Nicolas Winding Refn es un cineasta danés de formación USA, que en 2011 dio la campanada al ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes (sin dudas el premio cinematográfico más importante del mundo, con permiso de los Oscars, que es más una cuestión de marketing) con su austera Drive. No sé si se le han subido los humos a la cabeza, pero lo cierto es que este su nuevo trabajo es bastante inferior, aunque no está carente de méritos.
Bangkock, en la actualidad. Un monstruo con apariencia de ser humano viola, tortura y finalmente mata vesánicamente a una menor. El padre de la chica, con el callado consentimiento del jefe de policía, lo mata. A partir de ahí, su hermano y su madre, ambos occidentales, buscarán a los implicados en ese asesinato para tomarse la justicia por su mano, aunque finalmente ambos actuarán de forma muy distinta…
Sólo Dios perdona es una película peculiar. Tiene muchas influencias, quizá demasiadas. No es difícil seguir la pista de la violencia del cine de Tarantino, por ejemplo, en las escenas en las que la crueldad llega a conmocionar íntimamente. Tampoco sería disparatado mencionar la gelidez de los intérpretes como una influencia de las películas de Aki Kaurismäki, con sus actores pasmados, aunque aquí ciertamente tienen mucha más mala leche que en el cine del finés. Puestos a buscar huellas habría que hablar hasta de Bergman y las difíciles relaciones familiares que el cineasta sueco siempre tuvo en su punto de mira, aquí con una madre matriarcal de armas tomar (interpretada bastante pasada de rosca por Kristin Scott Thomas, por cierto, en plan Bruja de Blancanieves) y unos hijos muy distintos, desde el mayor, un ser abyecto capaz de la mayor de las villanías, y el más joven, con una turbia historia edípica de la que parece no poder redimirse jamás.
Winding Refn es un cineasta que está claro quiere hacerse notar. Es brillante, pero le pierde su arrogancia cuando nos dice, mira qué panorámica circular, mira qué virado a rojo para preanunciar las matanzas, mira qué escenarios inmaculados para empaparlos de sangre… El danés ha demostrado que tiene talento, pero quizá le falte un cierto contrapeso en el guión, que aquí no ha tenido, y cierta moderación en sus ideas, que no siempre son geniales y (al menos aquí) con frecuencia pecan de efectistas y exageradas.
Con todo, hay un tono casi onírico en esta película que lo salva de la mediocridad, no digamos de la basura que algunos han querido ver. Tiene una tensión como hipnótica, que recuerda también vagamente (será por referencias e influencias…) al mejor espagueti-western, el de los primeros Sergio Leone, con sus venganzas cuasi taumatúrgicas y sus héroes imbatibles, aunque en este caso tengan los ojos rasgados…
Sólo Dios perdona es una extraña mixtura; cine brillante a ratos, irregular casi siempre, con algunos momentos excelsos y otros, tal vez demasiados, en los que brilla la ganga en vez del oro. En cualquier caso, es cine distinto, y no estamos sobrados de diversidades como para despreciarlas. Menos aún cuando es evidente que aquí hay talento, aunque le haya lucido tan poco al bueno de Nicolas…
Aparte de la sobreactuación de Scott Thomas (probablemente requerida por el propio director), Ryan Gosling parece reeditar su interpretación de cuasi autista que ya ensayó, con éxito, en la mentada Drive. Pero el que está espléndido es el actor tailandés Vithaya Pansringarm, de nombre obviamente impronunciable, cuya mirada literalmente taladra, una esfinge con un extraño pero muy estricto sentido de la justicia.
Sólo Dios perdona -
by Enrique Colmena,
Nov 08, 2013
2 /
5 stars
Muchas (quizá demasiadas...) influencias
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