Enrique Colmena

Ha muerto Juan Diego y se ha hablado de él, con toda razón, en términos muy elogiosos, como los que merecía este grandísimo actor bormujero. De él se ha dicho seguramente todo lo que se podía decir, y todo plenamente justificado...

Si hay una figura geométrica con la que podríamos hacer un símil respecto a la profesión de actor o actriz, nos parece que sería el poliedro, el elemento de varias caras que, siendo una sola figura, a la vez sin embargo permite distintas perspectivas dependiendo desde donde se contemple: con los intérpretes pasa algo parecido, son una única persona pero en su interior puede haber múltiples personajes, sin que entremos en los terrenos de la psicología sino en los del arte. El poliedro como figura metafórica de la versatilidad, de la ductilidad, de la capacidad del actor, de la actriz, para ser otro de forma absolutamente convincente, sin por ello dejar de ser quien es...

Juan Diego interpretó durante su vida artística, en cine, teatro y televisión, cientos de personajes distintos, y a todos y cada uno de ellos les confirió verismo, fue esos personajes sin dejar de ser Juan Diego. Nuestro pequeño homenaje al poliédrico Juan Diego lo centraremos, a la manera del teatro en el que él se sentía tan a gusto, haciendo una cierta paráfrasis nominal sobre el drama teatral 6 personajes en busca de autor, la obra maestra de Pirandello, centrándonos en 6 personajes a los que dio vida Juan Diego (y con ello les insufló la existencia que los personajes pirandellianos reclamaban en la obra teatral), de una manera que, ciertamente, nadie más podía hacerlo.


El señorito Iván en Los santos inocentes

Uno de los más celebrados roles de Juan Diego, su composición del execrable papel del señorito Iván en la adaptación de la novela de Miguel Delibes Los santos inocentes (1984), que llevó a la pantalla Mario Camus en una de sus grandes películas, se puede decir sin empacho que estuvo a la altura de los personajes que compusieron en ese mismo film Alfredo Lanza (Paco el Bajo) y Paco Rabal (Azarías), y que les valió a ambos tan eximios actores, ex aequo, el Premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Festival de Cannes. La exactitud del gesto, tan típico del rico heredero al que le ha sido dado todo por cuna, nacido entre algodones y criado en el capricho, la arbitrariedad y la falta absoluta de empatía con sus congéneres, sobre todo si eran de clase social inferior, dieron como resultado un personaje odioso al que el espectador, con tanta razón, jaleaba cuando Azarías cumplía su tan justa venganza, en uno de esos casos en los que la identificación del público con un personaje era total, el “santo inocente” tan noble como corto de entendederas, que hacía lo que había que hacer; aunque, ya lo sabemos, en la vida real no se hace... Su señorito Iván era justamente odioso porque así tenía que serlo, y Juan Diego le confirió, desde sus antípodas ideológicas, la verdad que le hacía ser un personaje abyecto donde los haya, uno de esos de los que gustamos decir con frecuencia  que, si su madre hubiera abortado, el mundo sería un poco menos malo...


Francisco Franco en Dragón Rapide

Era notorio y conocido que Juan Diego era comunista, razón por la que su elección para encarnar a Francisco Franco en la película Dragón Rapide (1986), dirigida por Jaime Camino, se antojó por algunos a priori como algo un tanto extraño. Sin embargo, el resultado fue extraordinario: Juan Diego confirió a su personaje, uno de los fundamentales (ciertamente que para mal, pero esa es otra historia) del siglo XX en España, un tono perfectamente verosímil, en especial para los que habíamos sufrido al dictador, aunque fuera en la última etapa de su régimen, en lo que se llamó el tardofranquismo. La peculiar mezcla de dureza de pedernal en un cuerpo enclenque y con vocecita atiplada fue todo un hallazgo por parte de Juan Diego, acercándose, más que al parecido físico (que también, gracias al maquillaje y, sobre todo, al peinado), al parecido mental, psicológico, de carácter, de quien en la película aún no era el que sería Generalísimo, sino uno más de los militares que preparaba el asalto a la legitimidad republicana en 1936.


