Rafael Utrera Macías

Como hemos anticipado en capítulos anteriores, este artículo comienza con nuestro comentario a la película, En el estanque dorado (Mark Rydell.1981), seguido del poema de Manuel Pacheco “En el lago dorado”, que ofrecemos tal como lo recibimos del autor (Advertencia: el poeta grafía “Katherine” donde debe decir Katharine).


En el estanque dorado, de Mark Rydell
Rafael Utrera Macías

Producción

La película En el estanque dorado procede de la obra teatral homónima, cuyo autor, Ernest Thompson, fue también guionista del film. La actriz Greer Garson produjo su estreno en Broadway, donde tuvo pocas representaciones antes de pasar a otros teatros y buscar un público diferente hasta acabar en locales de Nueva York y Washington. Aquí fue donde Katharine Hepburn la vio, por consejo de la citada Garson, con vistas a una posible interpretación en la pantalla. Enviado el guion a Henry Fonda, aceptó asumir el papel de Norman a pesar de su deteriorado estado de salud motivado por problemas cardiacos, hecho que tenía su paralelo en el propio personaje de ficción.

Las ventajas de la producción se centraban en el prestigio de los dos intérpretes, pero los riesgos procedían de la avanzada edad de los actores además de centrarse en un tema escasamente comercial: la ancianidad. Jane Fonda, conocedora del proyecto, vio la posibilidad de incluirse en el reparto, haciendo el personaje de Chelsea, la hija de Norman, lo que, al tiempo, permitiría mostrar en la ficción ciertas diferencias que siempre había mantenido con su padre en la vida real. A través de su productora ITC Films asumió la coproducción y llevó a término el plan propuesto. Desde el punto de vista publicitario y promocional del film se jugaba con dos bazas significativas: Hepburn y Fonda se encontraban por primera vez en un rodaje tras una dilatadísima vida profesional; los dos personajes y los dos actores tenían en común algunas facetas, desde la progresiva perlesía de la actriz a la dolencia cardiológica del actor. Un anecdotario, acaso tan imaginativo como dudosamente real, rodeó un rodaje en exteriores que se localizaba en los lagos de Nueva Inglaterra; así, por ejemplo, el sombrero que Norman se coloca en los comienzos de la película se dice que fue regalado por Katharine a Henry haciéndole saber que perteneció a su compañero y amante Spencer Tracy.

De otra parte, el hecho de que la Academia de Hollywood le hubiera entregado al señor Fonda un Óscar honorífico en la convocatoria anterior, permitía elucubrar sobre la posibilidad de obtenerlo en función de un personaje y de una interpretación, como así sucedería meses más tarde. La edición de los Óscars correspondiente a 1981 se caracterizó por una nota sentimental que, a su vez, tuvo mucho de justicia. Un actor mundialmente prestigiado como Henry Fonda, con setenta y siete años de vida y cincuenta de profesión, conseguiría el primer Óscar de su carrera. Por el contrario, su partenaire, Katharine Hepburn, repetía, por cuarta vez, la consecución del preciado galardón.


Personajes. Acción

El matrimonio compuesto por el señor y la señora Thayer llega a su residencia de campo, una casa situada en el paradisiaco lugar denominado “El estanque dorado”, para pasar el verano. Norman (Henry Fonda) es profesor jubilado, ya casi octogenario; sus padecimientos diversos se combinan con un temperamento entre socarrón y malhumorado; junto a él, su esposa Ethel (Katharine Hepburn) se muestra equilibrada y lúcida, sensata y simpática, capaz de controlar todas las situaciones sociales, positivas y negativas a las que se enfrenta la pareja. La puesta a punto del hogar, el reencuentro con los diversos enseres, se alterna con el reconocimiento de la naturaleza, zona de bosque, parte del lago, y con el saludo a los animales del entorno, especialmente a los colimbos, cuyo canto sabe imitar muy bien la señora Thayer.

Reciben la visita de Charlie (William Lanteau), el cartero de la zona, conocido de casa y, en otro tiempo, amigo de su hija Chelsea; les trae la correspondencia, así como una carta de ésta que les anuncia su pronta llegada para estar presente en el cumpleaños de su padre. La presencia de Charlie pone de manifiesto las distintas actitudes del señor y la señora Thayer para mantener con los conocidos una relación controvertida o cordial; Norman, con su socarronería, parece querer estar siempre por encima del otro; Ethel, acoge agradablemente al invitado y acorta distancias.

La llegada de Chelsea (Jane Fonda) se produce entre la alegría de la madre y el distanciamiento del padre; ella, divorciada, viene acompañada de su novio, Bill (Darney Coleman), un dentista cuarentón, y del hijo de éste Billy (Doug McKeon), un adolescente que se rebela a convivir obligadamente entre adultos desconocidos. Todos celebran el cumpleaños del octogenario padre. La convivencia entre ambas parejas pone en evidencia tanto el distanciamiento de Chelsea y su padre, a quien llama Norman, como la cordial relación con la madre, siempre favoreciendo la concordia entre ellos.

