José Francisco Ortuño y Laura Alvea son dos cineastas sevillanos. Él es fundamentalmente guionista y director, con una ya larga trayectoria en la primera de esas facetas y algo menor (y sobre todo en documentales y cortos) en la segunda. Ella se ha desempeñado sobre todo como ayudante de dirección o directora de segunda unidad, además de ser una reputada directora de casting. Juntos han colaborado en bastantes ocasiones, y sobre todo en la dirección de largometrajes de ficción. Su primera película como realizadores en comandita fue la más que curiosa The extraordinary tale (2013), un cuento cruel que llamó poderosamente la atención aunque, como suele suceder en estos casos, al carecer de respaldo publicitario adecuado no tuvo la repercusión que hubiera sido de desear. No obstante, los que la vieron/vimos nos hicimos cruces del notable talento de estos Alvea & Ortuño, y nos la prometíamos muy felices con su siguiente film.
Sin embargo (y tanto que lo sentimos: teníamos muchas expectativas, y todas buenas), su segunda película como directores, esta Ánimas que bebe de la novela homónima de Ortuño, nos tememos que no está a la altura del nivel de The extraordinary tale. Y es una pena, porque mimbres había: la historia se ambienta en cualquier ciudad española de nuestros días (es Sevilla, pero podría ser cualquier otra, no hay referencias evidentes a ella); en ese contexto, conocemos de entrada a dos chicos, niño y niña, quizá sobre los 5 ó 6 años, que se encuentran en la escalera de un bloque de pisos; el niño tiene su yoyó roto, ella se ofrece a intentar arreglarlo; en la casa del chico se oyen voces desaforadas. Diez años más tarde: los chicos, Abraham y Álex, son ya adolescentes y siguen siendo amigos íntimos, sin relación sexual entre ellos aunque ya están en edad de merecer. El muchacho, Abraham, padece a un padre irascible, volcánico, torrencial, que le maltrata a él y a su madre; la chica, Álex, vive con su madre y un perro llamado Bosco. Abraham empieza a relacionarse con otra chica, una muchacha china llamada Angie; paralelamente, a Álex empiezan a sucederle cosas extrañas, sobre todo en las escaleras y el ascensor del bloque donde vive, y en su casa, de la que desaparece la madre y el perro, sin dejar razón alguna...
Ánimas gira en torno a un personaje típico de la infancia que no podemos desvelar, so pena de incurrir en “spoiler”, pero no que no es difícil de averiguar; es un personaje fantástico que el cine ha utilizado a veces, no muchas, y que generalmente en el género de terror se ha utilizado de forma perversa, otorgándole un perfil malévolo que generalmente maquina y actúa en contra de los progenitores del niño o adolescente. No es el caso aquí, donde está tratado como un personaje cargado de positividad que tendrá un papel fundamental en la historia. El problema, nos tememos, es que Alvea & Ortuño, que se han desempeñado en otras ocasiones como fiables guionistas, en esta ocasión entendemos que no han dado en el clavo, y la historia resulta inconexa, a ratos confusa, incluso anárquica, produciéndose las escenas, en especial aquellas en las que interviene sola Álex, como un “totum revolutum” en las que caben toda clase de referencias, a veces tan evidentes como la de la ducha de Psicosis, sin que su resolución aporte tampoco nada novedoso a esa situación tan archiconocida.
Y es que Ortuño & Alvea, que no es que sean cinéfilos, sino lo siguiente, trufan su película de homenajes, tributos, guiños... casi “ad nauseam”; alguno de ellos, como la referencia a Nunca apagues la luz (2016), no sé si ha sido consciente o subconsciente, de tan breve que es. El problema es que es difícil engarzar una historia con tanto film al que remitirse y que, además, sea coherente, nos enganche y no nos suelte hasta el final.
Si el guion no es el mejor de los posibles, bastante mejor es la puesta en escena: Alvea y Ortuño ya nos han demostrado en anteriores empeños que son gente con muy buenas ideas visuales y la película en ese apartado es muy correcta, a ratos incluso brillante, aunque lo que se nos cuente no nos interese demasiado.
En el apartado interpretativo nos ha gustado bastante la chica, Clare Durant, de escasa trayectoria todavía (dada su insultante juventud, otra cosa hubiera sido difícil...), pero que tiene un magnetismo especial que nos hace pensar que puede tener un futuro muy interesante en la actuación; sentimos no poder decir lo mismo de Iván Pellicer, el muchacho, con una experiencia aún más corta que su joven compañera de reparto; nos parece que a Pellicer le falta todavía un hervor, como decimos en mi tierra, aunque es posible que con el tiempo y más tablas pueda ser un actor interesante: habrá que seguirlo. Los veteranos, Ángela Molina y Luis Bermejo, cumplen correctamente con sus personajes, un tanto peculiares, sobre todo el de ella.
Lástima de empeño que hubiéramos deseado tanto que nos gustara; pero uno ha de ser honesto consigo mismo; si no, ¿cómo conseguiríamos serlo con los demás?
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