Rafael Utrera Macías

The other side of the wind o una endiablada producción

Si el rodaje de The other side of the wind ha sido tan caótico en su resolución como prolongado en el tiempo, los avatares sobre su producción no le han ido a la zaga. Cuando, en 1986, se publicó la edición en español del libro de Barbara Leaming “Orson Welles” (Tusquets; traducción de Antonio Prometeo Moya), quedamos sorprendidos de la larga y problemática carrera de obstáculos que había supuesto la financiación del film, ligada a cuestiones estrictamente económicas en unos casos y claramente jurídicas en otros; a ello, ocasionalmente al menos, no era ajena la enrevesada situación tributaria en la que Welles se encontraba no sólo con el fisco europeo sino con el norteamericano por causa de impuestos no abonados y otras circunstancias semejantes.

Welles y Kodar, desde 1970, habían invertido en la producción algo más 700.000 dólares; para continuar la filmación necesitaban uno o varios socios inversores y hasta ellos llegaron dos, con semejante intención, pero distintos propósitos. Una sociedad iraní, con sede en Francia, encabezada por Medhi Bouscheri, cuñado del Sha de Persia, quería invertir en enjundiosas coproducciones, dirigidas por afamados directores, para aportar aires de modernidad al régimen del monarca. Su representante en París fue Dominique Antoine, quien llevaría a cabo cuantas operaciones formalizaran los cineastas y sus socios mediante la sociedad “Les films de L'Astrophore”. De otra parte, un inversor español, conocido del cineasta, participó con una cantidad semejante a la ofrecida por el grupo iraní, de manera que entre ambos igualaban la cantidad que Welles/Kodar llevaban invertida hasta entonces. La sociedad quedaba, pues, constituida por tres miembros.

El productor español no es mencionado por su nombre en la versión española del volumen sobre Welles anteriormente citado; por el contrario, se le alude con descalificaciones como “el taimado sujeto”, “aquel individuo” o, sencillamente, “el estafador”, quien “se resistió cínicamente a que se le expulsase del consorcio”. Desvelemos al lector que la persona referida era el productor Andrés Vicente Gómez, acusado por la otra parte de la sociedad de quedarse con el dinero que los iraníes desembolsaban, así como de otras anomalías referidas a ciertos pagos destinados a Huston. La versión ofrecida más tarde por Gómez en diferentes entrevistas, difiere de las publicadas en el libro mencionado; afirma que él nunca fue denunciado por los otros socios, además de señalar otras objeciones a los métodos y exigencias del ilustre director con quien trabajó tanto en España como en Estados Unidos.

En tal sentido, el libro de Esteve Riambau “Una España inmortal”, publicado en 1993, daba abundante noticia sobre The other side of the wind y, naturalmente, aludía a esta relación entre el productor español y el cineasta norteamericano. Gómez rememora las relaciones con los iraníes, el interés de Welles por hacer una película española como apoyatura comercial para ésta (del mismo modo que se había hecho, en su momento, con La isla del tesoro respecto a Campanadas a medianoche) así como las modificaciones que se iban efectuando en el guion y las exigencias del realizador respecto a determinadas secuencias, tales como la utilización de maniquíes o de un grupo de enanos. Desde España, Welles y Kodar viajaron a Estados Unidos con intención de seguir el rodaje; allí les esperaba el productor español y pronto se incorporaría el director de fotografía, Graver. El anecdotario de reparto y rodaje incluía, entre otras cosas, las “caricaturas” de aquellos estudiosos de Welles que le habían criticado duramente, tales como Pauline Kael, periodista (interpretada por Susan Strasberg), y Charles Higham, biógrafo (interpretado por Howard Grossman); a este respecto, digamos que este papel había sido asumido anteriormente por Peter Bogdanovich pero, en el transcurso del rodaje, modificaría su intervención hasta convertirse en el de Brooks Otterlake. Andrés Vicente Gómez pone en evidencia la sencillez de un equipo frente a la frenética actividad de Welles, caprichosa en tantas ocasiones, involucrándose en cuestiones que, con un equipo de estudio, hubieran quedado satisfactoriamente resueltas. Al margen de las cuestiones económicas, o acaso, precisamente por ellas, quedó disuelta la relación entre productor hispano y director norteamericano. Que se malograra esta conexión impidió disponer hoy de otro título de Welles donde España estuviera representada, como anteriormente lo había hecho Emiliano Piedra con su producción Campanadas a medianoche.

La salida de Gómez del trío productor no vino a mejorar las cosas precisamente; muy al contrario, ya que Dominique Antoine abandonó la representación de la compañía Les films de L'Astrophore y, al tiempo, esta se resintió por los cambios político-sociales habidos en Irán, donde el Sha había sido derrocado y exiliado; el ayatolá Jomeini, con nuevos y bien distintos planteamientos, no parecía estar interesado en semejantes cuestiones “artísticas” con películas inacabadas. El proceso jurídico se desviaría cuando Boscheri (el cuñado del Sha) reclamó sus derechos. En 1983 todavía se estaba esperando la sentencia, mientras el negativo dormía plácidamente en la caja fuerte de un banco francés, motivo por el cual Welles no podía continuar el montaje en su país. Su muerte, en 1985, cerraría la historia de un film inacabado. Todavía, algún tiempo después, Huston quiso hacer un montaje propio, pero Kodar mantuvo su desacuerdo. No fue el último intento de dar forma al material existente.


Documentales complementarios

Ya en el año 2000, cuando Canal+ emitió el documental Orson Welles en el país de Don Quijote, pudimos ver distintas secuencias de The other side of the wind; en ellas se explicaban las dificultades para su realización, al tiempo que Oja Kodar, Andrés Vicente Gómez y Dominique Antoine explicaban los problemas relativos a su producción de modo semejante a como ya los hemos señalado, no sin antes haber expuesto otros intervinientes la relación de Welles con España y las características de títulos como Una historia inmortal o F de Fake (Question Mark).

Finalmente, Netflix, en colaboración con distintos expertos (el productor Frank Marshall, el historiador Jonatham Rosenbaum, entre otros), han dado forma a esta mortal historia.

De igual modo, los dos complementos que ahora ofrece Netflix acompañando a la versión emitida, They'll love me when I'm dead (Me amarán cuando esté muerto), de Morgan Neville, y A final cut for Orson: 40 years in the making (Un último montaje para Orson: 40 años en la producción) de Ryan Suffern, explican con abundantes detalles la complicada historia de una película a la que el tiempo y el viento le han sido poco favorables.

Ilustración: Oja Kodar

Orson Welles en el país de Don Quijote: https //www.youtube.com/watch?time_c>

Trailer:
https://www.youtube.com/watch?v=ogNgunWmOoQ