Pelicula:

Carlos Serrano de Osma (Madrid, 1916 – Alicante, 1984) fue un guionista y director español que llegó a tales tareas desde la profesión de crítico de cine. Quizá por ese antecedente fue un cineasta innovador, un estilista que consiguió algunos títulos ciertamente recordables, desde su adaptación del relato unamuniano Abel Sánchez (1947) a la versión al cine de La sirena negra (1947), de Pardo Bazán, pasando por la que probablemente es su obra más sugestiva, Embrujo (1948), experimento surrealista con Lola Flores y Manolo Caracol. A principios de los años cincuenta, con el concurso en el guion, entre otros, del catalán Julio Coll (que después dirigiría algunos de los títulos fundamentales del cine español de esa década y de los sesenta, como Distrito Quinto, Un vaso de whisky y Los cuervos), rodaría en Cataluña y Marsella este Rostro al mar que, ciertamente, se desmarcaba del tono patriotero y triunfalista con el que el cine hispano de la época, fuertemente dominado por el régimen franquista, solía afrontar el tema de la Guerra Civil y los personajes republicanos, no digamos ya los comunistas.

Las primeras escenas de la película son documentales, escenas rodadas en la  propia Guerra Civil Española. Un rótulo en pantalla nos informa de que estamos en enero de 1939, cerca de la frontera francesa. Se oyen continuas explosiones, el frente está cerca. Una pareja, Alberto e Isabel, huye en un coche; ella está embarazada, buscan donde refugiarse porque el parto está próximo. Él, miliciano comunista, abre a tiros la puerta de una mansión. La mujer es atendida por unas viejecitas que viven en la casa, mientras el marido busca un médico. Cuando vuelve, ya ha nacido la niña. Alberto tiene que marcharse para no comprometer a su familia, pero promete volver cuando pueda; ella le da una medallita para que no la olvide nunca...

Serrano de Osma, queda dicho, fue un estilista. Consecuentemente, la puesta en escena es vigorosa, clásica, juega con criterio con los fundidos encadenados y otros recursos fílmicos, siempre al servicio de la historia que nos cuenta. En algunas escenas, como la del acoso a Alberto en Marsella por sus excamaradas comunistas, Serrano utilizaría intencionadamente una fotografía de marcados tintes expresionistas, con interesantes juegos de luces y sombras.

Llama la atención la mirada benévola con la que esta película de principios de los años cincuenta observa al personaje de Alberto, un comunista sin embargo de buenos sentimientos, cuando en el cine de la época este tipo de roles, o simplemente cualquier republicano, era “per se” un personaje totalmente negativo, sin matices; por supuesto, el hecho de que Alberto sufra una evolución ideológica y se despegue de sus antiguos camaradas (entre otras cosas porque lo encierran en un campo de concentración en la URSS, que ya es un motivo más que sobrado para ello...), evidentemente, ayuda a esa mirada benévola, pero no deja de ser un claro avance con respecto a lo que el cine español del franquismo hacía en estos casos en ese tiempo. Eso no quita para que los rusos como tales sean pintados de forma vesánica, con esos soldados soviéticos que tienen preso a Alberto y sus amigos, soldados que no pueden ser más malos, más crueles, más ruines...

Resulta también interesante la ambientación del film en Cataluña; aunque no se llega a hablar en ningún momento en la dulce lengua de Verdaguer, sí hay algunas escenas de corte claramente catalanista, como la sardana que se baila en las fiestas del pueblo. Otro apunte interesante y en absoluto conservador será la decisión final que la mujer habrá de tomar por sí misma, decidiendo con qué hombre se irá, si con su marido o con el que durante varios años ha sido su protector y el de su hija; ella decide, no lo hacen ellos por la mujer, no pertenece a ninguno, ni siquiera por los “sagrados” lazos del matrimonio, en aquella época incuestionables.

Estamos entonces ante un melodrama romántico con triángulo amoroso, muy del gusto de la época, quedando el tema político como paisaje al fondo, pero con un sintomático tratamiento nada maniqueo, muy avanzado para su momento histórico.

El film contó con actores poco conocidos, la cantante vasca metida a actriz Eulalia Montero, con rostro de permanente sufridora, y el italiano Carlo Tamberlani, que rodó varias películas en España en aquella época. El más endeble resultó ser el rival romántico, Antonio Bofarull, un actor muy entrado en carnes que ciertamente resultaba engolado y poco natural, en la peor escuela declamatoria de los intérpretes españoles de la época.

(16-01-2021)


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83'

Año de producción

Rostro al mar - by , Jan 16, 2021
2 / 5 stars
Avanzada para su época