Pelicula:

Esta película ha formado parte de la Sección Climatics del ATLÁNTIDA MALLORCA FILM FEST’2023.

El imaginario popular español, en nuestro tiempo, asocia, o así nos la parece, la nación turca a dos cuestiones de actualidad: una de ellas sería el lugar adonde los varones alopécicos que quieren volver a lucir tupida cabellera van a hacerse implantes de pelo; la otra, ser el ineludible país de origen de las series tipo culebrones que desde hace varios años han colonizado algunos de los canales más masivamente seguidos de la prehistórica TDT.

Pero, por supuesto, Turquía es mucho más que eso, no solo por tener una rica historia (también alguna etapa, no demasiado lejana, llena de atrocidades: recordemos el genocidio armenio, del que hace poco se ha cumplido un siglo...) y una realidad actual  mucho más compleja de la que se suele atribuir a los países musulmanes, siendo uno de los que, dentro de este mundo islámico, resultan ser más modernos y menos integristas, aunque la tendencia del gobierno del presidente Erdogan, desde hace ya dos décadas, intenta progresivamente que su sociedad sea mayoritariamente una estricta seguidora de los mandatos del Profeta.

Viene todo esto a cuento para hablar de esta Burning days (literalmente, claro está, “días ardientes”), historia en la que se dan cita las antiguas tradiciones, con los comportamientos caducos y antediluvianos de una localidad rural, en choque con las nuevas normas, rígidas, severas y ajenas a los conchabamientos del nuevo fiscal destinado al pueblo, un pueblo en el que las pruebas para canalizar el agua subterránea que está realizando el ayuntamiento han provocado ya varios socavones de tamaño cráter. El nuevo fiscal, Emre, deberá enfrentarse con los manejos del alcalde, Selim, de su hijo, el abogado Sahin, y de la mayor parte del pueblo que, o bien está comprado por el edil mayor, o bien desea realmente que se hagan las canalizaciones a toda costa, aunque ello conlleve el (a lo que se ve, inevitable...) enriquecimiento ilícito del alcalde y sus amigos... En una pequeña fiesta que el alcalde, su hijo y otros gerifaltes del pueblo celebran en honor de Emre, y mientras éste se encuentra bastante perjudicado por el consumo de alcohol, acontecerá un hecho delictivo que propiciará que el fiscal se vaya encontrando progresivamente contra las cuerdas...

El cine turco tiene algunos ilustres precedentes, desde los ya hoy casi prehistóricos Yilmaz Guney y Serif Gören, que revelaron a Occidente, a principios de los ochenta, un nuevo y pujante cine turco, gozosamente independiente de la dictadura de turno, que sería retomado años después por un expatriado, Fatih Akin, turco-alemán, sintetizando en una misma persona las dos influencias capitales en la Turquía del último medio siglo, la Turquía secular, tradicional, que se jacta de (y añora) su pasada gloria imperial como otomanos, y la modernidad que aporta la masiva emigración al país de las salchichas, auténtica Tierra Prometida para los turcos, aunque con frecuencia salgan trasquilados en ese Edén donde (supuestamente...) corre la leche y la miel (no para ellos, generalmente...). Otros autores posteriores gozan de predicamento, como Nuri Bilge Ceylan, e incluso (loados sean los cielos...) hay lugar para miradas femeninas, como la que procura Deniz Gamce Ergüven.

Emin Alper es otro de los cineastas turcos que, a la chita callando, está conformando poco a poco una filmografía en la que no faltan cosas de interés. Le conocemos dos de los tres títulos que hasta ahora (aparte de esta Burning Days) ha rodado, Frenzy (Abluka) (2015) y Un cuento de tres hermanas (2019), en los que se advierte una preocupación social. Esa misma inquietud social, aunque en otra onda, aparece en esta interesante Burning Days, cuya premisa inicial ya hemos visto en otras ocasiones, el probo funcionario que llega desde la capital queriendo que todo en su nuevo pueblo de destino sea conforme marca la ley, pero donde el clientelismo y el caciquismo se lo pondrán muy, muy difícil...

Se nos presentan entonces dos mundos opuestos, modernidad contra tradiciones rancias y peligrosas, con toda probabilidad contra la ley y los derechos humanos, dos mundos en el que el ilegal, o alegal, pronto tenderá la oportuna trampa, para tenerlo a su merced, al otro, al que busca actuar dentro de la ley y que la propia ley se cumpla.

A partir de ahí, y jugando con la situación de bien emborrachamiento, bien intoxicación por drogas a la fuerza del fiscal, se buscará que el propio protagonista dude de lo que realmente hizo, o no, durante aquella fiesta en casa del alcalde, una fiesta en la que, inocentemente, se dejó engatusar por aquellos peligrosos mamarrachos, y que actuará como catalizador de todo: de la batalla contra la justicia que arman las fuerzas vivas del pueblo, sin hacerle ascos a escrúpulos o maledicencias; de las propias dudas del fiscal, cuyo estado la noche de autos, de la que periódicamente le llegan fugaces flashes, no le puede confirmar, pero tampoco desmentir, que él también interviniera, o no, en los hechos criminales

Hay también una tercera historia, la de la relación buscadamente no aclarada entre el fiscal y el periodista de la oposición, Murat, en lo que parece ser una relación que va alternativamente de una tácita atracción sexual a un explícito odio, en una ambigüedad calculada que, por supuesto, será también yesca para la muy mojigata moral del pueblo.

Formalmente la película presenta una filmación clásica, con gusto para el encuadre, con cierta elegancia, en una narrativa convencional solo pespunteada por los incisos en flashbacks de lo que presuntamente ocurrió en la fiesta de marras. Con frecuentes planos cenitales sobre la población, probablemente filmados con drones, la película presenta una aceptable atmósfera de misterio y ambigüedad, una atmosfera onírica, de culpa soterrada, larvada, recordando un poco (si no se entiende como sacrilegio...) algunos de los  thrillers psicológicos de Hitch, como Recuerda o Sospecha, aunque por supuesto sin el genio del Mago.

Con un final que se adentra decididamente en lo abstracto o lo esotérico, con uno de esos cráteres producidos por las aguas subterráneas que aparece en el momento más (in)oportuno, la película tiene aciertos y errores, siendo un producto irregular aunque sin duda no carente de interés. Eso sí, el protagonista, Selahattin Pasali, nos parece que no da demasiado el papel de fiscal: demasiado joven, demasiado guapo y, cuando se tiene que poner serio, resulta más bien ridículo en su pose de duro más bien blandengue... El resto del reparto mejor, más ajustado a los roles que les han sido adjudicados.


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129'

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Burning days - by , Aug 30, 2023
2 / 5 stars
Socavones como cráteres