Pelicula:

Albert Serra (Banyoles, Girona, 1975) es un director catalán que desde principios de este siglo viene realizando una carrera cuando menos curiosa, aunque no siempre interesante, que aunque parezcan términos similares, no lo son. Llamó la atención con Honor de cavalleria (2006), visión sui géneris de El Quijote, para consagrarse posteriormente, tras otras películas, con Història de la meva mort (2012). Serra plantea con frecuencia sus films en épocas pretéritas; últimamente parece que le ha cogido gusto a los últimos Borbones reinantes en Francia, poco antes de la Revolución, en ese tiempo en el que la realeza y la aristocracia se descomponían en sus propias corrupciones. Como La mort de Louis XIV (2016) logró numerosos premios (Feroz, Gaudí, Lumière, entre otros), Serra ha insistido en ese mismo universo, con variantes, en Roi Soleil (2018) y ahora con este Liberté.

Francia, un tiempo antes del 14 de Julio de 1789; reina todavía, como monarca absoluto, Luis XVI, en una corte que intuye ya que su ciclo se termina. Algunos nobles especialmente libertinos se dan cita en un bosque entre Francia y Alemania para dar rienda suelta a sus perversiones, huyendo de la farisea corte borbónica. En ese lugar todo será posible...

Da la impresión de que Serra, en esta Liberté, ha optado por la (tan vieja) fórmula del “epateur le bourgeoise”, provocar al burgués, al “middle-class”, como lo hiciera (mucho mejor, por supuesto) Pasolini en Saló, o los 120 días de Sodoma (1975). Pero, claro está, estos no son los tiempos de mediados de los años setenta del pasado siglo, con lo que a estas alturas difícilmente va a escandalizar a nadie, ni Serra es, ni por el forro, el grandioso poeta, filósofo y cineasta boloñés. Se han citado, como cabría esperar, las obras del Marqués de Sade como referente, sobre todo Justine o los infortunios de la virtud, y también de Leopold von Sacher-Masoch y su La Venus de las pieles, epítome del masoquismo, pero lo cierto es que, en puridad, Liberté es una mera acumulación de escenas subidas de tono, aunque con frecuencia lo que provoca es más hilaridad que rijosidad.

Hay escenas que parecen una versión nocturna y con pelucones empolvados de El desconocido del lago (2013), una especie de “cruising” de época con mucho tío deambulando entre las ramas con casacones imposibles. Hay también alguna escena, es cierto, que tiene algún mérito, como aquella en la que Serra dispone a los pervertidos libertinos fantaseando sobre lo que van a hacer a las novicias que pretenden raptar del convento, mientras que estas, cerca de ellos, como si los observaran desde una metafórica cápsula invisible, asisten a esa conversación y murmuran entre ellas sobre las sevicias que los depravados nobles les van a deparar, en un recurso narrativo evidentemente emparentado más con el teatro que con el cine, pero que en este contexto funciona adecuadamente.

Pero no hay mucho más (aunque entre la crítica exquisita o directamente idiota seguro que le encuentran más, mucho más...) en este aluvión de excesos, donde se nos da una buena ración de sadismo, masoquismo, escatologías varias y todo tipo de variantes sexuales, pero sin que, de verdad, se aporte nada nuevo ni nada especial, más allá de esta sarta de erotismos sin un sentido concreto.

De los intérpretes solo citaremos, y por el hecho de poner la cara (afortunadamente no pone nada más, dada su provecta edad), a Helmut Berger, el efebo que fascinaba a Visconti, convertido ya en un anciano, al que Serra utiliza como el prototipo del libertino que fue en los años sesenta y setenta, en films como La caída de los dioses (1969), Ludwig (1973) y Confidencias (1974).

(10-11-2019)


 


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Liberté - by , Nov 19, 2019
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