Rafael Utrera Macías

El viaje


Buster Keaton y Natalie Talmadge embarcaron en Estados Unidos, rumbo a Europa, en el verano de 1930. Visitaron Francia, Bélgica y Alemania. En algunos casos, participaron en presentaciones de películas (así en Buster se marie, versión francesa de Parlor, Bedroom and Bath) y, en otros, la prensa se ocupó de asociar la visita del matrimonio con su película recién estrenada o a punto de hacerlo. En Berlín se unieron a Norma, la hermana de Natalie y esposa de Joseph Schenck, que venía acompañada por el actor Gilbert Roland (nombre artístico de Luis Alonso). Por una fotografía publicada en “Abc” de Sevilla (12 de agosto.1930), sabemos que Keaton llegó a la capital francesa y se sometió a una entrevista periodística “más triste aún de como aparece en sus divertidas películas”.


Los cuatro emprendieron viaje a España donde la gira turística tendría un amplio recorrido de norte a sur, al tiempo que Keaton se interesaría por las corridas de toros y sería espectador de las mismas en diversas plazas donde fue reconocido, aplaudido e, incluso, sacado a hombros por la puerta grande, tal como seguidamente diremos.



El grupo de turistas: Buster y Natalie, Norma y Gilbert


A Buster Keaton le acompañaba su esposa, Natalie (1896-1969), una de las hermanas Talmadge. Actriz de corta carrera, su filmografía no llega a la decena de películas, aunque le cabe el honor de haber trabajado con Griffith en Intolerancia y haber sido la protagonista femenina de La ley de la hospitalidad, en el papel de Virginia Canfield, dirigida por su marido.Casados en 1921, se divorciarían, como hemos dicho, en 1933.


La hermana mayor, Norma (1894-1957), se había iniciado profesionalmente como modelo y, poco después, ejerció como actriz de vodevil. Interpretó numerosos cortometrajes en la Vitagraph y, desde 1915, fue contratada para largometrajes. Su ascensión en fama y prestigio, más allá de su valía personal, estuvo avalada por su madre, Margaret, una “famosa madre de artista”, y por su matrimonio con Joseph Schenck, un emigrado ruso que, juntamente con su hermano Nicholas, tuvieron grandes poderes en la creación de emporios cinematográficos, desde la primitiva “Corporación de cine Norma Talmadge” hasta las posteriores “United Artists” o “20th Century Fox”. Norma y Joe se casaron en 1916 y se divorciarían en 1934. Él fue uno de los fundadores de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, además de potenciar el lanzamiento como actriz de Marilyn Monroe, entonces una desconocida. 


El acompañante de Norma era el actor Gilbert Roland (1905-1994), cuyo verdadero nombre era Luis Antonio Alonso Botana; su primer nombre artístico fue Luis Alonso, aunque, por razones profesionales, eligió el más exótico de Gilbert Roland, afortunada combinación entre los de sus admirados John Gilbert y Ruth Roland. Su estancia en Chihuahua y Ciudad Juárez, antes de instalarse en Estados Unidos, le atribuyen ser nacido en México aunque informaciones periodísticas diversas aseguran que era natural de Bilbao, donde su padre, el torero Paquiro II, de vida novelesca, residió ejerciendo alguno de sus variados oficios; la residencia mexicana y las circunstancias familiares le convierten en afortunado emigrado que pronto encontrará acomodo en el mundo del cine al responder adecuadamente al tipo del “latin lover” que, previamente, habían ostentado Rodolfo Valentino o Antonio Moreno. Se inició como extra en El jorobado de Notre Dame; posteriormente, fue compañero de cartel de Clara Bow en La edad de plástico, de Norma Talmadge en Camille/Margarita Gautier y, ya en los comienzos del sonoro, de Lupe Vélez en las versiones españolas de Resurrección y Hombres de mi vida. Casado con la actriz Constance Bennett, se divorciaron porque, según las crónicas hollywoodenses, él mantenía la relación con la mayor de las Talmadge, a quien precisamente acompañaba en este viaje por España.


