Cristina Colmena

El próximo estreno en España de la última película de los hermanos Coen, True Grit, vuelve a poner sobre el tapete el tema de los remakes, ese inacabable fondo de armario del que suele tirar Hollywood cuando se queda sin ideas. Este no debería ser el caso, si algo han demostrado los Coen a lo largo de su carrera es que no les falta imaginación, que no tienen necesidad de copiar a nadie, ni recurrir al videoclub de la esquina para rodar películas. Ellos alegan que no es un remake, que se han basado en la novela original de Charles Portis, para hacer su propia versión. Según dicen les apetecía hacer una del Oeste, con todos sus ingredientes, serpientes incluidas. Hasta cierto punto es cierto, esta cinta carece del tono amable de la adaptación de 1969 realizada por Henry Hathaway, y que en España se llamó Valor de ley. Aquella era protagonizada por un John Wayne, ya mayorcito, que hace de U.S. Marshall desganado y que debe bregar con una niña sedienta de venganza (y también un tanto insufrible al mismo tiempo) que se empeña en encontrar al asesino de su padre. Evidentemente los Coen cuentan la historia a su manera, su film es más oscuro, su niña no es tan redicha y tiene unos treinta años menos, y el papel de Rooster Cogburn, que interpretara Wayne, es encarnado por un genial Jeff Bridges que acentúa la decadencia del personaje, en una notable creación --quizás lo más destacable del filme--, especialmente por ese acento del viejo Oeste tan sorprendentemente parecido al swahili (por Dios, no olviden verla con unos buenos subtítulos, les aseguro que el dinero y los años invertidos en academias de inglés no les servirán de nada).

Sin querer quitarle mérito a la película de los Coen, que quizás supone un nuevo giro de tuerca al mito del lejano oeste, la que suscribe se pregunta: ¿Es que no hay más historias? ¿Esta era postmoderna nos obliga una y otra vez a ver remakes de los mismos films, cuando no perennes reposiciones de El príncipe de Bel Air? En otras palabras: ¿Se acabaron las ideas?

El tema es más angustioso y hasta indignante cuando la maquinaria de Hollywood se empeña en “adaptar” al gusto americano obras “demasiado europeas” como fue el caso de Cielo sobre Berlín, convertida en la pastelosa y prescindible City of angels...Y nadie se entera, bueno quizás Wenders cobrando por los derechos, pero el resto... ¿quién va a ver una peli alemana y además, en blanco y negro? También esa alergia que el blanco y negro produce en las nuevas generaciones de espectadores y que hacen que prescindan de toda la historia del cine hasta prácticamente Indiana Jones es aprovechada para reciclar algún viejo guión del que ya nadie se acuerda. Eso es lo que ocurrió, dolorosamente, con El bazar de las sorpresas de Ernst Lubiscth, convertida en la ñoña y estúpida Tienes un e-m@il perpetrada por Nora Ephron con las empalagosas carantoñas de Meg Ryan. Se hace más sangrante cuando un director de la talla de Sydney Pollack, en un arrebato de insensatez o quizás a causa de alguna letra del piso que tuviera que pagar, se atreve con Sabrina, pensando que quizás pueda mejorar la versión de Billy Wilder... ¿Por qué? Con toda seguridad iba a ser peor a pesar de enganchar en los créditos a Harrison Ford (seamos sinceros, no tenía nada que hacer contra Humphrey Bogart, ni con ni sin látigo). Pero una vez más la inadaptabilidad de la pupila a las imágenes en blanco y negro (esa reciente mutación que confirma que el cerebro de la especie va menguando sin remedio) parece justificar un remake, ya que la otra cinta parece condenada a los archivos de las filmotecas, y ya no la verá nadie. Imagínense, nadie, nunca... ¡esa joya! Cortázar, en sus Instrucciones para llorar, recomendaba para inspirarse pensar en esos golfos del Estrecho de Magallanes en los “que  no entra nadie nunca”... a mí me parece aún más desolador pensar en esas grandes películas que ya nadie se molesta en ver porque ya han visto la nueva, la que es en color, la que protagoniza Julia Roberts, claro. Ese es el peligro de los remakes, el que las viejas grandes películas acaban siendo suplantadas. Al igual que los alienígenas de La invasión de los ultracuerpos (la original o su remake, la que prefieran, precisamente...) se apoderan de sus guiones y los convierten en estúpidas vainas de habichuela para meter a dos o tres estrellas taquilleras y una banda sonora con canciones melosas... y poco a poco la estupidez y la sinsustancia se acaba apoderando de la humanidad... Perdonen el tono apocalíptico, pero piénselo de nuevo... ¡NADIE, NUNCA!... Innumerables la cantidad de remakes que aún sin saberlo a veces nos cuelan gato por liebre... mejor casi ni pensarlo.

Y sin embargo hay casos bien particulares con esto de volver y volver sobre la misma historia, el empecinamiento sobre un mismo guión. Ahí está ese Leo Mc Carey, rodando de nuevo Tú y yo con Deborah Kerr y Cary Grant en 1957, y superando incluso la cinta de 1939 en la que él mismo dirigía a Irenne Dunne y Charles Boyer desencontrándose en el Empire State... y lo borda, lo borda, sin duda. Después Nora Ephron (la reina del reciclaje),  le pega un refrito a la película en una adaptación medio libre en Algo para recordar (1993) y bueno, al menos rinde cierto homenaje al clásico, quizás hasta rescatándolo de los videoclubes para todas aquellas solteronas irredentas que quieren llorar como Meg Ryan... Pero no crean que aquí acaba la historia. Warren Beatty aparece un año después produciendo Un asunto de amor, esta vez sí que remake, remake innecesario -- es obvio decirlo--, creyendo quizás que puede superar a Cary Grant (iluso)... pero eso sí, hizo su correspondiente taquilla... Al fin y al cabo quién se iba a acordar...  Confiemos en que a James Cameron no se le ocurra rodarla en 3D... ¡Ese guión debe estar ya más fotocopiado! Me lo imagino con las páginas amarillentas y la grapa mal colocada, esperando en una estantería que pone “En caso de bloqueo creativo” en algún estudio de Hollywood,  manoseado continuamente... “Aún es aprovechable --dice un tipo con un puro en la boca que lo hojea con manos grasientas--, por qué no, parece una historia original”... Escalofriante, no me digan que no...

Moraleja: Sospechen cada vez que vayan al cine, muy probablemente lo que estén viendo no sea más que una vaina gigante, rellena de cualquier cosa, decidida a suplantar las películas originales... y a dominar al planeta Tierra, les aviso...