Malcolm X tuvo su película pero Martin Luther King, pastor de la Iglesia Bautista, solo había tenido dos tv movies y un documental. Ésta no es su biografía, de la que tiene los derechos Steven Spielberg, sólo un momento histórico de su vida. Selma es el lugar donde se luchó por los derechos civiles de los afroamericanos que junto con el famoso discurso de Martin Luther King (“He tenido un sueño”) se logró la igualdad entre negros y blancos y así se convirtió en bastión del racismo de la época en el sur de los Estados Unidos.
Se cumple medio siglo de la primera marcha a través del puente sobre el río Alabama, y Ava DuVernay, una joven directora de color, decide hacer Selma y poner al líder negro como protagonista de esta historia, al tiempo que hace un alegato contra el racismo. El film arranca con la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1964 y hace un flash-back para iniciar la historia con la bomba que mató a cuatro niñas negras en la Iglesia de Birmingham, en Alabama, hasta la promulgación de la Ley de Derecho al voto en 1965.
Selma pone al político y activista Martin Luther King a nivel de calle, con sus defectos y sus dudas, y acerca al espectador la figura del hombre que tenía depositada su fe en Dios, en la oración y la justicia, no la del ídolo de masas, sobre el que recayó una gran presión a la hora de conseguir su propósito junto a su esposa Coretta, que le ayudó a lograrlo.
El 7 de marzo de 1965, unos 600 manifestantes de color que habían iniciado una marcha pacífica hacia Montgomery, capital de Alabama, para reafirmar sus derechos electorales, fueron maltratados por la policía en el Puente Edmund Pettus en una represión sangrienta que fue llamada Bloody Sunday (Domingo sangriento), que conmocionó a la población americana, al ser vista por millones de espectadores por la televisión. Tres semanas después, varias decenas de miles de personas, lideradas por Martin Luther King, realizaron otra manifestación hacia la capital del estado de Alabama.
La cinta retrata la lucha histórica de Martin Luther King en defensa del derecho al voto de los afroamericanos, una campaña peligrosa que culminó en la épica marcha de Selma a Montgomery, Alabama, que convenció al Presidente Lyndon B. Johnson para promulgar la Ley de Derecho real al voto de los ciudadanos de raza negra en 1965.
King no quiso ser político, por las limitaciones que tendría, sino un apóstol de la no violencia, y fue ese el camino que tomó para lograr su idea frente a la agresividad de los blancos que aplicaban su ley a los negros, a los que tenían sojuzgados sin reconocerles su derecho al voto y a decidir como los demás seres humanos, en uno de los momentos más turbulentos de la historia norteamericana. En Alabama podía votar únicamente el dos por ciento de los negros, y éstos estaban aterrorizados por el gobernador Wallace y el sheriff Clark.
Él puso la primera piedra para que hoy se les reconozcan sus derechos y que fuera posible que un hombre de color ostente el poder en la nación norteamericana. Cuando lo asesinaron el 4 de abril de 1968 tenía 39 años.
El guion del primerizo Paul Webb, basado en los documentos del FBI que dirigía John Edgar Hoover, recoge esos principales movimientos así como las entrevistas de King con Johnson, pero se detiene demasiado en reuniones y sermones que ralentizan el ritmo y lo llenan de diálogos que pesan en el ánimo del espectador, porque no le emocionan y cuya plana realización no lo evita. Es interesante lo que plantea pero no la forma en que lo hace.
Bien el actor británico de color David Oyelowo como King, rodeado por secundarios de lujo como Tom Wilkinson, Tim Roth o Cuba Gooding Jr.
Ganó el Globo de Oro y el Oscar a la Mejor Canción por Glory, cantada por John Legend y el rapero Common.
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