Ciertamente la coincidencia de proyectos sobre un mismo tema cada día resulta más chocante. En Hollywood ya ha pasado varias veces; recuérdense, sin ir más lejos, las dos versiones del clásico de la novela erótica de Choderlos de Laclos que hicieron casi al mismo tiempo, a finales de los años ochenta, Stephen Frears y Milos Forman en Las amistades peligrosas y Valmont, respectivamente, o las dos visiones que sobre el famoso sheriff dirigieron a mediados de los noventa Lawrence Kasdan y George Pan Cosmatos en Wyatt Earp y Tombstone.
Este año de 2012 parece que lo que tocan son versiones adultas del cuento infantil por antonomasia (en fuerte competición con Caperucita Roja, es cierto): hace unos meses pudo verse Blancanieves (Mirror, Mirror), de Tarsem Singh, y ahora esta Blancanieves y la Leyenda del Cazador, que acentúa considerablemente la negrura de la historia. Hombre, el cuento popularizado por los hermanos Grimm era bastante sobrecogedor, y la versión cinematográfica más famosa, la de Walt Disney en dibujos animados, era capaz de conseguir que algunos de los espectadores infantiles más tiernos tuvieran pesadillas. Pero lo de esta nueva versión supera de lejos, en cuanto a tenebrismo, a cualquiera otra que se haya hecho sobre el clásico.
No es que sea una gran película, que no lo es; ni siquiera medianamente buena. Pero tiene ciertos valores, sobre todo los de su visión lóbrega, siniestra, sobre la Bruja y sus poderes preternaturales. En ese sentido Charlize Theron hace toda una creación. No será fácil, a partir de ahora, escuchar el famoso “espejito, espejito, ¿cuál es la mujer más bella de este reino?”, y no recordar el rostro falsamente angelical de este personaje que sintetiza en un solo rol algunos de los villanos, reales o ficticios, más perversos de la Humanidad, entre ellos y muy principalmente el de la sangrienta Condesa de Báthory.
Hay otros detalles interesantes, como hacer que los enanitos sean ocho en lugar de siete, o que en lugar de utilizar actores enanos hayan sido intérpretes de tamaño normal (bueno, Bob Hoskins y Toby Jones son bastante pequeños, pero no llegan a enanos…), reducidos digitalmente. También es curiosa la escena en la que la Bruja entrega la famosa manzana envenenada a Blancanieves, que no destriparemos, pero que aquí supone un peculiar caso de travestismo sobre el original literario.
Pero seguramente es la capacidad para el mal del que hace gala la Bruja la que se convierte en estrella del filme; los efectos especiales consiguen escenas espléndidas, como los fantasmales guerreros que se convierten en miles de cristales que se recomponen incansablemente, o como la del espejo que (literalmente) se licua para convertirse en una especie de fantasma dorado al servicio de su ama.
El director, Rupert Sanders, procedente del mundo publicitario, demuestra que también se mueve razonablemente bien contando historias; su origen profesional es evidente por el preciosismo de sus imágenes, pero no resulta estetizante en exceso.
En resumen, un raro filme, nada aconsejable para niños, porque pueden dejar en mantillas las pesadillas de la versión de Disney, que al lado de ésta resulta ser prácticamente Heidi…
(14-06-2012)
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