Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


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(En el trigésimo aniversario de la muerte de Julio Coll, recuperamos la crítica de una de sus películas más celebradas. El lector interesado en su obra y en el cine negro catalán clásico puede consultar también nuestro artículo Una aproximación geográfica al cine policíaco español (I). El duopolio Madrid-Barcelona durante el franquismo).


Julio Coll es uno de los nombres fundamentales del cine catalán de los años cincuenta y sesenta. Precursor, con su guion de Apartado de Correos 1001 (1950), del estupendo cine negro que se hizo en Barcelona durante esas dos décadas, como director también tuvo títulos señeros, tanto en el campo del “film noir”, con Distrito Quinto (1958) y Ensayo general para la muerte (1963), como en el drama, con Un vaso de whisky (1959). En ese mismo género, pero en distinto contexto, se inscribe este Los cuervos, que se ambienta en los procelosos cenáculos de la gran empresa.

Barcelona, a principios de los años sesenta. Carlos ha logrado construir un imperio empresarial, pero su sociedad se tambalea; se encuentra gravemente enfermo del corazón, lo que es sabido por sus enemigos, que pretenden derrocarle y hacerse con el poder en la empresa; junto con su secretario, César, habrá de planificar una estrategia para hundir a los que pretenden hacerse con el control de la entidad, pero también conseguir recuperar la salud, para lo que habrá de tomar una decisión crucial...

Los cuervos presenta un ominoso panorama de la clase empresarial, según el film enfangada en luchas intestinas en las que los escrúpulos son inexistentes, donde todo, absolutamente todo, vale, incluso sacrificar vidas humanas para salvar la propia. La visión de esta clase alta, de esta plutocracia, resulta desalentadora: los mayores colindan con la llamada delincuencia “de cuello duro” (balances opacos, estafas, apropiación de patentes...), pero también su prole deja mucho que desear: con tendencia a la molicie, sin valores, viviendo una vida desenfrenada y sin ocupación digna de tal nombre.

Tan demoledor era el retrato de la clase alta barcelonesa que Coll se vio obligado a incluir una introducción, mediante una voz en off, en la que se dedicaba la película “a todos los hombres honrados que aún quedan en el mundo, a todos aquellos que trabajan, aman y sufren en las grandes ciudades y creen en la honestidad de sus semejantes”. Se incluyen en el film temas que hubieran parecido imposibles en el cine español de la época, como la posibilidad de que alguien con dinero sin tasa pudiera disponer de la vida de otra persona para su propio beneficio, o movimientos bursátiles especulativos para hundir al contrario en la miseria. Todo ello con un tono adulto, con una historia que, ciertamente, al españolito de a pie, recién salido de la continua recesión que conllevó las dos décadas posteriores a la Guerra Civil Española, debía sonarle a chino.

Los cuervos es, entonces, un entonadísimo drama que se beneficia de un guion sólido, muy bien construido, donde los giros argumentales están dados con verosimilitud, son creíbles dentro de la intrincada trama que se nos cuenta, y que gira sobre dos hombres: Carlos, el empresario que quiere acabar con los que le acosan, aunque ello pueda costarle perder la empresa (y cuanto ello conlleva, como el puesto de trabajo de cientos, miles de personas), y César, su secretario personal, dolorosamente damnificado por su patrón en su infancia, que busca afanosamente que no vuelva a repetirse su tragedia. Entre ambos, la hija de Carlos, descreída, escéptica, un punto cínica, que sin embargo encontrará su propia humanidad cuando descubra los manejos en los que están su padre y César, por quien siente (aunque no lo reconoce) algo más que amistad. La historia parece sobrevolada por el drama Julio César, de Shakespeare, tanto por la trama (el líder que pretende ser derrocado por sus presuntos amigos o socios) como por algunos personajes, como el de César, cuyo rol en la tragedia shakespeariana, sin embargo, se correspondería más bien con el de Marco Antonio.

Gran trabajo interpretativo, con la dureza que requerían sus personajes, de Arturo Fernández (qué pena que, con el tiempo, este actor que lo fue todo en el cine negro español de los años cincuenta y sesenta, derivara hacia la comedieta casposa) y de George Rigaud, tan alejado del personaje que le daría fama, en El día de los enamorados (1959), donde encarnaba a un elegante San Valentín. Junto a ellos la actriz mexicana Rosenda Monteros, que hizo parte de su carrera en España, con films como este o Ninette y un señor de Murcia (1966), de Fernán Gómez, pero también en Estados Unidos, habiendo participado, por ejemplo, en la mítica Los siete magníficos (1960), de John Sturges.


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96'

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Los cuervos - by , Sep 21, 2023
4 / 5 stars
Demoledor retrato