Pelicula:

Ponemos como género drama, aunque realmente es también comedia (negra), bélico (aunque afortunadamente no hay un solo tiro, pero sí bastante alarde armamentístico) e incluso aventura. Dejémoslo en dramedia, con esa contracción gramatical que ha hecho fortuna y que define con bastante exactitud el drama entreverado de comedia, o viceversa.

Tras el fiasco de Amador (2010), Fernando León de Aranoa vuelve al cine comercial con un proyecto costeado, con intérpretes norteamericanos (bueno, Benicio del Toro es portorriqueño, aunque está integrado desde hace años en Hollywood), y ambientado supuestamente en el Kosovo de mediados de los años noventa, al final de la cruenta guerra que asoló los Balcanes en aquella década. Digo supuestamente porque las localizaciones se han realizado en sitios bastante más cañís, desde Cuenca a Málaga pasando por el pueblo minero abandonado de Alquife en Granada. Pero lo cierto es que las localizaciones hispanas dan totalmente el pego, y nadie diría que esos parajes no son los de la ex Yugoslavia.

León de Aranoa parte para su guión de la novela Dejarse llover, de Paula Farias, a su vez integrante de Médicos Sin Fronteras y con experiencia precisamente en la oprobiosa guerra (qué guerra no lo es…) de los Balcanes, por lo que podría interpretarse que hay elementos autobiográficos en el filme.

Un día cualquiera, al final de la contienda en Kosovo: un equipo de cooperantes de una ONG se afana en extraer de un pozo el cadáver de un hombre (bien entrado en kilos: vamos, un gordo, como le llaman reiteradamente a lo largo de la peli), a fin de conseguir que el agua no quede inutilizada y pueda seguir sirviendo de suministro de la población civil. Pero la cuerda que están usando se rompe y los cooperantes tendrán que buscar otra soga lo suficientemente larga y resistente para poder sacar al fiambre del pozo. Lo que parecía una tarea rutinaria se convertirá, por mor de las vicisitudes de un conflicto que aún no se había cerrado totalmente, en una auténtica pesadilla.

Tiene el filme de León de Aranoa, como queda dicho, una parte como de comedia, si bien de tintes claramente negros (dado el contexto bélico, otra cosa no hubiera parecido posible). Lo malo es que Fernando no parece un cineasta dotado para el género, ni siquiera para esa comedia negra, y sus chistes o situaciones jocosas casi nunca arrancan una sonrisa cómplice, lo que viene a ser la prueba del nueve para cualquier comedia que se precie. De hecho, la película funciona mucho mejor en sus pasajes más dramáticos: el encuentro del convoy de cooperantes con una hosca milicia local (serbia, probablemente) que no se da por aludida en cuanto al aún frágil cierre del conflicto. Sin que haya violencia física en ningún momento, es una escena rodada con tensión, temiéndose lo peor en cualquier instante, y con la sospechosa impresión de que a los pobres civiles capturados mientras viajaban en un microbús les espera un final atroz. También es impactante la escena en el pueblo abandonado, cuando el protagonista descubre la verdad sobre los padres del niño que han “adoptado” (por decirlo de alguna forma) provisionalmente hasta poder devolvérselo a su abuelo. Pero el conjunto no termina de cuajar. Tiene buenas maneras, como no puede ser de otra forma en un director y guionista de la fuerte personalidad de León de Aranoa, pero da la impresión de que el cineasta da lo mejor de sí cuando trabaja sobre guiones originales suyos, como ya ocurrió con sus mejores películas, para mi gusto Familia y Barrio. Aquí parece como encorsetado por el armazón argumental de la novela de Paula Farias, incluso da la impresión de que en algunas secuencias (véase el “tonteo” del personaje de Olga Kurylenko con el de Benicio) se encuentra francamente incómodo.

Así las cosas, Un día perfecto queda como una a ráfagas interesante dramedia de paisaje bélico, con cierta denuncia sobre la brutalidad sin límites (sin que se vea pegar un solo tiro, como hemos dicho) de la guerra, de todas las guerras, donde los que carecen de escrúpulos llevan las de ganar, y campan a sus anchas los que no tienen más norte que causar el mayor daño posible a los otros, quienes quiera que estos sean.

Buena composición de Benicio del Toro (cuyo personaje, de nombre Mambrú, evoca irónicamente la célebre canción infantil); eso sí, sus diálogos en español (en la versión original en inglés, se entiende) resultan en buena medida ininteligibles; se supone que “lo exigía el guión”, porque lo cierto es que el actor portorriqueño habla la lengua castellana con una claridad y una frescura que no se corresponden con lo que parece en el filme. Tim Robbins tiene un personaje menos claro, más acartonado, pero lo resuelve con soltura. Kurylenko, sin embargo, tiene todavía que demostrar sus dotes de actriz, porque aquí (tampoco) presenta credenciales para ello.


Género

Nacionalidad

Duración

106'

Año de producción

Trailer

Un día perfecto - by , Sep 05, 2015
2 / 5 stars
Mambrú se fue a la guerra…