Pelicula:

Esta película forma parte de la programación de la 66ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI’2021).

El cine iraní sigue dando muestras de su pujanza y su versatilidad, como, por lo demás, es habitual en los países con fortísimos déficits democráticos, como ocurre en esta (aparente) democracia en Medio Oriente que, sin embargo, está lastrada, y de qué forma, por su concepción teocrática del poder, de tal manera que la religión lo condiciona todo, y la mitad de su población (la que ha tenido la “mala suerte” de nacer mujer) no tiene, ni de lejos, los mismos derechos que la otra mitad, la de los varones.

The son (literalmente, “El hijo”, aunque, si hacemos caso al traductor online que hemos manejado, el título original, Pesar, se traduciría desde el farsi –lengua oficial de Irán—al español como “Chico”) plantea el tema de los descendientes que, en el núcleo familiar, se quedan al cuidado de los mayores. Conoceremos entonces a Farid, cuarentón, gordo y bastante poco agraciado (por ser benévolos...); el hombre no ha dado un palo al agua en su vida, vive con su anciana madre desde hace muchos años, cuidándola pero también, ya si eso, viviendo como un pachá a costa del dinero de la vieja y gestionando arbitrariamente la economía familiar incluso contra el criterio de la mujer, cambiándose de piso o comprando un coche. Pero cuando la madre muere, Farid tomará algunas decisiones que serán, cuando menos, cuestionables...

Noushin Meraji (Tonekabon, Irán, 1980), la directora, hace con este su primer largometraje de ficción. Hasta ahora solo había hecho un corto, Shadow of the fox (2021), también relativo a un traumático universo familiar. Su primer largo adolece de lo que suele ocurrir con los cineastas neófitos que comienzan en ese metraje: el tema se les queda corto y alargan la trama con elementos que tampoco aportan gran cosa. Es el caso: sin que carezca de interés, porque lo tiene, parece claro que The son podría haber sido una película mejor, más sintética y resolutiva, con una hora de duración, como mucho.

Meraji le da la vuelta al personaje central, haciendo que el habitualmente ser entregado al cuidado de la madre (o del padre, aunque no sea el caso aquí), al que se tiende, con razón, a conceptuar como persona generosa que se sacrifica por su ancestro, aquí es un tipo más bien infecto, con un tornillo flojo y una rara capacidad para tocar los cataplines de todo el mundo. La relación con la madre no es precisamente buena, entre otras cosas porque ésta, en el fondo, lo desprecia, y no hace mucho por disimularlo; es lo que tiene la edad avanzada, en la que las buenas formas son enviadas directamente al baúl de los recuerdos... Hay entre ambos una mutua dependencia psicológica, el hombre no se atreve a romper el cordón umbilical; quizá utiliza el cuidado de su madre como excusa para no tener una vida propia, y sestea entre los caprichos que se permite a costa de la progenitora. La coexistencia entre ambos está trufada de riñas constantes, de reproches, con la sombra omnipresente del otro hermano, Farshad, que marchó años atrás a Estados Unidos, donde casó y se divorció de su mujer, al que la vieja idealiza y al que Farid recrimina que le dejara en Irán al cuidado de la madre.

Una vez que la progenitora fallece, los acontecimientos se precipitarán y Farid actúa de forma impensable; entre otras cuestiones que no se deben desvelar so pena de incurrir en “spoilers”, descubriremos su necesidad de tener a alguien en la casa, a ser posible del sexo femenino, aunque realmente no busque sexo; en ese sentido, este gordo asexuado solo busca compañía, compartir el hogar con alguien, como lo ha hecho durante toda su vida. En esa búsqueda de compañía femenina pasarán por la casa desde la vecina de la que (secreta, platónicamente) parece enamorado, y a la que fotografía con una cámara con teleobjetivo desde su hogar, hasta prostitutas que recoge en la calle y que creen poder hacer negocio con el gordo seboso.

Esa aparición de prostitutas en el circunspecto régimen de los ayatolás es, desde luego, una novedad: no recordamos haber visto en película iraní alguna (y hemos visto bastantes...) la aparición de mujeres ejerciendo el llamado “oficio más viejo del mundo”, en lo que supone un alarde de apertura en un gobierno que no se caracteriza precisamente por su liberalismo en cuestiones sexuales. En este sentido, son curiosas las veladas pero evidentes insinuaciones picantes de la prostituta que lleva a su casa, probablemente el colmo de la desvergüenza en el Irán teocrático, mojigato y beatón.

Con una trama un tanto endeble, con una situación única y de corto recorrido, la película gana sobre todo por la interpretación de Soheil Ghanadan, que encarna al hijo de su mamá, en un papel en el que su personaje consigue la rara proeza de resultar razonable incluso cuando dice o hace los mayores disparates.

Con una narrativa clásica de mucho plano/contraplano, con estilo impersonal pero firme, la historia de este tipo con un problema relacional importante, fantasioso, mentiroso compulsivo, infundadamente pagado de sí mismo, rencoroso y resentido, resulta ser un film curioso y distinto en su tono estándar, el retrato de un tipo humano que le da la vuelta al rol del cuidador abnegado. Con buena factura y un final desconcertante, The son termina siendo una obra a tener en cuenta y una buena tarjeta de presentación de una cineasta, Noushin Meraji, que puede darnos en el futuro (si la férrea censura persa se lo permite) interesantes aportaciones.

(01-11-2021)


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80'

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The son - by , Nov 01, 2021
2 / 5 stars
El nene de su mamá