Ali (2001)

Desconocido para el gran público, ignorado por la crítica, Michael Mann es uno de los grandes directores del cine actual. Sólo por su excepcional Heat (el mejor film policíaco de los noventa) ya merecería un sitio de honor, refrendado por un interesante neowestern, El último mohicano, o la estupenda El dilema. Mientras en el cine que nos llega de Hollywood apenas si se repara en el director, Mann logra en sus obras un estilo personal, inconfundible, un tono solemne, profundo, que sabe trascender los temas que toca, por diferentes que sean.

Ahora nos trae Ali, una biografía parcial (en todos los sentidos) que abarca diez años en la vida de Cassius Clay, campeón mundial de los pesos pesados, transformado en Muhammad Ali al pasarse al islamismo.

Crónica de una etapa vital para los Estados Unidos, la cinta no es el relato habitual de un deportista, un boxeador que logra el éxito, sino de sus avatares como miembro activo de unas minorías que vivían un momento difícil. Y si a Martin Luther King o a Malcolm X los eliminaron a tiros, a Ali lo hicieron con legalismos y persecución civil.

Con un cuidado del encuadre como ya no se estila, con un montaje impresionante, Ali tiene escenas memorables, como las secuencias en África, o todas las peleas, auténticas coreografías.

Un inesperado Will Smith muy metido en su papel, o unos excelentes Mario Van Peebles y Jon Voight cubren la nómina de actores de una obra, incómoda en la América posterior al 11 de Septiembre, y que es ante todo otro capítulo de ese cine denso, filosófico, irrepetible que sabe crear Michael Mann.