Mientras Bill y Chelsea viajan a Europa, Billy queda con los ancianos. La relación entre el chico y los mayores se hace tensa en diversos momentos, pero los buenos oficios de Ethel, como intermediaria entre el marido y el joven invitado, consiguen armonizar la situación. La canoa y la pesca serán elementos decisivos para ganarse la confianza del muchacho; la aventura marinera, con accidente incluido, terminará con la pesca de la mayor trucha del estanque dorado. La vuelta de Chelsea, tras haber contraído matrimonio con Bill, le permite comprobar que Billy ha conectado con Norman. Del mismo modo, ella se congraciará con su padre, como una consecuencia de la relación con el chico, y todos se abrazarán antes de la partida. Una angina de pecho lleva la salud de Norman al borde de la muerte, pero la voluntad de Ethel y, sobre todo, su cariño, resuelven satisfactoriamente la situación para poder volver, vivos, a la ciudad.


Temas y contenidos

El verdadero núcleo de la película está situado en la primera media hora, es decir, en la presentación de la misma; el resto no es más que ofrecer un nudo y un obligado desenlace donde, el tono de comedia agridulce, condiciona el obligado final feliz y la opción abierta de que, el año próximo, acaso se repita el veraneo. En esa parte introductoria (podría ser un cortometraje excelente) se muestran las relaciones interpersonales de la pareja, la mutua dependencia uno de otro, el carácter, tan diferente de ambos, la repetición de unos hechos que, como la propia naturaleza, devienen un año más sobre cincuenta de matrimonio. Del mismo modo, la relación de la pareja con los demás ya queda de manifiesto con la llegada y estancia de Charlie, el cartero, su grado de conocimiento mutuo y el tipo de simpatía o recelo que se ofrece en la comunicación del trío.

Es este bloque el que pone de manifiesto diversos aspectos sobre el tema de la ancianidad, sobre cómo se siente y acepta resignada y felizmente (Ethel), según consecuencia natural del devenir humano, o, por el contrario, la persona se parapeta, tras múltiples grados de discordia, contra una actuación social donde en el fondo lo que funciona es el miedo a la muerte (Norman). La preocupación por la vejez está presente en muchas manifestaciones verbales del señor Thayer: “no es divertido ser viejo, ni siquiera hago las necesidades cuando quiero”; “no quiero que las multitudes contemplen cómo me hago viejo”; “cada minuto que pasa me hago más viejo”; y Billy todavía será capaz de preguntarle directamente “¿Tienes miedo a morirte?”.

La llegada de la hija, acompañada de su novio y del hijo de éste, plantea un nuevo tema, sólo sugerido en la parte primera, que es la incomprensión habida por Norman para las actitudes vitales de Chelsea y, en el fondo, la incompatibilidad de caracteres entre el anciano profesor y su descendiente, acaso motivado por la preferencia de este para con los varones. La madre actúa como puente entre ambas para que unas relaciones, habitualmente ásperas, tengan, al menos en esos días finales de unas vidas, el signo de la cordialidad y la comprensión. Pero también muestra a las claras hasta qué punto no está dispuesta a soportar una grosería ni siquiera de su propia hija si ésta se refiere a su padre; Ethel da una bofetada a Chelsea al tiempo que replica: “ese viejo malnacido y egoísta es mi marido”. Por más que ella le llame cariñosamente “viejo bobo”, sabe que sus gritos, como le aclara a Billy, son los de un viejo león que quiere recordarse a sí mismo y que le ruge a la vida. Tras la angina de pecho, pide a Dios que no se lo lleve en ese momento porque Él no necesita a un viejo bobo y para ella es y debe seguir siendo su caballero andante.

Las relaciones entre Bill, el dentista, con Norman no son más que una continuidad de las habidas con Charlie y el planteamiento de unos asuntos capaces de subrayar el carácter del señor Thayer desde distintos puntos psicológicos y temperamentales en los que su cinismo y su inteligencia se ponen de manifiesto ante los demás. Todo un carácter agridulce el de este anciano profesor que se obsesiona con su inutilidad, que se desvive y se engaña por mantener un trabajo, aunque ya nada tenga que ver con su profesión.

Del mismo modo, la relación de Norman con Billy, se convierte en una pieza del engranaje narrativo que permite desarrollar el carácter de ambos en sentido positivo hacia el otro; el adolescente acabará sintiéndose a gusto ante aquella pareja de carcamales y estos actuarán con el chico rebelde como con el nieto que nunca han tenido. Todo ello contribuye al esperado final feliz: la caña de pescar y el trofeo de natación cierran un tiempo donde la familia americana resuelve rencillas de años y luchas generacionales en unos días de vacaciones.