San Juan de la Cruz en La noche oscura

En un registro diametralmente opuesto, Juan Diego es llamado por Carlos Saura para interpretar la figura de San Juan de la Cruz en La noche oscura (1989), uno de nuestros místicos más exquisitos, autor de una obra poética de un inmenso calado religioso, pero también puramente lírico; la película, centrada en los meses en los que el que sería santo fue confinado en condiciones infrahumanas, nos permitirá asistir a un recital interpretativo de Juan Diego, dando vida al alma atormentada de un hombre que se debatía entre su fe, las tentaciones, su amor por Dios, su necesidad de plasmar sus vivencias en versos de una belleza sublime, en una película mayor que rivalizó en intensidad y calidad con la que se puede considerar la opera magna del misticismo religioso español, la miniserie televisiva Teresa de Jesús, de Josefina Molina, con Concha Velasco.


Antonio Delgado en Padre Coraje

A principios del siglo XX, Benito Zambrano, que había dado el pistoletazo de salida al Nuevo Cine Andaluz con su eminente Solas (1999), afronta el reto de hacer una miniserie para Antena 3, titulada Padre Coraje (2002), que pondría en imágenes la verídica historia de Francisco Holgado (en la serie Antonio Delgado), progenitor de Juan Holgado (en la serie Juan Delgado), cajero de una gasolinera asesinado a puñaladas en un atraco en su Jerez natal; el padre, ante la inacción de la justicia, decidió infiltrarse en el submundo delincuencial de su ciudad, consiguiendo pruebas que implicaban indubitablemente al asesino, pero cuya obtención por vías no legales haría inviable su condena. Esa dolorosa historia contó con el mejor intérprete posible, un Juan Diego inolvidable como padre del joven asesinado, que se infiltró en el infierno, haciéndose pasar por uno de ellos, para conseguir las pruebas que, a la postre, de nada servirían.


El general Alfonso Armada en 23-F: La película

Con motivo del trigésimo aniversario del (afortunadamente) fallido golpe de Estado perpetrado por el teniente coronel Tejero y el general Milans de Bosch, entre otros felones golpistas, el cine llevó a la gran pantalla la recreación de aquellos hechos en el film 23-F: La película (2011). De la dirección se encargó Chema de la Peña, y entre la numerosa y talentosa nómina actoral descolló Juan Diego, en un personaje, el del general Alfonso Armada, al que él confirió el carácter que todos imaginábamos del militar, un hombre sinuoso, ambiguo, que buscaba hacerse torticeramente con el poder apoyándose, sin que se notara demasiado, en el golpe de Estado en curso. La interpretación del bormujero, de nuevo, fue extraordinaria, componiendo un personaje viscoso, esquivo, una auténtica joya de la actuación, consiguiendo quizá esa rareza, a la manera de la famosa anécdota de Picasso y Gertrude Stein (ya saben, el pintor a la escritora, enfadada ésta con el cuadro en el que la había pintado, le dijo aquello de “algún día tú te parecerás a este retrato”...), de que con el tiempo la imagen que tengamos del general Armada sea la que compuso Juan Diego en esta película.


José Luis en No sé decir adiós

Al final de su vida, quizá en un personaje no muy alejado de él mismo (él, que había hecho roles tan distintos a su propia forma de ser), Juan Diego interpretará en No sé decir adiós (2017) a un hombre ya de edad provecta, padre de dos hijas muy distintas: una vive con él, en Almería; la otra lo hace en Barcelona, alejada de su familia. Cuando el padre enferma gravemente de cáncer, la hija que vive lejos volverá, intentando evitar lo inevitable... Quizá esta irregular pero estimulante película de Lino Escalera sea una de las que más puntos de contacto tuvo con la vida del propio Juan Diego, él mismo ya minado por la enfermedad que terminaría llevándolo a la tumba, en una película en la que el maestro bormujero brilló como solo él sabía hacer, en un personaje nada fácil, nada simple, nada elemental, pero a la vez tan, tan real...

Descanse en paz el actor que, si hubiera vivido y trabajado en el Reino Unido, hubiera sido nombrado sir Juan Diego... Descanse el actor en esos cielos poblados a buen seguro por artistas con los que se codeó, bien interpretando sus obras, bien trabajando a sus órdenes, bien teniendo la suerte (que fue recíproca) de actuar junto a ellos: Beckett, Delibes, Jardiel, Marsillach, Berlanga, Valle-Inclán, Fernán-Gómez, Forges, Eurípides, Arthur Miller...

Ilustración: Juan Diego, como el general Armada, en una imagen de 23-F: la película (2011), de Chema de la Peña.