Pelicula:

ESTRENO EN FILMIN.


Costa Rica, aun siendo uno de los más pujantes países centroamericanos, tiene una producción audiovisual bastante corta, con menos de 700 títulos (incluidos largos, cortos, documentales, ficción, series, miniseries, TV-movies...) filmados bajo su pabellón a lo largo de toda su historia (fuente: IMDb). Consecuentemente, las películas que llegan a España son escasas. En los últimos años recordamos solo un par de títulos, además con una muy limitada distribución en salas, la estimable El despertar de las hormigas (2019) y la endeble A un paso de mí (2021). En el cine centroamericano, y en general en el hispanoamericano, es fundamental la aportación de recursos (sobre todo económicos, a veces también técnicos) de países europeos, como ocurre en este caso, en el que las dos nacionalidades coproductoras principales han sido Bélgica y Francia. Ha de tenerse en cuenta que Valentina Maurel, la guionista y directora, aunque nacida en Costa Rica (San José, 1988), se formó en Bélgica, concretamente en el prestigioso Instituto Nacional Superior de Artes del Espectáculo y Técnicas de Difusión (INSAS) de Bruselas, que fundó, entre otros, el cineasta André Delvaux hace más de medio siglo. La propia Maurel vive en Bruselas.

La filmografía de Valentina por ahora es escasa, apenas una serie televisiva y 3 cortos, algunos de ellos premiados, pero con su debut en el largometraje, con esta Tengo sueños eléctricos, la directora presenta sus cartas, y estas son muy prometedoras...

La acción se desarrolla en San José de Costa Rica, en nuestro tiempo: conocemos en la primera escena, que tiene lugar en el interior de un coche en marcha, a los personajes principales: Eva, adolescente de 16 años, su padre, Martín, su madre, Sol, y su hermana pequeña, como de 5 años. Al final de esa escena comprobamos que Martín, cuando se enfada, sufre arrebatos de ira imprevisibles, en los que es capaz de hacer daño a los demás o a sí mismo... Los padres de Eva, probablemente por esos accesos incontrolados de ira, se separan; la adolescente siente adoración por su progenitor, aunque teme esos brotes casi psicóticos, y siempre que puede procura irse con él, mientras que con su madre tiene una relación difícil. Como Martín (traductor de documentos oficiales como profesión, pero también aficionado a la poesía y otras artes) no encuentra una vivienda que le convenza, se va a vivir con un amigo, apodado Palomo, y Eva pasa mucho tiempo con los dos hombres.

Nos parece que Tengo sueños eléctricos tiene una evidente vocación realista (que no costumbrista, ese pariente pobre...), aunque no es ese su tema, sino más bien la difícil relación entre padre e hija, en lo que parece una actualización del mito de Electra (ya saben, la hija de Agamenón que, junto a su hermano Orestes, urdió la venganza del asesinato de su padre por parte de su madre Clitemnestra), el fuerte amor paterno-filial entre hija y padre (en ese orden) y, consecuentemente, la fuerte desafección entre hija y madre.

Esa sólida, casi indisoluble relación entre hija y padre estará dada con signos que nos parecen evidentes: la mala relación de la chica con la madre, que siempre le reprocha la “fascinación” (sic) que siente ésta por su progenitor; el hecho de que, llegado el momento de la iniciación sexual, Eva desprecie a los chicos de su edad y, sin embargo, consienta en hacerlo, tal vez vicariamente, con el amigo de su padre, lo más parecido al progenitor (misma edad, similar apariencia física, su colega de siempre) sin incurrir en incesto. Y es que la relación padre-hija es tumultuosa, está claro que ambos se quieren, pero el carácter irascible de él lo pone todo en cuestión, incluso con riesgo físico para la chica.

Todo ello está dado a través de una mirada sobre esa edad tan complicada de la adolescencia, ese tiempo en el que se navega sin instrumentos de navegación, sin sextante ni mucho menos GPS, sin asideros a los que agarrarse. Todo está visto desde la perspectiva adolescente, una visión amoral, en el sentido de que no está contaminada por la moral social adulta. De esta forma, la mirada de Maurel como directora es siempre neutra, como de entomóloga, pero sin hurtar por ello calidez a sus personajes, a los que nunca juzga, incluso cuando estos realizan actos (sexo con menores de edad, violencia física) social y penalmente reprochables.

Otro de los temas recurrentes del film es el de los sueños, que además da pie al título: así, la madre parece conocer el significado de los sueños, como cuando le dice a su hija pequeña que soñar que se está en el agua es recordar cuando se estaba en el vientre de la madre; pero también se usa como arma arrojadiza, casi como agresión solapada, cuando Eva le espeta a la madre que soñó que a ésta se le quemaba el pelo. De esta forma, intermitentemente los personajes hablarán sobre sus sueños, e incluso el padre llegará a utilizarlos (los propios y, sobre todo, los ajenos) como materia para sus poemas.

Tengo sueños eléctricos funciona también como mirada hacia el país, una mirada centrada en lo popular, con frecuentes recorridos en coche, ora la familia completa, ora solo padre e hija, en cuyo transcurso la cámara nos muestra las modestas viviendas, las tiendas de productos de primera necesidad, las calles humildes, lejos todo ello del acero, el hormigón y el vidrio de los barrios elegantes, aquí ausentes. De esta forma esos paseos en coche dan una imagen caleidoscópica pero a la par realista de la Costa Rica popular, de la Costa Rica de verdad.

Formalmente hablando, la película de Maurel presenta una puesta en escena sobria, sin originalidades ni excentricidades, lo que conviene a la historia, filmada en su gran mayoría con cámara al hombro, nunca mareante, solo un leve cimbreo, para conferir un plus de realismo a la imagen; de esta forma, la cámara se mueve con libertad, con criterio, siguiendo sin acosar a sus personajes, en especial a la protagonista, centro y eje permanente de toda la trama. Ello nos lleva a glosar la interpretación, que resulta extremadamente fresca, en especial la de los dos protagonistas, la adolescente Daniela Marín Navarro, que debuta aquí delante de una cámara (quién lo diría...), y el actor que hace de su padre, Reinaldo Amien, que solo había hecho antes un corto: a eso se le llama talento interpretativo natural...

Con un final interesante, abierto, sugestivo, Tengo sueños eléctricos redondea de esta forma una película ciertamente estimulante, que fue multipremiada en el Festival de Locarno, además de conseguir otros galardones en certámenes tales como Gante, Mar del Plata, San Sebastián y Tesalónica.

(06-02-2023)


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102'

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Tengo sueños eléctricos - by , Jun 28, 2023
3 / 5 stars
Electra en Costa Rica