Serie: La Fortuna

Alejandro Amenábar, uno de los nombres fundamentales del cine español desde finales del siglo XX, se estrena en el formato serie con esta ambiciosa La Fortuna, miniserie de 6 capítulos que adapta al audiovisual la novela gráfica El tesoro del cisne negro, de Guillermo Corral y Paco Roca, publicado por Astiberri, a su vez libremente inspirada en el suceso acontecido en mayo de 2007, cuando la empresa norteamericana Odyssey Marine Exploration comunicó que había encontrado un tesoro en un barco hundido en aguas internacionales, pero sin comunicar ni el lugar ni el nombre del buque. El estado español reclamó ante la Justicia de Estados Unidos, arguyendo que se trataba de la nave Nuestra Señora de las Mercedes (comúnmente conocida simplemente como “La Mercedes”), hundida por los ingleses en 1804. España finalmente, tras varios años de litigios, consiguió recuperar la mayor parte del tesoro, e incluso la empresa norteamericana tuvo que hacerse cargo de las costas judiciales.

Ese hecho histórico es la base de la novela gráfica de Corral & Roca, y, a través de ésta, de la miniserie de Amenábar, que cambia el nombre de la empresa yanqui (aquí Atlantis) y del pecio esquilmado (aquí La Fortuna) y, por supuesto, fantasea con las peripecias que supuestamente fueron necesarias para conseguir que el tesoro fuera repuesto a España, centrándose en dos personajes principales y dos secundarios, pero de gran peso también. Los principales son Álex Ventura (qué propio el apellido, dado el tema...), de 26 años, recién graduado en la Escuela Diplomática, que consigue su primer empleo en el Ministerio de Cultura de España, y Lucía Vallarta, en torno a los 35, funcionaria responsable de patrimonio cultural; ambos son como agua y aceite: él, conservador, pijo, católico y cumplidor de las normas; ella, muy de izquierdas, atea y con tendencia a saltarse todas las reglas y a ponerse el mundo por montera; sin embargo, ya sabemos que los polos opuestos se atraen... Los secundarios son Frank Wild (también el apellido es muy propio: Wild, “salvaje”...), jefe de Odyssey, un aventurero nato, y Jonas Pierce, abogado que representará a España ante la Justicia yanqui; Wild y Pierce fueron amigos en su juventud, pero un trágico suceso rompió aquella amistad y entre ellos hay desde entonces un sordo resentimiento.

Los seis episodios de La Fortuna comienzan con el planteamiento del asunto, con el hallazgo en algún lugar del Atlántico por parte del buque Atlantis del pecio de La Fortuna y la extracción del mismo de miles de monedas de oro. A partir de ahí, se encienden las alarmas en el Ministerio de Cultura y, tras algunas vicisitudes, Ventura y Vallarta serán puestos al frente de la misión de recuperar para España el tesoro. La historia está planteada con ribetes de intriga, con hábiles jugadas de los contendientes, con Wild y Pierce como cerebros de esas jugadas, y Vallarta y Ventura como sus brazos ejecutores, por parte española, y Susan McLean como jefa de los abogados de los yanquis.

Con una filmación elegante, con buenas maneras cinematográficas y una narración fluida, como cabía esperar de un audiovisual de Amenábar, La Fortuna se constituye en una apreciable serie grabada con medios económicos y humanos ciertamente abundantes. Con buen criterio, la serie presenta varios temas de interés: la rapiña de las empresas privadas norteamericanas (y de otras procedencias, por supuesto), la escasa flexibilidad de las administraciones públicas españolas, el conflicto personal de adultos arrastrado desde sus años mozos, la relación en principio imposible entre personas de muy diverso pelaje existencial e ideológico... pero, con buen criterio, Amenábar trufa todos estos temas con formas que mantengan la atención del espectador, con los sucesivos juicios que se desarrollarán entre el estado español y la empresa yanqui, con los lógicos dimes y diretes y los astutos golpes de efecto preparados por las partes, pero también con ribetes de thriller, en especial en el último capítulo, e incluso una costeada dramatización del hundimiento de La Fortuna, dramatización un tanto acartonada pero ciertamente hecha con amplios recursos y buena utilización de efectos especiales y digitales.

Quizá la parte más endeble sea la relación entre los protagonistas, cuyos intérpretes nos parece que carecen de química alguna, así que no nos terminamos de creernos que entre ambos haya algo más que una mera relación profesional. En ese sentido, esa relación sentimental parece un poco marciana, poco creíble, y lastra innecesariamente una historia que, por lo demás, funciona adecuadamente. Se entiende que el creador de la serie busca presentar en pantalla a las dos Españas machadianas (ya saben: “españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”) que trabajan juntas en pro de un bien superior, el bien del país, y se agradece esa intención, aunque quizá desde el punto de vista dramático no termine de funcionar demasiado.

También habrá que decir que la parte norteamericana resulta más verosímil que la española, donde con cierta frecuencia Amenábar incurre en ciertos toques esperpénticos que pudieran ser más bien tópicos o lugares comunes.

Habrá, por supuesto, lugar para las grandes ideas, para los vibrantes alegatos sobre la dignidad, la integridad y el respeto, pero también sobre la cultura como el patrimonio inmaterial de un pueblo, en una historia que es en buena medida un brillante thriller judicial, en el que se irán utilizando astucias a la manera de una intrincada partida de ajedrez.

Buen trabajo actoral; aunque como hemos dicho no vemos que haya química entre Álvaro Mel y Ana Polvorosa, lo cierto es que a ambos se les ve muy implicados; para Mel es una oportunidad única, tan joven y ya al frente de una producción de este volumen, además con Amenábar a los mandos; para Polvorosa es la ocasión de volver al primer plano de la actualidad, tras una carrera en la que en los últimos tiempos estaba un tanto de capa caída. Para nuestro gusto, el mejor de todos es ese actorazo que responde al nombre de Stanley Tucci, un actor que lo hace todo bien, sea cual sea su papel, aquí Frank Wild, en el fondo un aventurero que buscaba tesoros como el Long John Silver de la célebre novela de Stevenson, dotándolo de una humanidad que, desde luego, no suelen tener los villanos; su personaje, en puridad, no es tal, sino un soñador de prácticas legalmente poco escrupulosas; y Clarke Peters, el abogado de la parte española, su némesis en los juzgados, que también hace un trabajo interesante.

En un momento dado, en medio de los muchos problemas que están intentando lidiar en el Ministerio de Cultura, cuando los protagonistas intentan motivar al grupito de trabajadores que van a colaborar con ellos para conseguir la devolución del tesoro, los protas buscan galvanizarlos con un grito que tiene mucho de reivindicación no exenta de ironía: ¿Qué somos? ¡Funcionarios!...


La Fortuna - by , Jan 04, 2022
3 / 5 stars
¿Qué somos? ¡Funcionarios!