Esta película se pudo ver en la Sección Oficial a Concurso en el Sevilla Festival de Cine Europeo (SEFF’2015).
Sobre el relato La infancia del jefe, publicado dentro del volumen El muro, original de Jean-Paul Sartre, Brady Corbet ha hecho una muy libérrima versión para el cine. Corbet debuta en la realización cinematográfica de largometrajes con este filme, aunque como actor tiene una ya bastante larga carrera, con títulos como Funny Games (versión USA), de Michael Haneke, Melancolía, de Lars Von Trier, y Saint Laurent, de Bertrand Bonello.
Como director, hay que decirlo pronto, le falta bastante por aprender, y eso que ha contado con una producción en la que se aprecia que no se han escatimado recursos económicos; pero, ¡ay!, no todo es el dinero. El tema del filme es la infancia problemática, y cómo esa infancia puede incidir de forma poderosa en el futuro adulto.
Francia, inmediatamente después del Armisticio de Compiégne que puso fin a la Gran Guerra (la Historia la conocerá después como la Primera Guerra Mundial): las potencias aliadas negocian con Alemania los términos de su rendición. El secretario de Estado norteamericano está en París para llevar adelante esas negociaciones, y con él, entre otros, un alto cargo que ha llevado a su mujer (francoparlante) y a su hijo de unos siete años. El niño, sin embargo, empieza dar pronto muestras de un carácter inestable y rebelde…
Sartre, pero también Corbet, echan su cuarto a espadas sobre esta metafórica figura de infante que podría haber sido (aunque no por edad: la del crío es bastante inferior a la del felón alemán, que al terminar la Gran Guerra tenía ya casi treinta años) Adolf Hitler o cualquier otro de los jerarcas fascistas que abocaron durante los años treinta del siglo XX a la mayor matanza de seres humanos que recuerda la Historia (y mira que las recuerda numerosísimas…).
Según Corbet, el trauma de una infancia en la que los devaneos de su padre con otra mujer, más la desafección de su madre, más la continua confusión de su sexo por su aspecto físico, podría haber llevado a ese niño de aspecto (que no de comportamiento) angelical a convertirse en el mayor matarife que han dado los siglos.
Pero el primer problema de The childhood of a leader es que Corbet carece de sentido del ritmo, y así la película se hace larga, premiosa, inacabable. Su segundo problema es su pretenciosidad, su arrogancia, su falta de humildad, con una música de Scott Walker que subraya demasiado las escenas, como si quisiera sustituir a los intérpretes en su protagonismo. El tercer problema es que lo que se nos cuenta se nos da una higa, con ese niño malcriado, manifiestamente estrangulable, cuya visión nos hace invocar entre susurros el nombre de San Herodes Bendito, patrón de los padres martirizados.
Así las cosas, The childhood of a leader, a pesar de su costeado acabado, de su cuidada ambientación, de su impecable interpretación (nos quedamos con una Bérénice Bejo excelente, como ya lo demostrara en The artist; no tanto podemos decir de Robert Pattinson, que nos sigue pareciendo un actor lamentable), no convence en ningún momento, no interesa en ningún momento, no gusta en ningún momento.
115'