Rafael Utrera Macías

Buñuel en el laberinto de las tortugas es el título de una película de animación dirigida por Salvador Simó. Presentada en distintos festivales antes de su estreno comercial, efectuado recientemente, ha cosechado diversos premios tanto en su condición de ópera prima de su realizador como de relevantes elementos técnicos llevados a término por cualificados profesionales.

El film señala al cineasta Luis Buñuel tanto en su calidad de autor/director como de personaje e intérprete y lo sitúa, mediante una sugerente metáfora, en el laberinto de las tortugas, aludiendo con ella a las humildísimas casas de techo de pizarra características de la región extremeña de Las Hurdes, donde el cineasta aragonés fue a rodar, tras haber filmado en Francia Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930), su primera producción española, un documental denominado, en evidente denotación, tanto con el regional topónimo extremeño, como, en intencionada connotación, con el lacerante título Tierra sin pan (1933).

Buñuel en el laberinto de las tortugas presenta a un Buñuel frustrado tras su experiencia surrealista en París y el estreno de su segundo título. Al tiempo, se muestra deseoso de orientarse por derroteros distintos a tan “escandalosos” precedentes. La amistad con su amigo Ramón Acín, artista, pedagogo, anarquista, le llevará a emprender la aventura extremeña y el conocimiento directo de la olvidada región cacereña. Un premiado billete de lotería, cuya suerte benefició a Ramón, permitió financiar el film, según promesa efectuada a Luis. En la filmación participarán los dos aragoneses, acompañados por los extranjeros Pierre Unik, periodista y poeta, y Eli Lotar, fotógrafo rumano. Los distintos sucesos acaecidos durante el rodaje darán a conocer las principales personalidades y las diferentes conductas, siempre guiados por el carácter, tan impulsivo como enérgico, del cineasta de Calanda. Las relaciones con los hurdanos, la experiencia acumulada ante tanto misterio insondable sobre ese sector de la especie humana y su tipo de vida, deja huella en los cineastas y filma una realidad que tiene tanto de verdad como, por exigencias de Buñuel, de trampa cinematográfica. Las ensoñaciones del cineasta (más terroríficas que satisfactorias) servirán de contraste a las duras imágenes de tan depauperada región y sus desgraciados habitantes.


De “novela gráfica” a “película de animación”

La gestación de Buñuel en el laberinto de las tortugas (2019), película de animación en 2 dimensiones con selectiva paleta de color, ha sido un proceso lento y laborioso cuyo paso principal se orientaba a la búsqueda de imprescindible financiación para adaptar la específica expresión de un cómic al adecuado lenguaje cinematográfico.

En efecto, el cacereño Fermín Solís es el autor de una primera “novela gráfica” cuyo título fue “Buñuel en el laberinto de las tortugas”; dibujada en blanco y negro, vio la luz en 2009. Posteriormente, ya con ocasión de la producción de la película, ha sido reeditada en color, aunque sus técnicas y resultados no tengan por qué coincidir con las utilizadas en el film. Este “cómic para adultos” recrea el rodaje de Las Hurdes al tiempo que la amistad entre Buñuel y Acín, quien sería el principal productor del documental; además, incluye determinados elementos fantásticos y escenas oníricas relacionadas con la personalidad buñueliana. De los distintos personajes que realmente intervinieron en el rodaje, quedó fuera del primer cómic el profesor Sánchez Ventura, hecho que, a día de hoy, lamenta Solís porque en la película tampoco aparece.

A otro extremeño, José María Fernández de Vega, director de la empresa The Glow Animation, con sede en Almendralejo (Badajoz), se le ocurrió que el cómic de Fermín Solís daría muy bien para conformar, en guion y filmación, un cortometraje. Tras una serie de afortunadas circunstancias, acaso semejantes a la suerte lotera de Acín, encontró los suficientes apoyos técnicos y artísticos, de entidades oficiales y productoras privadas, que permitirían convertir el imaginado corto en real largometraje.

En efecto, el equipo se amplió con la experiencia profesional y artística de personas como el productor Manuel Cristóbal (cuatro Goyas en su haber), con títulos de contrastada capacidad creativa, El lince perdido y, especialmente, Arrugas, (aquella pieza gráfica de Paco Roca, dirigida por Ignacio Ferreras) que conmovió a una tercera edad, bien reflejada en la pantalla, dispuesta a frenar, mediante fraternal solidaridad, un alzheimer devastador en ancianos víctimas de esta enfermedad. Los buenos oficios de Cristóbal han permitido elevar la producción a 1,8 millones de euros, cifra que puede parecer ridícula comparada con las grandes producciones norteamericanas e, incluso, con algunos títulos españoles, pero que, en este caso, ha permitido conseguir los parámetros ansiados en los niveles técnicos y artísticos para hacer una película, digna e interesante, que ficcionaliza sobre unos hechos de nuestra historia cinematográfica donde no falta el humor, la fantasía, la amistad y, de vez en cuando, hasta efectivos toques surrealistas (Dos productoras europeas, Sygnatia y Submarine, han apoyado también el proyecto, mientras la empresa Wanda la distribuirá en diferentes mercados extranjeros).


