Esta película está disponible en el catálogo de Filmin, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
Aunque fundamentalmente actor, Xavier Beauvois viene desarrollando desde hace treinta años una intermitente carrera como director, con títulos de interés como No olvides que vas a morir (1995) y, sobre todo, la notable De dioses y hombres (2010). Ahora nos llega con una apreciable adaptación de la novela homónima del Premio Goncourt Ernest Pérochon, publicada en 1924, una historia ambientada en la Gran Guerra (que la Historia renombraría años más tarde con un ominoso ordinal), pero no en el frente, sino en la retaguardia, en una explotación agraria en la Francia profunda, donde, tras la marcha de los hombres a la guerra, son las mujeres las que habrán de tomar las riendas del negocio familiar y sobrevivir a toda costa.
Inferior a la mencionada De dioses y hombres, sin embargo Las guardianas no carece de interés, en una clave melodramática tocada en do menor, donde brilla la historia de la empleada Francine, una chica trabajadora y callada que concebirá un amor dulce y verdadero por uno de los hijos de su jefa, una mujer honesta a carta cabal que, sin embargo, en ese asunto actuará de forma traidora para que la realidad se ajuste a lo que ella quiere para su familia.
Con un clasicismo que no cansa ni disgusta, con una recreación pausada y discreta de la apacible vida rural, en cuyo eco resuenan los horrores del frente, Las guardianas tiene reminiscencias de un cierto cine bucólico francés; no sería ocioso citar a Jean Renoir, pero tampoco a Bertrand Tavernier, incluso a François Ozon. Obra densa que transmite poesía con la mera fuerza de sus imágenes, la película de Beauvois se beneficia de una espléndida fotografía de Caroline Champetier y de la música siempre inspirada del veteranísimo maestro Michel Legrand.
En la interpretación nos quedamos con la siempre formidable Nathalie Baye, una de las actrices más intensas del cine francés (y, para hacernos una idea, estamos hablando de la cinematografía de Isabelle Adjani y Juliette Binoche, entre otras intensísimas divas), si bien Nathalie siempre ha sido intensa “hacia adentro”, de una forma discreta y modesta. La jovencísima Iris Bry (con cierto parecido, según entendemos, con la Isabelle Huppert de hace cuarenta años), en su debut en la pantalla, cubre su falta de técnica actoral con una interpretación de una dulzura extrema, de una naturalidad absolutamente desarmante.
Sed fuertes, dice uno de los hijos de la matriarca a las mujeres que quedan al frente de la explotación agraria, al frente de la casa, al frente de la vida de sus familias. Vaya si lo fueron: sostuvieron sobre sus hombros no solo la forma de subsistir mientras no lejos se abría el infierno para tragarse a millones de combatientes en una guerra atroz, sino, sobre todo, fueron capaces de mantener la mente calma, la sensatez en tiempos en los que tan fácil era dejarse llevar por la locura, por el horror, por la desesperación.
(06-11-2017)
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