Si había alguna duda de lo muy cinematográficas que son las historias originales de Stephen King, he aquí una novela del escritor de Maine llevada a la pantalla de forma escrupulosamente exacta, hasta el punto de que se mantienen incluso casi todos los diálogos incluidos por S.K. en su texto literario. Tal parece que Tom Holland, el director y guionista, realmente no hubiera llegado a escribir un guión en sentido estricto, sino que se hubiera limitado a filmar exactamente lo escrito por King en una de las dos novelas que componen su volumen Las cuatro después de medianoche.
Por supuesto que ello no es así, entre otras cosas porque en cine (en este caso en televisión), no se puede filmar directamente lo que dice un libro, sino que hay que hacer un trabajo previo de selección de material y de adecuación de lo literario a lo cinematográfico. Pero en líneas generales se puede afirmar con rotundidad que The langoliers es la adaptación más rigurosa que se haya realizado de un texto kingiano. De hecho, salvo las primeras escenas de la miniserie, en la presentación de los personajes, donde Holland se permite algunas libertades (por ejemplo, presentarnos al agente secreto británico Nick Hopewell argumentando sus escrúpulos para matar a un testigo inocente; escena que, por cierto, parece ideada casi exclusivamente para, aparte de darnos a conocer cuál es el carácter del peculiar oficio de Nick, hacer que el propio director, Tom Holland, haga un pequeño papel, precisamente el jefe inmediato de Nick y quien le ordena que lleve a cabo ese asesinato), el resto está llevado a la pantalla de forma total y absolutamente exacta.
Tal vez no sea ajeno a ello el hecho de que Stephen King estuvo muy cerca del rodaje y a que la miniserie la produjo Laurel-King, Inc., la sociedad creada entre el propio escritor y los productores Richard P. Rubinstein y Mitchell Galin, propietarios de Laurel Entertainment y responsables de la filmación de buena parte de las adaptaciones de los textos del escritor de Maine en los años ochenta y noventa. Pero aparte de ello habrá que coincidir en que el original de The langoliers es prácticamente un guión cinematográfico, realizado de forma muy visual y con aspectos que se adivinan llamaron la atención poderosamente de un cineasta como Holland, especializado en filmes de terror como Noche de miedo o Muñeco diabólico.
Curiosamente, no es The langoliers una obra de terror al uso; de hecho está muy lejos de los dos títulos de Holland citados, pues se trata realmente de una historia más bien de terror psicológico, donde el miedo procede de hechos extraordinarios a los que no se encuentra explicación, y al descubrimiento progresivo de una situación terrorífica, pero no basado en los actuales conceptos de este género, que fía todo en la abundancia de sangre o en la presentación en pantalla de monstruos a cual más repugnante, siempre apoyándose en los efectos especiales, sino de la percepción de que algo horrible va a ocurrir, y la lucha contra el tiempo para que ello no ocurra, para intentar huir de esa realidad paranormal que se abre camino de forma inexorable.
Respetando escrupulosamente el original, Holland consigue probablemente su mejor obra, incluidas las dos citadas anteriormente. The langoliers-miniserie de televisión (como la propia novela) es un relato de percutante tensión, realizado con medios económicos modestos pero con imaginación y buenas ideas; el texto kingiano estaba ya repleto de lecturas interesantes, como esta visión entre el terror y la ciencia-ficción de los viajes en el tiempo, con la particularidad de que, aún recurriendo al bastante trillado agujero o grieta en el tiempo, no se acomoda en el tópico viaje hacia otro momento histórico, sino que profundiza en un terreno mucho más movedizo y, desde luego, menos tocado, el del tiempo como realidad cambiante, como existente en tanto en cuanto sucede, y, sobre todo, el del tiempo como momento que deja de existir en cuanto pasa.
Ello incluye, obviamente, incluso lecturas filosóficas de lo más sabroso, teniendo en cuenta que el viaje que hacen los pasajeros del vuelo 29 es a sólo quince minutos atrás sobre su propio presente, el tiempo que está perdiendo ya su prestancia, su fragancia, donde los olores y sabores han perdido su textura, donde nada funciona porque todo está difuminándose, a la espera de que unos seres intemporales, a los que, por mor de uno de los personajes, Toomey, llaman “langoliers”, lleguen con su infernal ruido de dientes entrechocando para zampárselo todo y restablecer la nada, como hienas carroñeras que dejan libre el campo; con esa misma idea, cuando vuelven del pasado atravesando la grieta en el tiempo, los personajes se adelantan a su tiempo y llegan a Los Ángeles quince minutos antes del presente, con lo que habrán de esperar a que llegue su momento; pero ahí el futuro ya se presenta jugoso y con olores y sabores: es el tiempo que llega con toda su fuerza.
Hay, por tanto, una lectura sutilmente distinta de lo que habitualmente se estila en el género, y tal vez por ello los adictos al terror actual se puedan sentir defraudados por esta miniserie de 2 episodios; pero lo cierto es que, con independencia de su interpretación temporal, muy interesante, The langoliers funciona muy bien como historia, con sus típicos personajes diversos incluidos en un universo de pesadilla y sus comportamientos ante esta inédita situación. La narración es fluida, como en la propia novela kingiana, la tensión está hábilmente repartida, de tal forma que mantiene el interés sin problemas, e incluso Holland se permite algunas visualizaciones muy cinematográficas que no estaban de este tenor literal en la novela.
Esta adaptación de un texto kingiano nos reencuentra con su peculiar narrativa puramente cinematográfica, sin que ello tenga ningún matiz despectivo, aunque pudiera parecerlo: aún hay quien cree que la literatura ha de ser un compartimento estanco sin influencias de otras artes, como una torre de marfil en la que el escritor se autodevora para fruición de sus lectores; nada más lejos de la realidad...