Las malas digestiones suelen jugar malas pasadas. He aquí una prueba: de la brillante, originalísima, lúcida Memento, la película independiente de Christopher Nolan que hace un par de años concitó todo tipo de entusiasmos, parte este bostezante Novo, que confirma que lo importante no es tanto el tema como la forma de exponerlo.
Como en el filme norteamericano, aquí el asunto es también la amnesia selectiva de un individuo, pero lo que en Nolan era un interesantísimo ejercicio de estilo y, a la vez, una indagación sobre los misterios de la memoria, en Jean-Pierre Limosin es una empanada mental de marca mayor, una chorrada seudoporno (parece que el director está obsesionado concretamente con el cunilinguo, dada su insistencia en "amarrar al pilón" a Noriega...) que pretende jugar con la pérdida de los recuerdos de un tipo, y cómo su relación con una chica parece devolverle progresivamente la memoria. Claro que, para lo que sirve esa recuperación, más valía que se hubiera quedado amnésico perdido...
Se copia descaradamente algunas de las ideas básicas de Memento, desde las continuas notas manuscritas que constituyen el soporte físico de la memoria del protagonista, hasta la escritura de nombres sobre su propio cuerpo para que no se le olviden. Todo ello desaliñadamente expuesto en uno de los peores guiones que hemos visto en mucho tiempo, deslavazado, sin ideas, sin saber a dónde va, haciendo profesión de fe del famoso aforismo, "ya que no somos profundos, al menos seamos oscuros".
Historia confusa, cuando no directamente oligofrénica, lo que venda en taquilla estará exclusivamente motivado por los muchos centímetros de íntima epidermis que se regala de Eduardo Noriega y de Anna Mouglalis. Así que queda reservada a erotómanos sin muchos escrúpulos...
(04-03-2003)
95'