Tiene la comedia rijosa norteamericana cierto predicamento entre determinada crítica que por lo general es muy elitista: es como si los extremos se tocaran, lo más estúpido con lo más supuestamente intelectual. Pues este Mike y Dave buscan rollo serio no parece que vaya a ayudar en ese presunto prestigio erudito de un cine que, digámoslo ya, es una completa mamarrachada.
Mike y Dave son dos hermanos, ambos solteros y rijosos, ambos navegando por los treinta, sin asomo de sentar la cabeza. Son tan patosos y tienen tal capacidad para hacer naufragar cualquier cosa en la que anden metidos (bodas incluidas) que sus padres les conminan a que, a la celebración en Hawai del bodorrio de la hermana menor de los idiotas, vayan con sus correspondientes parejas, creyendo que con ello los dos botarates estarán más contenidos. Pero resulta ser que las dos elegidas, lejos de ser una buena influencia para los memos, los empeoran, porque son como una versión con faldas de ellos mismos, corregida y aumentada. Así las cosas, el desastre en el himeneo está cantado…
Los personajes centrales de la película parecen, ya crecidos, los de la serie American Pie, de infausto recuerdo. Son algo menos rijosos que aquellos adolescentes salidos de la mentada serie, cuyo primer director fue Adam Herz, pero siguen siendo igual de mentecatos, y eso que ya rondan la treintena. Pero, como el inmortal personaje creado por J.M. Barrie, Peter Pan, se niegan a crecer, y siguen siendo los mismos cafres, los mismos gamberros carajotes de cuando tenían dieciséis años; eso sí, en contra de lo que ocurría con el niño volador, estos se dedican, sin querer, a joder la vida a los demás, y eso se supone que es gracioso.
No será con películas como ésta con las que Zac Efron, joven esperanza blanca de la interpretación yanqui, conseguirá salir del fango de las comedietas de adolescentes que cultiva con demasiada frecuencia. El camino para escapar de ese cine sin horizonte habrá de ser filmes como Yo y Orson Welles o El chico del periódico, pero no la serie de Malditos vecinos, por citar quizá la más evidente.
Jake Szymanski, director del filme, se ha fogueado en innúmeros productos más o menos humorísticos, e incluso estuvo a los mandos en algunos episodios del célebre programa cómico televisivo Saturday Night Live, pero lo cierto es que, más allá del aseado trabajo profesional, no se puede decir que aporte nada al cine, ni siquiera a la descerebrada astracanada a la americana.
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