Creatividad de la dirección artística

La dirección de arte se ha llevado a cabo bajo la supervisión de José Luis Ágreda; su contrastada experiencia le otorgaba autoridad para preparar el “estilo” general de la película, precisar la tipología de los distintos personajes (Buñuel, Acín, Lotar, Unik) tanto en acciones como en carácter, enriquecer y ampliar la historia básica referida al rodaje buñueliano sin menospreciar cuanta “información” venía ya dada en el cómic creado por Solís; en tal sentido, se ha ampliado el “blackground” de esos personajes principales mediante recursos técnicos propios tales como los flash-back o los sueños, recurriendo, por ejemplo, a la etapa infantil del niño Luis donde cabe tanto su peculiar intervención en la tamborrada de Calanda como el sufrimiento producido por el temor a su padre.

Dado que durante el proceso creador de la película aparecieron los descartes de Las Hurdes desechados por Buñuel, se creyó oportuno por parte del equipo dirigido por Ágreda, incluir algunos de ellos en la narrativa de la animación, lo que supone un fuerte impacto para el espectador que, dejándose llevar plácidamente por el anecdotario de la narración, se encuentra, de bruces, con, por ejemplo, el gallo descabezado, el burro comido por las abejas, el propio Buñuel disparándole a la cabra que se desloma entre los riscos. Una coloración tan precisa como estudiada, unido a la expresiva línea del trazo dibujado, supone un fuerte contraste cuando, in medias res, aparece casi sin avisar, el blanco y negro de la original película primitiva con esas imágenes que, no por descartadas, imponen y sorprenden menos que las ya conocidas en la pieza de Buñuel.

El director de la película, Salvador Simó, se ha enfrentado a su primer largometraje, a su ópera prima, con un encargo de envergadura; es el autor del guion junto a Eligio Montero, ambos con experiencia en el arte de la animación y en la escritura de series para televisión, respectivamente. Simó ha llevado la batuta ante especialistas como Cristóbal y Ágreda, ha mantenido la confianza de los productores extranjeros en el complejo trabajo de la edición, ha atinado con el trabajo de Arturo Cardelús en una composición musical, de complejos matices y sonoridades diferentes; y, en tantas ocasiones, acorde con el cromatismo de la imagen, lo que venía a convertirse en una llamativa sinestesia, ya para la vista, ya para el oído. Todavía más: la banda de sonido está enriquecida con las voces de los personajes; tan peculiares y expresivas las de Luis y Ramón, tan extranjeras, francesa nativa o impostada, las de Pierre y Eli, pero tan naturales y auténticas las de los extremeños y hurdanos que, posiblemente, Luis Chamizo, el autor de “El miajón de los castúos”, las hubiera aplaudido en su dicción y tonalidades.

El espectador que no tenga demasiado conocimiento de los avatares de Luis y Ramón comprobará que son muchos los hechos ofrecidos como “reales”; en cierto modo, la película funciona también como historia ilustrada de cierto segmento de la biografía buñueliana, así como una emotiva etapa donde la suerte otorgada por la diosa Fortuna en el número 29757 de la lotería nacional se traducía en 100.000 pesetas de la época, de las que 20.000 sirvieron para producir ese documental llamado Las Hurdes, primero, y Tierra sin pan, después. En “…el laberinto de las tortugas”, el personaje de Luis califica el suceso como puramente “surrealista”.


Una exposición complementaria

Como complemento a la visión de la película, el espectador interesado en su producción y desarrollo puede ver en la sede madrileña de la Academia de Cine (c/ Zurbano, 3) una exposición titulada “El arte de Buñuel en el laberinto de las tortugas”. Se compone de distintos bloques en los que, tras una presentación referida al universal director, se explica el diseño de personajes principales, las referencias sobre el uso de luces y colores, así como un guion gráfico de la película. Le acompaña un conjunto de carteles que responden a la versión particular efectuada por Ágreda sobre originales de las películas de Buñuel. La exposición se inauguró el 23 de abril y se clausurará el próximo 31 de mayo.


Ilustración: Una imagen de la película Buñuel en el laberinto de las tortugas


Próximo capítulo: Buñuel: Las Hurdes. Tierra sin pan. Historia y leyenda (y II)