Soy de los que piensan que en cine vale todo, siempre que el resultado sea lo suficientemente atractivo como para que cualquier mente abierta pueda disfrutar (a veces sufriendo: véase el cine de terror); el único gran pecado en el que los fautores de un filme no deben caer nunca es el de aburrir al respetable, lo que equivale a una falta de respeto que, al menos yo, no estoy dispuesto a consentir. Esta película del por otro lado interesante Steven Shainberg, del que en España se ha visto “Secretary”, parte de un pie forzado: se narra una elucubración sobre lo que podría haber sucedido a la fotógrafa Diane Arbus durante los anónimos tres meses anteriores al momento del abandono de su familia y de su posterior dedicación plena a la fotografía, que la haría famosa en el mundo entero.
Pero, claro está, el problema no es ya que este imaginario retrato de la fotógrafa sea ficticio, que lo es y así lo reconocen los autores de la película, sino que esa ficción adolece de falta de garra, de inverosimilitud, ese otro gran pecado en el que no debe incurrir nunca el cine. Porque la supuesta historia que se nos cuenta no puede ser más marciana, y, lo que es peor, no interesa nunca: Diane, rica heredera, es esposa de un fotógrafo de clase media y tiene dos hijas; pero se siente fuera de su lugar, y alguna vez da rienda suelta a sus instintos exhibicionistas; cuando un extraño vecino que no enseña el rostro se muda al piso de arriba, esta mujer socialmente insatisfecha se siente atraída por el misterio del que resultará ser un hombre afectado de hipertricosis, enfermedad que hace que el pelo salga con una gran rapidez por todo el cuerpo; de esta forma Diane conocerá un submundo inimaginable: enanos, gigantes, mujeres sin manos… un microcosmos de “freaks” de circo que supondrán para ella la aparición de un universo tan distinto al hasta entonces conocido.
Hombre, es una interpretación de lo que pudo empujar a la hasta entonces modosita ama de casa a dar un triple salto mortal sin red (y sin ser trapecista…) y marchar a un campo de nudistas a fotografiar a todo quisque en bolas. Es una interpretación, aunque desde luego no parece probable, ni siquiera posible. Pero es que, incluso aunque fuera imposible, hay formas de hacer las cosas de tal manera que se haga estimulante lo que no es sino un muermo: la relación entre la pánfila y el hombre-pelo, aparte de recordar visualmente a “La bella y la bestia”, carece de interés más allá del que desprende esta fláccida relación, supuestamente trufada de momentos extravagantes, pero que realmente no es sino una acumulación de imágenes estrafalarias, de secuencias para “epateur les bourgoises”, como decían los maestros franchutes, para provocar a las mentes bienpensantes, sin que realmente, a estas alturas, provoquen otra cosa que fastidio y aburrimiento.
Así las cosas, quedan sólo algunos elementos de interés: como ver a Nicole Kidman en un papel de lo más raro en ella (y ha hecho algunos curiosos: cfr. “Eyes Wide Shut”, sin ir más lejos), una gris ama de casa que encuentra en un fulano lleno de pelos la razón de su existencia, que ya es encontrar… Sus impulsos exhibicionistas, tanto en pantalla como orales, tienen también su trasfondo turbio, lo que, en una belleza de náyade como la suya, no deja de tener su morbo…
Una última cosa, dirigida a los distribuidores: ¿no había más títulos posibles que este de “Retrato de una obsesión”? Es casi calcado de otro, “Retratos de una obsesión”, que protagonizó Robin Williams hace un lustro. ¡Qué falta de imaginación!
Retrato de una obsesión -
by Enrique Colmena,
May 10, 2007
1 /
5 stars
La bella y la bestia
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