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Singapur es un país insular (lo forman 63 islas) que en las últimas décadas ha tenido un muy fuerte incremento de su economía. Como su superficie como país es muy escasa (697 kilómetros cuadrados, uno de los estados más pequeños del mundo, una superficie solo algo mayor que la ciudad de Madrid), desde hace años se ha empeñado en conquistar tierra al mar, a la manera en que lo viene haciendo Holanda desde hace décadas. Como país tiene una cinematografía no demasiado extensa, en torno a los 2.500 títulos hasta 2020, incluyendo todo tipo de productos audiovisuales.  Su producción cinematográfica es muy difícil que atraviese sus fronteras, por eso es más llamativo que lo haya hecho este extraño thriller entreverado de drama, o viceversa, A land imagined, dirigido por Siew Hua Yeo, lo que habrá que atribuir, aparte de a los valores que sin duda tiene el film, al hecho de haber conseguido, por primera vez para su país, el primer premio, el Leopardo de Oro, en un festival de la importancia del de Locarno.

La trama se ambienta en Singapur, en nuestros días. En las primeras escenas nos enteramos que Wang, un obrero chino inmigrado, que trabaja en una de las empresas que se dedica a ganarle terreno al mar, ha desaparecido. Un inspector de la Policía singapurense, Lok, próximo ya a la jubilación, es encargado de investigar, aunque sus superiores no le piden que ponga mucho empeño: lo consideran algo rutinario y sin mayor importancia, sobre todo porque la desaparición se ha producido en una empresa que es estratégica para las intenciones del gobierno de seguir ganando superficie al mar para aliviar la densísima demografía del país (más de 7.700 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando España, por poner un ejemplo, tiene 93 habitantes). El inspector se entera de que el chino Wang, desde que sufrió un accidente, padecía de insomnio y pasaba las noches en un cibercafé próximo, cuya encargada, Mindy, es también china, y con la que trabó alguna suerte de relación no demasiado clara...

A land imagined es un film ciertamente extraño. Tiene un tempo narrativo distinto al que estamos acostumbrados en Occidente: moroso, pausado, casi se diría que no pasa nada, aunque sí que pasa... Bajo una aparente desidia de los personajes, accedemos a los problemas del desarraigo: los inmigrantes, chinos, pakistaniés, hindúes, bangladeshíes... malviven en lugares infectos mientras sus patronos les han retirado los pasaportes hasta que devuelvan los anticipos que pródigamente les facilitan para tenerlos aherrojados a las obras; ese desarraigo, además de laboral, será familiar, de amistades, sentimental. Por eso, cuando Wang intuye un atisbo de emoción en la china del cibercafé, Mindy, el insomnio que sufre tendrá ya un sentido. Pero también el inspector será presionado para que no investigue demasiado: era solo un chino, parecen decirle, a quién le importa, no pongas en peligro tu pensión...

Obra con una atmósfera alucinada y claustrofóbica, con gusto por la fotografía de colores fuertes y vívidos, y por los escenarios artificiales como el cibercafé (o el mar desecado, claro...), la película de Siew Hua Yeo tiene un corte estático, contemplativo, que se ajusta a la rara historia contada, la desaparición del chino que quizá no había desaparecido, y que soñó con los policías que venían a investigarlo. Se ha hablado de Taxi driver (por el insomnio del protagonista) y de Michael Mann (por el elegante estilo visual del director), y quizá haya algo de ello, sin que eso suponga ningún tipo de seguidismo: Siew tiene personalidad propia, y la expone con diáfana claridad, un director con mente lúcida que hace con este su segundo largometraje de ficción, además de algunos cortos, pero que se muestra firme como si fuera un cineasta mucho más bragado. Juega con soltura con los flashbacks, e incluso se permite la travesura de hacer que Wang sueñe mediante ese recurso con los policías que investigan su desaparición, en un detalle de metalenguaje asaz curioso.

Con cierto esteticismo visual y sonoro, este relato un tanto críptico, entre lo social y la intriga criminal, presenta una llamativa intencionalidad visual, con encuadres que semejan cuadros, con una evidente delectación por la perspectiva cónica, a la manera de Kubrick, sin que por ello aparente copiarlo. También la recurrencia al hipnótico baile hindú (o blangadeshí, no queda claro) como catarsis a la que se entregan absolutamente no solo los propios aborígenes de esa etnia, sino también el desaparecido chino (antes de desaparecer, se entiende) e incluso, en un sutil proceso de identificación con Wang, el propio inspector singapurense, Lok, aporta una sugestiva mirada mesmérica hacia una realidad, un trabajo, un desarraigo, en el país en el que la tierra avanzaba sobre el mar.
 
Muy extraña película, gélida y en extremo sutil, A land imagined nos abre una puerta al cine de un país de gran dinamismo económico que, es evidente, busca también un lugar al sol en el panorama cultural, cinematográfico. Habrá que estar atentos, porque vienen fuerte, y con buenas ideas...

(04-09-2020)


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95'

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A land imagined - by , Jul 11, 2021
3 / 5 stars
Donde la tierra avanza sobre el mar