La muerte es tema recurrente en el diálogo del film. Norman la teme y ante ella toma dos posiciones bien distintas: ampararse en la generosidad y actitud positiva de Ethel y hacer frente a los demás con comportamientos donde se combinan la mordacidad con la ironía, la causticidad con el sarcasmo; en el fondo, el cascarrabias gruñón, a pesar de su dialéctica mental y verbal, sabe que su memoria flaquea, que se pierde en el bosque, que el corazón le falla ante cualquier alarde fuera de sus posibilidades físicas.

En el guion y, por tanto, en la película, el papel de Ethel está subordinado al de Norman; él es el epicentro sobre el que se fundamenta la obra; ella, en cuanto a construcción del personaje, está para darle la réplica al marido. Katharine Hepburn lo resuelve de forma magistral: los detalles de su cara, el primer plano mostrando su rostro, evidencian una locuacidad gestual y expresiva digna de las grandes intérpretes antes que de las grandes divas; son estos algunos de los más significativos momentos del film y hacen ganar enteros a situaciones o pasajes que no van más allá del sentimentalismo lacrimógeno, del folletín melodramático de subgénero al uso.


Expresiones y símbolos

La procedencia teatral del film obligaba a “airear” diversas partes a fin de compensar las relaciones entre interiores / exteriores. El paisaje elegido es un lugar paradisíaco donde la tierra y el agua viven bien avenidos y donde la naturaleza viva combina armoniosamente sus distintos ciclos. Una estación del año adecuada y un entorno conocido, una casa, un lago, un bosque de fresas, son ambiente idóneo para resolver diferencias generacionales y cerrar en paz un largo pasado antes que la muerte, más allá de tantas veces nombrada, acuda verdaderamente a la llamada de una angina de pecho.

El lago aporta serenidad en condiciones habituales, pero también en sus entrañas está la muerte en la simbólica ave muerta. La pareja de colimbos, con sus cantos y reclamos, armonizan agua y vida en una simbología múltiple. La denominación de “La cueva del Purgatorio” para nombrar la zona más recóndita y traicionera del lago conlleva connotaciones donde la referencia a la muerte es patente.

El color y la música se adecúan a las necesidades de cada situación y subrayan las pretensiones, sentimentales, líricas, dramáticas, de los autores: productor, guionista, director.


Ficha técnico-artística

Nacionalidad: Estados Unidos. Año de producción: 1981. Título original: On Golden Pond. Director: Mark Rydell. Productor: Bruce Gilbert. Producción: ITC Films/IPC Productions. Argumento: La obra teatral de Ernest Thompson. Guion: Ernest Thompson. Fotografía: Billy Williams. Color: Technicolor. Diseño de producción: Stephen Grimes. Música: Dave Grusin. Montaje: Robert L. Wolfe. Escenografía: Emad Halmy. Vestuario: Dorothy Jenkins. Sonido: David Ronne. Ayudante de dirección: Gary Daigler. Director segunda unidad: Stephen Grimes. Duración: 109 minutos.

Intérpretes: Katharine Hepburn (Ethel Thayer), Henry Fonda (Norman Thayer), Jane Fonda (Chelsea Thayer), Doug McKeon (Billy Ray), Dabney Coleman (Bill Ray), William Lanteau (Charlie Martin), Chris Rydell (Sumner Todd).



EN EL LAGO DORADO

MANUEL PACHECO

Homenaje a HENRY FONDA, que herido de muerte triunfó plenamente en esta película, vitalizado por la gran actriz KATHERINE HEPBURN.

La Acuarela Natural del Paisaje eleva la BELLEZA
y domina los ojos de los hombres que admiran su desnudo.
Hablo de algún lugar y escribe mi presencia EN EL LAGO DORADO.
La soledad multiplica el ardor de los bosques
y las hélices del agua agitan los sonidos del SILENCIO
y las flores dibujan impresiones de polvo
y los pájaros vuelan donde la muerte escribe poemas de cenizas.
Puede que el Tiempo exista en la gota dormida del rocío
o en las luces que imitan las luciérnagas en los mapas de la yerba
o es solo lámina de humo del espacio
que inicia un juego de naipes de animales
que decoran con sus vuelos la luz del paraíso.
La pareja humana se distingue de los violines de la lluvia
tiene nieve de muerte en los sueños que soñaron sus cuerpos
y el profesor despierto en sus ochenta años
vocaliza palabras roídas por la lepra del Desprecio
y duerme en el regazo de su joven y vieja compañera.

La pareja contempla la Realidad del Sueño
en el amor de los recuerdos o las arrugas de las manos
que vuelven al contacto que engendra Compañía
en el
    lejano
        lago
            dorado
                de la Soñada JUVENTUD.

Badajoz, Octubre de 1983. MANUEL PACHECO


Ilustración: Katharine Hepburn y Henry Fonda, intérpretes de En el estanque dorado.

Próximo capítulo: Manuel Pacheco. Poemas al cine. Sesión de cineclub. Bibliografía (y VII)