Pelicula:

El éxito en los últimos años de algunos policíacos tan potentes como No habrá paz para los malvados (2011), de Enrique Urbizu, y La isla mínima (2014), de Alberto Rodríguez, ha propiciado un cierto reverdecimiento del thriller español. Se puede considerar que este Que Dios nos perdone forma parte de ese grupo de films hispanos que buscan, con buen criterio, un lugar al sol dentro del cine criminal tanto en taquilla como en reconocimiento crítico. En este caso se puede decir que no consiguió ni una cosa ni la otra, pues su acogida comercial fue más bien modesta y la crítica tampoco fue especialmente benévola.

Y no es que la historia, como argumento, no sea atractiva: Madrid, 2011, en los mismos días efervescentes del 15-M y también en vísperas de la visita a España del Papa Benedicto XVI. En ese contexto, una muy dispar pareja de inspectores de la Policía Nacional, adscritos a Homicidios, habrá de lidiar con lo que parece un asesino en serie que actúa siempre por el distrito centro de la capital, con un mismo patrón de corte violentísimo, violando y asesinando brutalmente a ancianas que viven solas. Uno de los policías, con problemas de tartamudez, es meticuloso y perfeccionista, pero tiene dificultades para relacionarse con las mujeres; el otro es volcánico, torrencial, sanguíneo, y se enfrenta a un expediente muy grave por una agresión a un compañero, con graves consecuencias físicas, por un quítame allá esas pajas. Los crímenes del asesino en serie se suceden, y esta extraña pareja de polis no termina de encontrar una pista fiable…

Pero la historia, interesante y con muchas posibilidades, se echa a perder por un guion no precisamente excelso del propio director y su colibretista Isabel Peña, un guion plagado de incoherencias, de lugares comunes, de conductas incongruentes, de azares pillados por los pelos, de flecos sueltos. Los personajes, salvo el del policía brutal, no están bien definidos, se quedan en el brochazo, en el trazo grueso. Incluso Antonio de la Torre, uno de nuestros actores más sutiles y con una rara capacidad para construir roles complejos y transmitir emociones, aquí está muy por debajo de su nivel, con un personaje atrabiliario y falto de cincelar en el propio guion.

Y eso que Rodrigo Sorogoyen demuestra buenas ideas visuales, como el arranque, sobre el vídeo que una cámara de seguridad graba en la comisaría de Policía, asistiendo así a la brutal agresión del policía violento a otro compañero; la escena de la persecución del sospechoso por el centro de Madrid, metro incluido, también está filmada con fuerza, con poderío. Pero el conjunto no termina de convencer, no llega al estándar de buena película que habría que exigirle a este importante esfuerzo de producción, con un muy profesional equipo técnico y dos estupendos actores al frente del reparto, amén de una historia a la que podría habérsele sacado mucho más partido. Se desperdician las bazas de hacer una cierta lectura política (15-M, visita del Papa, el peor momento de la crisis económica iniciada en 2007) y todo se queda en una suave, tópica critica de los mandos policiales “políticos” y su capacidad para salvarse de todos los marrones echando la culpa a sus subordinados, los maderos.

Claro que, si hay alguien que está realmente superlativo, ése es el coprotagonista Roberto Álamo, que hace toda una creación de su policía, un tipo inicialmente horrible pero al que la matizada interpretación del actor madrileño hace muy interesante, una mala bestia que intenta contenerse a toda costa (no siempre con éxito…), y a quien en un momento dado parecen haberle mirado todos los tuertos de España, de tan mala suerte como se le acumula. Álamo, con toda razón, recibió varios premios por su eximia interpretación, entre ellos el Goya, el Feroz y el José María Forqué. Chapó también para el psychokiller, Javier Pereira, un papel que el joven pero ya veterano actor (también) madrileño compone desde la mirada como de loco, desde la mandíbula rabiosamente cuadrada, como una impronta de determinación vesánica.


Que Dios nos perdone - by , Jan 12, 2018
2 / 5 stars
Historia desperdiciada