unidos había entrado ya en la Segunda Guerra Mundial con todas sus consecuencias, y películas como La señora Miniver contribuirían notablemente a mantener el espíritu que se supone adecuado en la ciudadanía para afrontar un conflicto bélico de semejantes proporciones, el mayor y más sangriento de los que haya sufrido el ser humano, todo ello tomando como base la novela original de Jan Struther.
La acción se desarrolla en un pequeño pueblo cercano a Londres. Los Miniver son una familia de clase media, ambos en torno a los cuarenta; tienen un hijo veinteañero que vuelve de la universidad, además de dos niños de corta edad. Su vida se desarrolla con las fruslerías propias de una vida corriente, con cierta tendencia de la esposa al despilfarro en sombreritos y similares, y del esposo en coches. Pero cuando estalla la guerra y se declaran las hostilidades entre el Reino Unido y el Tercer Reich alemán, las cosas cambiarán, y de qué forma...
La película tiene una primera parte de comedia ligera, quizá demasiado edulcorada, con deliciosos diálogos y situaciones típicas del género en la Norteamérica de los años treinta y cuarenta, para, a partir de mediados del film, con la llegada de la guerra, tornarse más oscura, más dramática; así, el llamado del gobierno a los civiles propietarios de embarcaciones para que cruzaran el Canal de la Mancha a fin de rescatar a sus soldados acorralados en Francia, entronca de lleno con la famosa Operación Dynamo, una genialidad de Churchill que permitió salvar la vida a cientos de miles de miltares británicos y algunos miles franceses; pero las escenas de mayor dramatismo son, sin duda, las del bombardeo sobre la casa de los Miniver, que ellos viven con sus hijos pequeños en el precario refugio construido “ad hoc”, en el que progresivamente el sonido ominoso de las bombas cayendo en los alrededores irá angustiando los rostros de los adultos y de los pequeños: la cotidianidad bajo las bombas, cómo se hace rutina el horror de la guerra; o el trayecto bajo las balas del coche en el que vuelven a casa la señora Miniver y su reciente nuera.
Film que busca fundamentalmente “armar” anímica, espiritualmente a la sociedad norteamericana, y por extensión, a las de los países aliados, en un evidente canto a la defensa desde la retaguardia, La señora Miniver no sería lo que es, una deliciosa comedia que transita hasta la tragedia, sin el protagonismo de una Greer Garson que nunca estuvo mejor, con su optimismo, su sonrisa permanente, su alegría contagiosa. Aunque es evidente que la película ha envejecido mal, resultando hoy día demasiado ñoña, mantiene su mensaje vitalista, esperanzado, imprescindible para una sociedad que se enfrentaba a la peor de sus pesadillas.
Con un final vibrante, a cargo del pastor anglicano del pueblo, en el que proclama que aquella es “la guerra de todos”, confiriéndole de esta forma un aura de envite popular, de causa nacional, La señora Miniver sigue siendo una de las buenas películas de una de las mejores etapas de Wyler, la que va de mediados de los años treinta a mediados de los cuarenta. La cinta ganó un total de 6 Oscar, por los conceptos de Película, Dirección, Actriz Protagonista (Greer Garson), Actriz Secundaria (Teresa Wright), Guion y Dirección de Fotografía.
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