El cine independiente USA, el popular indie, sigue confirmando que el auténtico talento del audiovisual yanqui actual está en sus filas, además de, por supuesto, en la televisión, mayormente en las series de plataformas como HBO o Netflix. Año tras año, el cine indie nos sigue regalando joyas como esta espléndida Moonlight, un pequeño prodigio que retrata la vida de un joven negro en tres etapas, la niñez, la adolescencia, la edad adulta.
La acción se centra fundamentalmente en el conflictivo barrio Liberty City, en Miami, Florida, en este descreído siglo XXI. En este barrio de abrumadora extracción racial negra, un niño enclenque y extremadamente tímido es objeto de las burlas y las persecuciones de colegas más desahogados, quizá sólo deseosos de no ser ellos el objeto del bullying de sus compañeros. El chico, en una de sus huidas de sus perseguidores, es rescatado por un jefe de camellos que lo lleva hasta su chica, quien intenta derribar su timidez y hacer que se abra. El niño vive con su madre, adicta al crack, para lo que no duda en prostituirse, con lo que el cuidado del chico es prácticamente inexistente. El muchacho tiene dudas sobre su identidad sexual…
Moonlight cuenta una triple discriminación: la primera, racial, al ser el protagonista negro; la segunda, social, al ser miembro de una comunidad pobre y de una familia desestructurada donde la figura materna, único referente adulto, es drogodependiente; y la tercera, sexual, al saberse gay pero verse obligado a reprimir sus deseos para salir adelante, en una comunidad, la afroamericana, que resulta incluso más machista que la blanca.
Barry Jenkins pone primorosamente en escena esta compleja, delicada película sobre el crecimiento de una personalidad, en los tres capítulos en los que se divide el filme, Little (Pequeño), Chiron (nombre del protagonista) y Black (apelativo con el que lo llama su único amigo, Kevin, fundamental en el desarrollo de la película). Es admirable la contención, la delicadeza con la que el cineasta trata la historia, que en otras manos podría haber desbarrado, bien por lo explícito (obviamente innecesario), o bien por lo superficial, que la hubiera banalizado. Antes al contrario, Barry Jenkins opta por contar su historia en tono menor, profundizando en la existencia de su personaje principal a base de radiografiar su rostro, sus rostros, pues tres son los (estupendos y desconocidos) actores que lo interpretan.
Filme sobre la dificultad de ser diferente incluso en nuestros tiempos, cuando se supone que ello no debería ser ninguna rémora para el crecimiento personal, Moonlight te gana por su tono calladamente devastador, por el retrato de una personalidad que habrá de terminar negándose a sí mismo para poder sobrevivir, para poder salir adelante, aunque sea en el mundo encanallado al que la sociedad, por su color, por su extracción social, lo arroja.
Con una excepcional secuencia final entre los dos amigos que fueron ocasionalmente amantes, ambos jugando aparentemente a interpretar el papel de machos que la vida les obligó a representar, Moonlight es una de las gratas sorpresas del año, cine hecho con pocos recursos económicos pero mucho talento, en una historia original del actor y dramaturgo Tarell Alvin McCraney, con guion del propio Jenkins y con una espléndida actuación del trío que da vida al personaje principal, Little/Chiron/Black, en especial el que lo interpreta como adulto, Trevante Rhodes, en un matizadísimo trabajo de una extraordinaria contención. Como curiosidad, entre los coproductores del filme aparece también Brad Pitt, prácticamente el único blanquito en un filme abrumadoramente negro.
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