Pelicula:

Thomas Vinterberg fue, junto a, entre otros, ese “enfant terrible” que responde al nombre de Lars Von Trier, uno de los fundadores en los años noventa del llamado Dogma’95, movimiento que pretendía volver a la pureza de los orígenes del cine, sin planificación en el rodaje, nula importancia del director, filmación con sonido directo, mínimo montaje y sin iluminación “ad hoc”. Aquella vaina, como era de prever, no duró mucho, afortunadamente, pero de esa memez (que ya habían hecho, y mejor, los chicos de la Nouvelle Vague) salieron algunos valores reseñables, como Lone Scherfig o el propio Vinterberg; Von Trier juega en otra liga, como es sabido, la de los provocadores profesionales y expertos en mercadotecnia...

De Vinterberg se recuerda con agrado precisamente una de las pocas pelis que hizo dentro de Dogma’95, Celebración (1998). Ya en el siglo XXI, y abandonada definitivamente la tontería “dogmática”, ha hecho un par de títulos relevantes, La caza (2012), sobre el vidrioso tema de la pederastia y las denuncias falsas, y La comuna (2016), de alguna manera autobiográfica, dado que su infancia y primera juventud transcurrieron efectivamente en uno de esos colectivos así llamados; además ha hecho algunos títulos más comerciales, dentro de los estándares al uso, como Lejos del mundanal ruido (2015), nueva versión de la novela de Thomas Hardy, y Kursk (2018), sobre el trágico hundimiento del submarino ruso de igual título.

Con Otra ronda parece evidente que ha vuelto el mejor Vinterberg: su nueva película presenta un grupo de profesores daneses en un instituto de enseñanza media en su país. Los cuatro, todos varones, tienen vidas diversas: Martin, profesor de Historia, sestea con su mujer y sus dos hijos adolescentes, habiendo perdido el interés prácticamente en todo; Nikolaj está casado y tiene tres niños pequeños, se siente apresado por su familia y su dominante esposa; Tommy, soltero, profesor de gimnasia, carece de interés por nada, como Peter, profesor de música. En la celebración (guiño quizá a su película más célebre, si se nos permite el pleonasmo) del cumpleaños de uno de ellos, surge la idea de, conforme a una supuesta teoría del filósofo Finn Skarderud, realizar el experimento de mantener un nivel de alcohol en sangre del 0,05%, atendiendo a lo presuntamente sugerido (aunque en realidad no fue tal) por ese filósofo de ideas poco convencionales. Los cuatro, aburridos de sus vidas, abrazan este supuesto experimento quizá con demasiada pasión...

No sabemos cómo hubiera sido esta película si no hubiera fallecido antes del comienzo del rodaje Ida, la hija mayor del director, en un estúpido (todos lo son, es cierto) accidente de tráfico. Sí parece (o al menos así lo ha verbalizado el director) que la influencia de esa muerte se ha dejado notar en el mensaje final, en esa “celebración de la vida” con la que Vinterberg parece querer terminar su historia, un mensaje que, a la manera de los elementos de la doctrina marxista (pero sin esa ideología de por medio), presenta una tesis (la abstinencia absoluta), una antítesis (la borrachera total) y una síntesis (el punto justo de alcohol para “celebrar la vida”).

Todo ello en un film ciertamente singular, que se fija en personas normales y corrientes, quizá hastiadas de sus vidas, para las que experimentar el mantenimiento de un determinado nivel de alcohol en sangre les permite algo así como una nueva perspectiva, una mirada diferente sobre sus mortecinas existencias, aunque, claro está, el alcoholismo es un camino de no retorno. En ese sentido, el mensaje final, la moraleja, está tan henchida de felicidad como falsa es: llegados a un punto, el alcoholismo no tiene marcha atrás, como bien saben los millones de alcohólicos, anónimos y no anónimos, que pueblan el mundo: se podrá permanecer abstemio (de alcohol, de cocaína, de cannabis, de juego, de otras muchas adicciones, tangibles o intangibles), pero la tentación siempre estará ahí, esperando la más mínima rendija para golpear de nuevo y desandar todo lo tan trabajosamente avanzado.

Claro que Otra ronda se puede considerar, con razón, como la imprescindible catarsis de Vinterberg para afrontar la dolorosísima pérdida de su hija, como un gigantesco Diazepam de coste estratosférico para poder seguir viviendo: qué mejor que combatir la depresión con un canto a la vida, aunque sea “achispado”.

Al margen de ese lenitivo en el que se ha convertido el film para el director, lo cierto es que Otra ronda funciona, y funciona muy bien, en el retrato de estos cuatro hombres hastiados de sus vulgares, rutinarias, mediocres vidas, que quieren creer que el alcohol los convertirá en Hemingway, o en Churchill, o en cualquiera de los otros ilustres beodos que han pasado a la posteridad por bañar sus obras en alcohol de cuarenta grados. Porque, claro está, Hemingway o Churchill no fueron lo que fueron por el alcohol trasegado: ya llevaban de serie el genio para sus respectivas carreras, el alcohol, quizá (solo quizá...) les pudo ayudar a ponerlo sobre la mesa... Pero estos cuatro varones insatisfechos pasaran del cero al infinito, y lejos de sacar lo mejor de sí mismos, más bien los empeoró, sobre todo cuando su ansia por trasegar todo tipo de espirituosos fue a más hasta bordear el coma etílico, en algún caso literalmente a perder la vida.

Buena película esta Otra ronda, espléndidamente filmada por un cineasta que se encuentra, parece evidente, en su mejor momento creativo, aunque su moraleja pueda ser discutible. En el fondo podría no serlo, si la entendemos como una metáfora del “joie vivre”, de la alegría de vivir, del “carpe diem” que nos parece proponer Vinterberg: vivir a tope, sin inhibiciones, para celebrar la vida en todas sus manifestaciones. No deja de ser curioso que un director que, con Celebración, filmó una vigorosa denuncia contra la familia, aquí llegue a la felicidad cuando se reconcilia con ella, aunque sea sumergida en los etéreos vapores etílicos de una buena papalina.  

Gran trabajo, como siempre, de Mads Mikkelsen, que si fuera norteamericano tendría ya dos o tres Oscar sujetando los libros del mueble-bar de su casa, y si fuera inglés sería ya “sir”... Pero también estupendos los otros coprotagonistas, menos conocidos que el gran Mads, pero igualmente buenos: Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe, todos ellos ya habituales en los films vinterbergianos.

(04-05-2021)


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117'

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Otra ronda - by , May 04, 2021
3 / 5 stars
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