Pelicula:

Esta película se proyecta en la sección Revoluciones Permanentes, dentro del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’20).

Kamal Aljafari (Ramla, Israel, 1972) es un cineasta palestino que se formó en Alemania y Estados Unidos; su cine está impregnado de poesía visual, y su temática recurrente es siempre el pasado, los recuerdos, los lugares y personas de su infancia, de su tierra. Es un hombre de notable prestigio en su actividad, habiendo sido galardonada su obra en importantes festivales cinematográficos (Berlín, Locarno, Rotterdam...), así como, en su vertiente de artista plástico, expuesta en museos de primera línea (MOMA, Tate Modern...)

Con esta An unusual summer, Aljafari intenta un experimento ciertamente arriesgado, un auténtico “tour de force”. En 2015, a la muerte de su padre en la casa familiar de Ramla, Kamal encontró en el patio trasero de su hogar de infancia una serie de cintas grabadas con una cámara de seguridad que su padre había instalado en la fachada de su vivienda en el verano de 2006, enfocada hacia la zona donde aparcaba siempre su coche, para descubrir quién le había roto la ventanilla en tres ocasiones. De esas grabaciones (en las que efectivamente “pillaron” al autor de la gamberrada) Aljafari concibió la posibilidad de hacer una película, una especie de documental que plasmara en esas imágenes reales la vida de su barrio, conocido popularmente en la ciudad como “el gueto”, un zona de mayoría musulmana, de clase trabajadora y humilde.

Con ese material, convenientemente editado, y con unos intertítulos que van glosando lo que vemos, iremos asistiendo a este trozo de vida que supone la grabación (no continua, sino fraccionada a lo largo de cada día) durante varias jornadas de julio de 2006, de una zona muy determinada del barrio, la calle a la que daba la fachada de la vivienda familiar de los Aljafari, con una casa enfrente en la que vive su hermano, según informa el director, viéndose a la izquierda del cuadro una calle o carretera que va hacia el fondo, por donde circulan frecuentemente coches; en primera instancia del plano se aprecia solo una parte de la calzada de la calle, también ocasionalmente transitada por vehículos y por personas, que cruzan el plano de una parte a otra.

Aljafari identifica a muchos de ellos, en una especie de detallismo entomológico: el taxista con la camisa azul que visten los de su profesión en la ciudad, las hermanas costureras que van siempre juntas, el hombre que cojea porque quedó así por un accidente en su juventud, el que va siempre en bicicleta y el director nunca lo vio caminar... pedazos de una realidad ya pasada, pero que el director rescata con mimo de arqueólogo, quizá de etnólogo.   

En este evidente experimento, el movimiento de la imagen está un poco acelerado, como en el cine mudo; la calidad de la imagen, lógicamente, es pésima: se trata del vídeo analógico de escasa enjundia que se solía utilizar en estos casos para las cámaras de seguridad, aunque es evidente que eso es secundario en el film; de hecho, a ratos incluso se aprecia cierta delectación en acercar el foco hacia algún elemento, o algún individuo, lo que resulta en una pixelación que lo hace inidentificable, en un proceso de abstractización que casa bien con el carácter finalmente poético de este empeño cinematográfico.

Abunda sobre todo lo que podríamos llamar “apuntes del natural”, imágenes en las que vemos a los vecinos subiendo a sus coches para ir al trabajo, los niños yendo al colegio o volviendo de él, las mujeres saliendo a hacer la compra (“mi madre va cada mañana a la panadería”, informa el director en uno de los intertítulos...), gente anónima o conocida que deambula, o pasea, o va a recados, escenas de la cotidianidad, del día a día; de alguna forma Aljafari reconstruye una cierta realidad, la de aquel julio de 2006, mostrando retazos de ella, adobando el relato visual con ruido incidental de la zona: pájaros, niños, motor de vehículos, puertas de coches cerrándose... De esta forma construye un relato memorioso, nostálgico, a partir de una banal imagen en movimiento. Los intertítulos actúan como narrador, le confieren una determinada personalidad, entre lírica y documentalista, al relato.

Una idea original, entonces, que nos parece plausible, aunque no así el más que excesivo metraje: es el típico film experimental que con 35 ó 40 minutos hubiera estado mucho mejor, se podría haber concentrado lo más relevante de las imágenes y el resultado hubiera sido más digerible y con la misma poesía de las imágenes cotidianas que busca Aljafari; porque lo cierto es que estamos ante una experiencia agotadora para el espectador, por reiterativa, a pesar de que el director, que tiene que enfrentarse a la monotonía de las imágenes, intenta, con buen criterio, amenizarla con detalles de lo que pasa en pantalla. Y es que cada tema, cada película pide su propio metraje: cuánto mejor este largometraje hubiera sido si su formato hubiera sido el corto o, como mucho, el mediometraje...

Desde un punto de vista económico, está claro que el film carece de vocación comercial alguna; otra cosa sería no estar en el mundo. También está claro que su coste ha sido bien escaso, no más que lo que ha podido gastarse en la digitalización del material de la cámara de seguridad, su montaje y posterior edición sonora. Por otra lado, llama la atención que, siendo un film de nacionalidad palestina (además de alemana), el secular conflicto entre su tierra e Israel apenas aparece, al menos no de una forma patente, cuando es tema recurrente en la filmografía de la azotada nación palestina; en todo caso, algunos de los textos literarios que Aljafari incluye en el epílogo del film lo rozan, aunque solo tangencialmente.

(09-11-2020)


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73'

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An unusual summer - by , Nov 10, 2020
2 / 5 stars
Mi madre va cada mañana a la panadería