El premio Nobel portugués José Saramago publicó en 1995 su novela Ensayo sobre la ceguera y durante mucho tiempo se negó a ceder los derechos para su adaptación al cine si no se conservaba su sobrecogedor subtexto político.
Finalmente accedió a ello por la confianza que le daba el director Fernando Meirelles, que tras realizar Ciudad de Dios y El jardinero fiel, para este su tercer largometraje se ha tenido que enfrentar a la problemática de cómo rellenar la parte literaria de la novela, encontrando una especie de luminosa niebla blanca para representar la ceguera que plantea el texto literario en torno a la metáfora social ante la incomunicación del ser humano, el egoísmo colectivo, la problemática medioambiental entre otros temas que toca, que hace que el hombre haya descendido en su gradación moral en la innoble condición humana.
La dificultad de adaptación de la novela era obvia y había que buscar una alternativa visual a la literatura, pero la realidad es que, a pesar del esfuerzo realizado, la película sigue siendo prisionera de las limitaciones del libro, perdiéndose gran parte de la belleza literaria de lo escrito por Saramago que no tiene correspondencia con el hallazgo fílmico de Meirelles. Aún admitiendo lo surrealista del texto, en el guión hay muchas lagunas, demasiadas escenas convencionales, lo que hace que su logro sea bastante irregular.
En el aspecto formal abusa de los blancos como metáfora y a veces también de los negros y de bastante oscuridad y feísmo en la fotografía, como queriendo significar la degradación física y moral así como la vileza del ser humano. La puesta en escena obvia momentos desagradables con elegancia. Correcto el trabajo de los actores. A pesar de la desesperanza que se vive a lo largo de la trama al final hay un cierto hálito de esperanza en el ser humano.
115'