De Biarritz a San Sebastián


El periodista Juan Antonio Cabero dedicó la mayor parte de sus trabajos al cinematógrafo; de una parte, es ocasional director en títulos como Estudiantes y modistillas (1927) y, de otra, es el primer escritor que publica una “Historia de la cinematografía española (1896-1949)”, significativa aportación a la evolución de nuestro cinema cuyo pionerismo se ha mantenido vigente durante varios lustros. Sus colaboraciones relativas al cine se publicaron en periódicos como “Heraldo de Madrid” y “El Liberal”, y en revistas como “Arte y Cinematografía” y “Crónica”. En ésta, firmó un reportaje, fechado en San Sebastián el 16 de agosto de 1930, que bajo el genérico “Cinematógrafo”, titulaba “Los astros de la pantalla que nos visitan”; tras citar a los cuatro componentes del grupo, subtitulaba, “Una interviú a salto de mata en San Sebastián”. Un reportero tan vinculado al cine y a sus artistas no podía perderse un encuentro con Buster Keaton; a sabiendas de que, desde Biarritz, acudía a las corridas de toros en San Sebastián, Cabero y su fotógrafo acudieron a la tercera lidia que los cineastas presenciaron en la ciudad donostiarra; ya sabían que en los dos días anteriores fueron perseguidos por los fans hasta el hotel Victoria Eugenia, donde se refugiaron momentáneamente. Hoy no podían dejarlos escapar sin antes haber obtenido la pretendida entrevista y la foto que inmortalizara el momento. Ayudados por auxiliares de la plaza, localizaron a Keaton y a Roland en una contrabarrera; ambos iban ese día más “disfrazados” y menos elegantes de lo habitual, pero un traje más usado, unas gafas oscuras, una gorra, en poco desvirtuaba la reconocida figura del gran actor y aún menos la de su compañero Luis Alonso, como la mayoría de la prensa le llamaba para reivindicar su ascendencia (y hasta su nacimiento) española.  Cabero opta por limitar su entrevista, “a salto de mata”, al tema taurino según lo puede entender Buster y utilizando a Gilbert como traductor dado que los temas cinematográficos han sido tratados en las numerosísimas entrevistas que, según dice, en días precedentes, le han hecho a Pamplinas. Buster llama a la tauromaquia “fiesta heroica y viril”.  Las protestas del “respetable” por la lidia de Cagancho no acaba de entenderlas el cineasta, aunque ante cada puyazo, ante un buen par de banderillas “provocan una exclamación aguda de Keaton”. Si nos fiamos de su memoria, fue aquí donde el primer espada le brindó el segundo toro, una enorme satisfacción para este espectador norteamericano. Nos extraña que Cabero no hubiera señalado este evento en su minuciosa crónica. ¿No sería en Toledo donde sucedió tal hecho?


El periodista no podía marcharse sin un testimonio gráfico donde aparecieran los astros de la pantalla; ambos acceden gustosos y el resultado es una foto de grupo (firmada por Photo-Carte) donde Keaton, Alonso y Cabero están rodeados de los aficionados que esa tarde compartían barrera y tauromaquia en la plaza de San Sebastián. Terminado el espectáculo, son saludados por el maestro Lasalle y por el actor Fernando Delgado. Alonso comenta al periodista que vuelven a Biarritz, a donde ha llegado Norma Talmadge para iniciar, mañana, la ruta por tierras españolas: “empezaremos por Santander”. Una foto insertada en este reportaje muestra a Conchita Montenegro a su llegada a Hollywood, recibida por María Alba y Carlos Borcosque, al haber sido contratada por la Metro-Goldwyn-Mayer.


En Madrid


Instalados en el Palace Hotel, allí recibieron a un grupo de periodistas entre los que se encontraba César González Ruano. Durante dos días, el cinematográfico grupo visitó, entre otros lugares, la casa del periódico “Abc” y de la revista “Blanco y Negro”. En ésta (24 de agosto. 1930) se publican unas excelentes caricaturas de Buster, Norma y Gilbert firmadas por Cebrián y unas excelentes fotos de Muro con cada una de las parejas y los cuatro subidos en lo alto de una linotipia. El reportero afirma con rotundidad que Keaton siente una “pasión loca” por las corridas de toros y, como no puede ser de otro modo, se muestra “encantado” de sus películas “en español”, interpretadas, una por Raquel Torres y otra por Conchita Montenegro. Ante la atrevida pregunta de qué palabras recuerda en español y, tras un acusador silencio, viene a decir que “ha olvidado las que sabía”.


