Brian Helgeland es un guionista norteamericano que también ejerce como director, si bien en este campo sus títulos son inferiores en número y calidad con respecto a sus libretos. Es autor de guiones muy notables, como el de L.A. Confidential (bien que sobre la excelente base que ya proporcionaba la novela de James Ellroy) y el de Mystic River, así como el de Green Zone: Distrito protegido. Sin embargo como director su carrera es mucho más limitada, con sólo cinco largos de ficción en dieciséis años, y además no precisamente memorables. Tampoco esta Legend le llevará a ninguna Historia del Cine.
Helgeland, también autor, lógicamente, del guión, se basa en el libro The proffesion of violence, publicado en 1972 por John Pearson, biografía de los gemelos Kray, dos malas bestias que durante la década de los sesenta pusieron en jaque a la Policía londinense con sus negocios de tráfico de drogas, juego ilegal y otras lindezas.
Tengo escrito que el cine no puede ser una escuela de moral, pero también que no puede ser tampoco una escuela de bajezas. Y es lamentable que, cada vez con más frecuencia, los personajes como los aquí biografiados, dos marrajos carentes remotamente de cualquier sentimiento que se pueda calificar como humano, sean retratados con tintes positivos, sean los personajes con los que el espectador puede identificarse. Bueno, en puridad sería el caso del gánster menos malo (es un decir…), el hermano que al menos parecía tener más o menos ajustados los tornillos en su cabecita, no el otro, el esquizofrénico que ni aun tomándose la medicación era capaz de ser una persona medianamente normal. Por contraposición, su hermano era un ángel del cielo, pero es que aquí los gemelos eran unos grandes hijos de puta que, desde luego, estaban mejor (como ya están, loados sean los cielos) bajo tierra.
Pero la postura de Helgeland, sin ser enaltecedora (hubiera sido lo último…), desde luego es mucho más benévola con este par de canallas que con aquellos que velaban, o intentaban hacerlo, por la ley y la protección del ciudadano. Porque los policías de Scotland Yard son pintados aquí como unos infelices, unos pobres diablos carentes de inteligencia para capturar a los dos felones, violentos, malas personas, marrulleros cuando no directamente imbéciles… hasta feos, en una de esas pinturas de la realidad que parece decir, mira qué guay es ser un cabrón, y qué estúpido intentar ser una persona cabal. Pues qué bien…
Aparte de ello, Legend (por cierto, literalmente el título de un poco afortunado filme de los años ochenta de Ridley Scott: será que no hay títulos…) es un thriller pesado, carente de ritmo, que lo fía todo en el continuo enfrentamiento y consiguiente reconciliación de los gemelos, así como en la relación del hermano “normal” (bueno, menos subnormal…) con una jovencita del East End londinense donde se ambienta la verídica historia.
Extenuantemente larga para lo que se cuenta, se podría aligerar en media hora y no pasaría nada; bueno, sí, nos ahorraríamos algunas de las tropecientas escenas de violencia colindante con el sadismo, en la senda iniciada por Tarantino y que directores sin su talento hozan sin saber qué hacer con ella, abrumándonos con continuas escenas en las que la única incógnita es saber de qué forma brutal se desarrollará, qué más difícil todavía se inventarán para la siguiente secuencia.
Tom Hardy hace un encomiable trabajo desdoblándose en los dos canallas, aunque es cierto que las gafas, algunos afeites y una prótesis en la boca le permiten la duplicación con más facilidad. Hardy es uno de los actores más brillantes de su generación, y aquí desde luego tiene un papel bombón. Entre los secundarios me quedo con Emily Browning, de sorprendente parecido a Jennifer Lawrence.
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