Una vez más el cine americano cuenta su historia y exhibe la grandeza de sus mejores hombres, como lo hace aquí con el presidente número 16 Abraham Lincoln considerado el más grande, que logró la aprobación de la decimotercera enmienda en la que se abolía la esclavitud y se consideraba que todos los hombres son iguales ante la ley sin tener en cuenta su raza ni el color de piel, y la terminación de la Guerra civil americana.
La película se dedica, con un pequeño prólogo con imágenes de la crudeza de la guerra entre el Norte y el Sur, a las discusiones entre los partidos políticos sobre dicha abolición siendo el más empecinado en su aprobación el presidente, en lo que luchó durante buena parte de su mandato, por consolidar el futuro del país y que todos los hombres fueran libres. Entretanto su familia se rompía con la muerte de varios de sus hijos y la progresiva demencia de su mujer. Desgraciadamente, después de cinco años de gobierno, a los pocos meses de lograr su proyecto, que no pudo disfrutar, fue asesinado el 15 de abril de 1865, en el Teatro Ford, por el disparo de un actor, falleciendo horas después.
En su éxito también tomó parte su esposa, Mary Ann Todd, una mujer de carácter mientras que él era un simple abogado. Pero ella vio que tenía un gran futuro y que podría gobernar, convirtiéndose así en su mejor asesora. Esta figura queda un poco desdibujada en el film, sin el relieve que merecía, en lugar de tanta política y exceso de diálogos que aburre al espectador, en un guion que está bien en esos aspectos pero desequilibrado en el de su vida familiar.
Son pocas las escenas en las que se dedica a humanizar al personaje y a la relación con su familia, el no llevarse bien con Robert, su hijo mayor, que no quería que fuera a la guerra, tras sufrir la muerte de otro de sus cuatro hijos, el menor, Tad, que su madre nunca llegó a asumir.
Tras su asesinato se convirtió en un mártir y también en un mito, además de por ser un filósofo brillante y un notable escritor. Hombre cercano cuya figura era inconfundible, enjuto, encorvado, con una barba peculiar y su sombrero alto. Fue una época difícil la que le tocó gobernar, acosado por las circunstancias de una guerra civil que por fin logró que acabara esa lucha fratricida y que todos estuvieran unidos bajo una única bandera, que dejaran los intereses personales, sobre todo el Sur beneficiándose de mano de obra gratis para los campos de algodón con la esclavitud de los negros, frente al norte con una mayor riqueza.
Algo que refleja bien el guion del ganador del Premio Pulitzer Tony Kusher, basado en el libro de la historiadora neoyorquina Doris Kearns Godwin, publicado en 2005, es la lucha del poder de los partidos políticos en la compra ilegal de votos, en lo que no tuvo reparos en participar Lincoln, incluso con amaños y chantajes para comprar voluntades, para lograr su bendito propósito, algo que no difiere mucho de la política actual inmersa en la corrupción, con la diferencia de que él lo hacía para el bien común por una buena causa y ahora lo hacen para el beneficio propio o de los partidos. Recurrió a esos subterfugios a pesar de ser el presidente que más poder tuvo. La cinta hace un retrato de lo que fue este hombre, político, padre y esposo, no todo en la misma proporción, de ahí el desequilibrio, aunque no se trata de una hagiografía.
Steven Spielberg hace una madura y sobria dirección y puesta en escena, confiando en el extenso y estupendo cuadro de actores, que tienen buenos diálogos, lo que no quita que se abuse de ellos en las intervenciones en la cámara, convirtiendo la película a ratos en discursiva, aunque no se duda de su calidad y su información histórica.
Daniel Day-Lewis, quien en principio rechazó el papel, hace una notable caracterización física interpretando con una fuerte convicción, ya que es de los actores que se llevan el personaje a casa y no lo sueltan hasta el fin del rodaje. Lo contrario sucedió con Sally Field, que luchó por lograr el papel hasta convencer a Spielberg y del que hace un convincente y extraordinario trabajo como Mary Ann Ford. La música de John Williams pasa un tanto desapercibida.
Ambos están nominados al Oscar, él como actor principal (ya ganó el Globo de Oro) y ella como actriz secundaria, apartado en el que también lo está Tommy Lee Jones. El film tiene en total doce nominaciones y gran cantidad de premios de las asociaciones de la crítica americana.
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