Peligro inminente

Parece que el cine comercial norteamericano o europeo se queda sin Malos. Después de varias décadas en las que los Buenos se enfrentaban invariablemente a los comunistas, en sus distintas versiones rusa, china, cubana, vietnamita…, tras un breve paréntesis de cargarle el mochuelo al terrorismo árabe, ahora no se sabe quién puede hacer de Malo de la película. Con los rusos a la deriva (des)gobernados por el beodo Yeltsin, y con Gadafi calladito, parece que son los narcotraficantes suramericanos quienes pueden mínimamente asumir el rol de la maldad en este cine maniqueísta que, en verdad, sólo busca la acción y la emoción.

Y así lo hace Peligro inminente, larga y premiosa tercera entrega de las aventuras del agente de la CIA, Jack Ryan, tras La caza del Octubre Rojo (1990) y Juego de Patriotas (1992), un agente que algunos han querido comparar con James Bond 007, aunque las diferencias son insalvables. Ryan es un burócrata amante de su familia, frecuentemente engañado por sus mismos jefes, mucho más maquiavélicos que este honesto funcionario que sólo entra en acción en casos muy extremos.

En Peligro inminente Jack Ryan lucha contra los cárteles de la droga colombiana, sin saber que, paralelamente, un comando ilegal de su país también lo hace con métodos más expeditivos. En un tira y afloja de agentes y contraespías, engaños y tramas internas (que llega a hacerse confuso y cansino para el espectador) va avanzando la historia, dirigida otra vez por el australiano Philip Noyce, que carga toda la espectacularidad (tiroteos y bombas incluidos) en el tercio final del film.

Con sus toques patrioteros (John Milius interviene en el guión), un capo de la droga llamado Escobedo y tres profesionales actores a la cabeza (Harrison Ford, Willem Dafoe y el portugués Joaquim de Almeida), Peligro inminente insiste en su triste presentación del presidente de los Estados Unidos como un individuo manejado por otros y de dudosa moralidad, tema que se repite en todo el cine reciente hollywoodense.

Al final, casi se salva de la total culpabilidad a los narcos y se apunta a políticos y corruptos como nuevos malos del cine de agentes, con lo que ciertamente se abre un nuevo filón que, visto cómo tenemos el patio en muchos países europeos, puede dar pero que mucho juego…