Del resto del grupo, el periodista establece la comparación entre las dos hermanas. De Norma, destaca su flexibilidad, pues resuelve tanto un papel cómico, como “Kikí”, como dramático en Una gran señora o Margarita Gautier; por el contrario, Natalia, la esposa de Buster, dedicada “por entero al cuidado de sus hijos en la intimidad de su hogar… no pregunta nada, escucha siempre y, como su hermana, más humilde, más calladamente, sonríe siempre”. De Roland, al que se suele nombrar habitualmente como el español Luis Alonso, se le describe como “un muchachote sencillo, afable, simpático”; asegura el anónimo firmante de la crónica que “a Gilbert le perjudica enormemente su timidez, que muchos toman por orgullo, y su corrección de hombre educado a la americana, que algunos confunden con la vanidad del hombre engreído”. Tras precisar que su contrato está vinculado a la Metro, señala El señor Zorro como el primer título donde Roland es protagonista en las versiones española e inglesa. 

“Los inquietos viajeros” van a comer a El Escorial y quieren llegar a tiempo a Toledo; Pamplinas no quiere perderse la corrida donde torea “su compañero en la pantalla Marcial Lalanda”. Mañana salen para Sevilla.


Toledo. La corrida contada por él mismo


En 1960, Buster Keaton, con la colaboración de Charles Samuels, publicó “My Wonderful World of Slapstick”, cuya primera edición española, en 1988, llevó por título “Slapstick. Las memorias de Buster Keaton”. En ellas, dedica unas páginas a referir su viaje por España y, muy especialmente, a las corridas de toros vistas junto a un gran “aficionado” como Roland. El cómico había asistido a algunas, de tercera categoría, en las ciudades mexicanas de Tijuana y Ciudad Juárez, de manera que ahora se gozaba cuando un experto en la materia, hijo del gremio, podía “explicarme las cuestiones más refinadas” sobre “el más valeroso de los deportes”. Por ello, “veíamos todas las que podíamos, empezando por las de San Sebastián”. Y en todas ellas, al reconocimiento de la estrella cinematográfica, las voces de “¡¡Pamplinas, Pamplinas!!”, inundaban los cosos taurinos, como si de algún famoso de la tauromaquia se tratara. Por ello, el cineasta norteamericano sale tan agradecido sólo por ponerse de pie y saludar. “Te sientes profundamente emocionado de que gente tan considerada te haya rendido homenaje”.


En la plaza de madera de Toledo vivió Keaton una experiencia memorable, digna de figurar en cualquier secuencia de su brillante filmografía. La lidia fue nefasta para el público ya que ninguno de los tres matadores acertó con sus correspondientes morlacos. Como consecuencia, el conjunto de aficionados no se privó de amenazar a los maestros; el abucheo continuado acabó en lanzamiento de almohadillas y, no satisfechos con ello, solicitaron al presidente que el primer espada fuera encerrado en una mazmorra “y que lo castrara el herrero del pueblo”. Seguidamente, un grupo de aficionados, encabezados por dos corpulentos jóvenes, sacaron a hombros a Buster Keaton por la puerta grande. El pobre cómico no tenía seguro de qué se trataba tal prueba y si seguiría el mismo camino que el maestro de la lidia. Como Gilbert se había perdido entre la multitud, no pudo explicarle a su amigo las razones de la situación. Cuando el cómico fue depositado delicadamente en las escalinatas del hotel, Roland justificó que “los toledanos tenían la costumbre de llevar a hombros al matador que más se hubiera distinguido durante la tarde… No querían volver a la ciudad con las manos vacías. Ya ves, Buster, qué humildes son estos hombres. Se contentan con cualquiera, hasta contigo” (págs. 185-186).


Ilustración: Buster Keaton y Luis Alonso (más conocido artísticamente como Gilbert Roland), en una de las corridas de toros a las que asistieron durante su estancia en España.


Próximo capítulo: IV. Buster Keaton en España. Viaje por Andalucía