El cine francés nos sigue llegando en oleadas, no hay una semana que no se estrene una cuando no son dos o tres. No tenemos estadística al respecto pero seguramente es el segundo país del que más películas vemos cada año en nuestras pantallas.
Una vez más estamos ante una comedia, género muy frecuentado por el cine galo en estos últimos tiempos, como en su día le ocurrió al español. La que nos toca esta vez es Bienvenidos al barrio (2019), título que nada tiene que ver con el original cuya traducción es Hasta aquí, todo va bien, en la que se nos cuenta la historia de Fred Bartel, el dueño de la agencia de comunicación parisina Happy Few, situada en una de las calles céntricas de la ciudad de la luz. Tras sufrir un duro control de Hacienda, que le descubre una irregularidad fiscal, se ve obligado a trasladar su empresa al barrio de la Courneuve, situado en los suburbios, una de las zonas más conflictivas del extrarradio de la capital francesa, si no quiere pagar casi dos millones de euros de multa por fraude a la hacienda pública.
Una vez afincado en el barrio, uno de los más deprimidos de la ciudad, Fred conoce al joven Samy, un chico que pasea perros, que le enseña las reglas de convivencia y prácticas adoptadas en su entorno, así como los modos de comportamiento y las costumbres para trabajar de manera más segura en ese lugar. Tras darle a conocer el funcionamiento y presentarle a algunos de los vecinos, establece una amistad que pretende derrumbar barreras raciales y prejuicios sobre los mismos.
Allí viven pequeños delincuentes capaces de dejarle sin electricidad si no le das veinte euros, o de robarle una rueda del coche en el momento más inoportuno, y también una mafia que trafica con la droga o que controla a quien hay que contratar y siempre dispuesta a ofrecer individuos para organizar una pelea. Al final, tras el choque cultural y social, todos olvidarán sus prejuicios y darán una buena lección de convivencia.
Es una comedia previsible, en la que toda la comicidad está en el contraste entre los refinados parisinos y los rudos habitantes y delincuentes establecidos en sus calles.
Gilles Lellouche se está convirtiendo en uno de los actores que más veces aparece últimamente en las producciones francesas de este género, rodeado esta vez de guapas y eficaces actrices del cine galo actual que sacan adelante sus secundarios personajes.
El resultado es una comedia divertida, con algunos tópicos y clichés, no exenta de buenas intenciones con respecto a la buena vecindad y las relaciones entre los ciudadanos, aunque sean de distinta clase social o raza, la falta de empleos, los bajos salarios, los problemas con Hacienda, la emigración, correctamente realizada por el franco-argelino Mohamed Hamidi, un director que debutó en el largometraje con Mi tierra (2013), al que siguió La vaca (2016), siendo este el tercero de su filmografía, en el que trata estos problemas con delicadeza y buen humor, ya que así se llevan mejor.
90'