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Es relativamente frecuente que una película que impacta en el público aficionado al cine propicie otros productos que, sin reconocerlo, intentan beber en las mismas aguas, con la intención de reproducir ellos también, a su escala, siempre más modesta, el éxito de la película original. Es el caso: Late night tiene toda la pinta de ser una versión libérrima de El diablo viste de Prada (2006), la popular comedia de David Frankel que permitió a Meryl Streep incorporar otro de sus personajes inolvidables a la ya larga panoplia de roles memorables que nos ha regalado.

Aquí el esquema es parecido, solo que, en lugar de ambientarse en el proceloso mundo de la redacción de una revista de moda de primera línea, lo hace en el plató televisivo desde donde se emite un exitoso “talk-show”. Pero los dos personajes centrales sobre los que pivotan las historias son similares: en la que interpretaban Streep y Anne Hathaway, la primera era la soberbia redactora-jefa, una tipa desconsiderada, antipática, pagada de sí misma, que aterrorizaba a sus empleados, y la segunda la pavita que llegaba de nuevas y que, tras pasar un quinario, conseguía hacerse con el favor (profesional, nada de “en carne”, que esto es cine familiar...) de la desagradable “boss”. Pues sustituyan los nombres de Streep y Hathaway por los de Emma Thompson y Mindy Kaling, cambien el escenario de la redacción de la revista pija por el plató del “talk-show”, y el esquema será calcado.

Claro que, como dice el proverbio español, “de mis imitadores serán mis defectos”, y si ya El diablo viste de Prada, aparte de la curiosidad de la historia (que tampoco es que fuera el colmo de la originalidad...), y del duelo interpretativo entre Streep y Hathaway (resuelto, como pueden imaginar, a favor de la diva), no era precisamente Ser o no ser (por citar una cumbre de la comedia, la obra maestra de Ernst Lubitsch), esta copia es claramente inferior a su ya más bien mediocre referencia, presentando disparates en el guion como que una chica sin experiencia en el medio televisivo, con un bagaje profesional exclusivamente centrado en un trabajo adocenado en una fábrica de productos químicos, sea la guionista revulsiva que provoque el cambio de la estirada en persona, de declinante estrella con tendencia al acartonamiento a ascendente mujer del espectáculo con química con el público (no destripamos nada: es lo que se pide, y lo que se da, en este tipo de productos bienintencionados...).

¿Tiene Late night algunas virtudes? Claro, siempre las hay, como la de satirizar el ambiente más bien sofocante de los “talk-shows”, no solo la emisión en sí misma, con sus falacias, sus hipocresías y sus “posses”, sino, sobre todo, con la “cocina”, con la trastienda donde se cuecen, mal que bien, los diálogos chispeantes, las frases brillantes, las ocurrencias que, supuestamente, han de hacer reír o, al menos, sonreír, al respetable (cada vez menos respetable, es cierto...). Un cierto toque feminista, pero sin alharacas (no se nos vaya a enfadar el personal, por Dios...), y una leve reivindicación del derecho a la diferencia, con la coprotagonista que, además de ser de etnia hindú, está más bien entradita en carnes, en contra de los habituales estereotipos femeninos del cine de Hollywood. Y, por supuesto, su mejor baza la constituye la presencia al frente del reparto de Emma Thompson, a cuyo alrededor gira todo: ella es la reina, ella es, en puridad, lo único valioso en esta por lo demás mediocre comedia de superación, etcétera. Thompson hace su personaje creíble, la que fue estrella mediática de la televisión pero a la que le llega el tiempo del reflujo de la marea, y que paga con sus subordinados, desde su prepotencia y altanería, sus problemas personales, fundamentalmente ver extinguirse el talento, la vida misma del hombre al que amó sobre todas las cosas.

Con una dirección funcional y manifiestamente impersonal de la cineasta canadiense de (también) etnia hindú, Nisha Ganatra, que se ha hecho montones de series y telefilms, no precisamente exquisitos, y con guion de la propia Mindy Kaling, que escribe textos para cine y televisión desde hace tiempo, aunque generalmente sin mucha distinción, Late night vale sobre todo lo que da Emma Thompson. Todo lo demás queda opacado por ella, incluso, por supuesto, la citada Kaling, que como actriz no se puede decir que sea una maravilla. Del resto solo nos quedaríamos con la interpretación callada y doliente de un John Lithgow que compone excelentemente el personaje del marido de la diva, en un personaje secundario al que el siempre estupendo actor dota de carne, sangre y alma.
 
Es curioso porque algunos detalles que podrían considerarse críticos no están dados como tal: por ejemplo, el estajanovismo al que están sometidos en el medio televisivo, donde los empleados del gremio entran por la mañana y se van, literalmente, de noche: de sol a sol, pero ni una “mijita”, como decimos en mi tierra, de crítica hacia esa no-vida que supone estar permanentemente a disposición del jefe (la jefa, en este caso, poco menos que una diosa). Claro que en el país del darwinismo por antonomasia, en el país de la supervivencia del más fuerte, ¿qué esperábamos, conciliación familiar?

(15-05-2020)


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102'

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Late night - by , May 15, 2020
1 / 5 stars
El diablo presenta un “talk-show”