Princesa por sorpresa

Concebida como un cruce más bien cretino entre Sissi y las comedias descerebradas para adolescentes, tipo American Pie, esta Princesa por sorpresa, paradójicamente, no sorprende en absoluto. La historia parece escrita a cuatro manos por el redactor más monárquico del ¡Hola! y el más ecologista del Diez Minutos, con ayuda de sus sobrinos golfos para dar el toque levemente gamberro. Ahí es nada: quinceañera famosa en el colegio por su patosidad resulta ser inopinadamente la hija del rey muerto (rey puesto...) de un minúsculo país europeo (¿Mónaco como modelo, quizá?), y la reina regente, su abuela, habrá de verse con la ingente tarea de preparar para princesa al Patito Feo, que además de su nieta, parece serlo también del inspector Clouseau de La pantera rosa.

Es cierto que el director, Garry Marshall, responsable en otro tiempo de éxitos de taquilla como Pretty Woman o Novia a la fuga, no se toma demasiado en serio este film, con cosas tan chocantes como que el Baile Anual del pequeñísimo país, su fiesta por antonomasia, se celebre en... Estados Unidos. Es cierto que hay algún apunte de interés, como un tibio varapalo a la abominable famositis que nos invade (Andy Warhol, te podías haber callado lo de los quince minutos de fama...) o la decisión de llegar al poder para transformar la sociedad, aunque el poder sea tan relativo como el de un monarca en un gobierno parlamentario, pero el conjunto dista mucho de ser atractivo.

La aparición de una carismática Julie Andrews, ya repuesta de sus problemas vocales, y de un simpático Héctor Elizondo, en un papel muy distinto a sus habituales matones, son dos de las mejores bazas de un lunático film manifiestamente prescindible. En cuanto a la protagonista absoluta, la jovencita Anne Hathaway, parece al principio la versión yanqui de Betty la Fea, para después convertirse en (literalmente...) la Reina de la Fiesta.

(16-12-2001)