Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2017 (SEFF’17).
El cine portugués, tras la muerte de Manoel de Oliveira, parece buscar un nuevo referente, o al menos un nuevo camino. A veces ese nuevo camino parece querer transitar por temas o tonos oliveiristas, pero, si toda comparación es odiosa, en este caso más aún. Nos tememos que algo de eso hay en esta Ramiro, una comedia entreverada ligeramente de drama, aunque ciertamente ni mueve a la risa, ni a la sonrisa, ni a la pena (en todo caso por aburrimiento…).
Ramiro es un poeta en dique seco, que hace años no publica aunque tiene una exigua cohorte de seguidores que lo creen un vate exquisito; ahora ejerce de librero de lance, pero actuando tan impertinentemente con los posibles compradores que tiene la rara habilidad de espantarlos, incluso a los más entregados. Es tutor de una adolescente huérfana, en torno a los 17, embarazada ya como de ocho meses; mantiene una relación de pareja de lo más rara con una cuarentona, pero después le pone ojitos a toda dama que se le ponga a tiros y le haga tilín, aunque como es un soso, no se come una rosca…
La vida y milagros de este poeta (me temo que más bien poetastro…), pésimo librero y amante tirando a regular, por no decir lamentable, lo cierto es que no aporta nada, no nos dice nada, no parece querer llegar a nada. Manuel Mozos, que tiene ya una larga carrera como director (y como montador, actor y guionista: todo un hombre orquesta), no nos parece un cineasta precisamente brillante ni dotado para la puesta en escena. Su cine es chato, impersonal, blando hasta el bostezo. Ha contado además con un guion de los autores de la trilogía de Las Mil y Una Noches, Telmo Churro y Mariana Ricardo, lo que podría haber hecho que el film tirara por la senda del fantástico extravagante, como en esa (por lo demás) muy irregular trilogía; pero no, Churro y Ricardo optan por el realismo, un realismo pedestre que en ningún momento consigue atraer la atención del espectador.
Así las cosas, no sabemos cuál es el mérito de Ramiro, más allá de la pintura del personaje central, pintura que, ciertamente, tampoco es como para tirar cohetes. El protagonista, António Mortágua, es un respetado actor y director teatral en Portugal; su compañía, Primeiros Sintomas, ha montado textos de Brecht, Wilde, Chéjov y Beaumarchais, entre otros autores de primer nivel. Apenas se ha prodigado en cine, y a la vista de este Ramiro, mejor será que se quede en el teatro, donde evidentemente le va bastante mejor…
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