Sabes, Pilar, que te tengo aprecio en lo personal y admiración en lo profesional. Pude disfrutar, hace tantos años que ni quiero recordarlo, de aquellos primeros cortos tuyos, entre lo telúrico y lo popular, de títulos bellísimos a fuer de espartanos: Sevilla, Viernes Santo, Madrugada, Andalucía, entre el incienso y el sudor, Costaleros… una hermosa radiografía de tu ciudad, Sevilla, que es la mía, y que hizo concebir esperanzas ciertas de que tu carrera sería fecunda. Y lo fue, aunque no te llegara ese gran reconocimiento nacional e internacional que aquellos primeros, y tan potentes trabajos, parecían augurar. Estimo tus trabajos televisivos y tu denuedo profesional por hacer un cine andaluz, hecho por andaluces y en Andalucía, sobre temas andaluces. Me gustó tu Yerma, como sabes, y siempre he pensado que hay un venero sin explotar en cine en ese río caudaloso y multiforme en el que confluyen aguas de bravos afluentes tales como el flamenco, el toro, la religiosidad popular, la copla.
Pero no siempre tener buenas intenciones supone acertar: sobre esta Madre amadísima tienes dicho, Pilar, que querías llevar a la pantalla a un personaje tan inusual en cine como un mariquita de pueblo, uno de los sufridos “vestidores de santos y vírgenes” de nuestras semanas santas y fiestas populares. El empeño era ejemplar: por primera vez podríamos contemplar, bajo el correspondiente tamiz de la ficción, la vida y milagros (quizá la expresión no es la más correcta, dado el tema) de un homosexual declarado en un contexto tan poco propicio como el régimen franquista, en lo histórico, y en un pueblo sociológicamente anclado en la Edad de Piedra, en lo geográfico. Pero (siempre hay un pero…) creo que te has equivocado, Pilar, al utilizar, para esta presentación en cine de la vida y obra de un mariquita de pueblo, un texto, el homónimo teatral de Santiago Escalante, que prima antes los aspectos cómicos de la trama que los dramáticos, y que incide en varios de los tópicos que precisamente un filme como este debería combatir: no parece de recibo que una mariquita descocada, en los años sesenta, pasara por la mili como si nada, sin recibir la cruel, sangrienta burla de sus colegas, y no digamos la abyecta represión de la oficialidad del ejército franquista, cuya homofobia constituía una de sus (sospechosas, es cierto) marcas de la casa. Que el episodio central de la secuencia militar sea el gag de la bomba de mano, resulta cuando menos lamentable; y lo es porque, viéndola, te acuerdas cómo el landismo incidió en ese mismo humor de grueso calibre y pluma al viento en filmes olvidables como No desearás al vecino del quinto.
Ciertamente, Pilar, hemos avanzado mucho desde entonces para que ahora (sin duda sin proponértelo) se vuelva a caer en los mismos clichés acartonados de hace más de cuatro décadas. Es cierto que hay un tono más dramático en la relación entre el protagonista, Alfredito, y sus padres; en el caso de ella, por el amor superlativo que justifica el título del filme; en el caso del progenitor, por los aberrantes malos tratos domésticos que, por supuesto, no son de ahora, aunque puedan parecerlo por el goteo inicuo de los telediarios. Pero tampoco se profundiza en estos últimos, y parecen estar ahí a modo de “photocall”, como fondo de la historia del amor sin ambages de Alfredito por la mujer que lo trajo al mundo, centro y eje de la obra de Escalante y también de tu película. Así que, Pilar, me perdonarás si te digo que, esta vez, no has dado en el clavo. Sé que no te gustaría que te diera jabón, ni me lo admitirías, porque tu profesión es hacer películas y la mía la de criticarlas siempre desde el punto de vista más objetivo posible. En lo que no voy a caer, por supuesto, es en hacer la sangre que otros, de itálicos gentilicios, han hecho no sólo con tu filme, sino, sobre todo, con el cine andaluz: ni el prestigio de tu nombre ni la producción que con tanto esfuerzo se monta en nuestra tierra, se merecen tratos vejatorios de quienes siguen encerrados en sus inatacables, bostezantes torres de marfil, glosando las presuntas maravillas de un cine que (me temo) solo existe en sus calenturientas mentes cahierianas.
Madre amadísima -
by Enrique Colmena,
May 23, 2010
1 /
5 stars
Un mariquita de pueblo
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