Estreno en Filmin.
Juanjo Giménez (Barcelona, 1963) es un director, guionista y productor catalán al que le cabe el honor de ser el primer cineasta español en ganar, con Timecode (2016), la Palma de Oro en el Festival de Cannes en el formato cortometraje, y el segundo, tras Luis Buñuel (por Viridiana, claro está), en conseguir ese mismo premio sin distinción de formatos. Así que estamos hablando de palabras mayores. Timecode, además, estuvo nominado al Oscar al Mejor Corto de Acción Real, y fue premiado también en los Goyas, los galardones del Cine Europeo y los Gaudí, los Goyas catalanes. Giménez es un cineasta que hasta ahora se había especializado casi monotemáticamente en filmar cortometrajes, de los que a lo largo de 25 años ha rodado un total de nueve; también, es cierto, rodó a principios de este siglo XXI el largo Nos hacemos falta (Tilt) (2001), que pasó mayormente sin pena ni gloria, y el film de episodios Kürzpasse (2006), cuya dirección compartió con otros nueve cineastas.
Ahora vuelve al largo con su propuesta más ambiciosa, una propuesta sin duda atractiva, esta Tres, a la que, sin embargo, nos parece que no le ha sacado todo el partido posible. Estamos en nuestros días, en Barcelona. Conocemos a una diseñadora de sonido, especializada en poner los sonidos de películas, series, spots... Pronto nos enteramos que está tan volcada en su trabajo que muchas noches duerme en el estudio. También pronto sabremos que ha roto con su pareja recientemente, quien le conmina a que deje la casa, al ser propiedad del exnovio, y haber éste rehecho su vida con otra mujer. Nos enteramos también de su relación no demasiada fluida con su madre, y, en especial, de que la protagonista (cuyo nombre nunca se pronuncia) está empezando a sufrir una extraña distorsión, de tal manera que oye los sonidos unos segundos más tarde de cuando realmente se producen. Ese desfase va a más: acude a su médica, pero parece que no hay ningún problema fisiológico; sin embargo, a raíz de una prueba para establecer posibles problemas genéticos, se entera de algo que hace tambalear su vida y, de rebote, acentuar aún más la asincronía entre los sonidos y el momento en el que ella los percibe...
Lo cierto es que Tres, como decimos, parte de una premisa sumamente interesante. Por de pronto, se centra en un mundo, el de los especialistas de sonido del audiovisual, escasamente visto en las pantallas de cine y televisión, cuando es un mundo ciertamente fascinante, una especialidad técnica que permite que las imágenes que vemos en pantalla tengan los sonidos que deben tener, aunque a veces sean conseguidos con métodos poco ortodoxos. Nos viene al recuerdo aquella película de Brian de Palma, Impacto (en su original Blow out, 1981), con John Travolta como sufrido sonidista metido en un thriller con ecos de Chappaquidick y Watergate.
La premisa central sobre la que juega Giménez es la posibilidad de que una serie de desequilibrios emocionales (ruptura sentimental, distanciamiento con la madre, estrés laboral...) pudieran provocar un extraño desfase, con tendencia creciente, entre los sonidos que se producen constantemente y el momento en el que una persona los recibe. Ese desfase, esa asincronía, tendrá una derivada mucho más estimulante cuando llegue al punto de que la protagonista pueda escuchar conversaciones mantenidas en un lugar determinado con anterioridad a su llegada a ese sitio, lo que permite a Giménez algunas escenas percutantes, como la del amigo/amante de la prota “guiando” a su amiga a través de sus palabras milagrosamente suspendidas en el tiempo y en el espacio.
Tiene Tres (aparte de un título más bien amorfo...) una muy cuidada puesta en escena, muy profesional, muy sobria, eligiendo con tacto los tiros de cámara, el encuadre, el montaje... Pero sobre todo tiene, como cabía esperar, un exquisito diseño de sonido, que juega aquí un papel fundamental no solo en el problema (emocional, psicológico) del desfase sonoro de la prota, sino también en la distorsión de los ruidos cotidianos, los sonidos callejeros que actuarán como elementos perturbadores en la espiral de degradación mental de la mujer.
Estamos entonces ante un drama un tanto hermético, íntimamente relacionado con el tema del sonido profesional que es el eje central del film, que tiene una importancia capital en la obra y en su plasmación cinematográfica, si bien tenemos que decir que esa monotonía temática nos parece que juega en contra de la película, haciéndola un tanto reiterativa, y a veces ello invita a desconectar al espectador, aunque su extraña originalidad y la forma en la que se nos presenta se constituye, sin duda, en su mejor baza. Valoramos también, por supuesto, el arrojo del director al utilizar con profusión, sin cortarse un pelo, los silencios prolongados, ese terror atávico de los cineastas modernos.
El conjunto, siendo irregular, es indudablemente estimulante, una película hecha con una meticulosidad extrema, sobre un tema con irisaciones de todo jaez, en el que un problema físico, ese extraño desfase del sonido, no será sino el síntoma de otro desfase, de carácter emocional, quizá espiritual, y solo podrá solucionarse cuando la protagonista se ponga en paz consigo misma y, sobre todo, con su pasado.
Gran trabajo, como es habitual, de la murciana Marta Nieto, ella sola ya media película, bien acompañada por un Miki Esparbé que confirma su talento igualmente para papeles cómicos como dramáticos.
La película, muy apropiadamente, obtuvo el Premio al Mejor Sonido tanto en los Goyas como en los Gaudí, además de ser galardonada también en los Sant Jordi y en el Festival de Sitges.
(12-03-2022)
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