Pelicula: En una de las muchas fútiles escenas de este prescindible filme, la protagonista pisa, literalmente, un charco: para nada sirve el plano, porque ni siquiera aparece reflejada en el agua, como podría preverse, esa presencia como de ectoplasma que persigue a la protagonista durante toda la película y que irá tomando cuerpo conforme pasan los minutos del metraje.

Pues habría que preguntarse por qué Isabel Coixet, reputada directora de dramas de fuerte impacto emocional (Cosas que nunca te dije, A los que aman, Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras…), se ha dejado seducir por esta historia de terror que, ciertamente, no le pega nada. Porque la crónica de esta adolescente británica a la que, de buenas a primeras, parece seguirla una especie de doble exacta, no tiene nada que ver con los temas recurrentes coixetianos: estamos ante un terror al uso, incluso demasiado al uso, que juega banalmente con fetiches del género tan sobados como el dichoso columpio que se balancea sin que nadie lo mueva o las luces del pasillo que se van apagando conforme el aterrorizado protagonista avanza… En fin, los lugares comunes habituales, en una cineasta que, ciertamente, no imaginábamos en semejantes menesteres.

Porque se puede hacer cine de género siendo un “autor” (ya sé que las comillas no son inocentes…), pero lo que no puede ser es que el autor, o autora en este caso, actúe como un mero pegaplanos, como un artesano no precisamente brillante, con una sensación de llevar el piloto automático puesto y estar pensando en el pastón que se va a llevar por el encarguito; y eso es lo que parece haber hecho Coixet en este olvidable thriller de terror, que no interesa nunca, cuyos cabos sueltos e incongruencias darían para llenar un libro: véase esa madre poniéndole los cuernos a su inválido marido en un coche apostado, oh, cielos, justo frente a las ventanas del domicilio conyugal; y no es una cuestión de morbo (que podría haber tenido su interés), sino de mera incompetencia guionística.

Ningún interés en esta historia de chicas desdobladas, de Jekyll y Hyde con faldita tableada, de ying y de yang, de Bien y de Mal de andar por casa…

El protagonismo corre a cargo de Sophie Turner, que se ha hecho muy popular por su personaje de Sansa, la hija imbécil de Ned Stark en la serie Juego de tronos, y en papeles secundarios destaca el peculiar rostro de Jonathan Rhys Meyers, el temible Enrique VIII de la serie Los Tudor; ambos brillaron bastante más en esos notables empeños que en esta nadería. Si hasta Leonor Watling, que siempre está bien, aquí parece salida de un teatrillo de fin de curso…

Nota a pie de página: Vamos a ver, sentrañas mías: el título correcto de este filme debería ser “Mi otra yo”, puesto que el pronombre personal de primera persona admite perfectamente el femenino: véase la locución “yo misma”, por ejemplo, donde queda meridianamente claro que el adjetivo calificativo puede cambiar el género, si es el caso, al concordar con el mentado pronombre. Así que, como diría el portero de Aquí no hay quien viva: un poquito de por favor…

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86'

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Mi otro yo - by , Jul 09, 2014
1 / 5 stars
Meterse en un charco